No, no es que las feministas nos hayamos vuelto locas duplicando las palabras, es que el término 'tractor' cuando funciona como adjetivo se aplica a la capacidad de algunas cosas de atraer a otras y generar sinergias. Por ejemplo, si una fábrica importante se coloca en algún pueblo perdido, seguramente, en el pueblo nacerán carreteras, fontaneros, taxis o tiendas para dar servicios a los trabajadores y mercancías que vayan llegando. Así también, las manifestaciones culturales (obras de teatro, exposiciones, restauración de cuadros, poesía, etc.) dan lugar a: tiendas, gente en los restaurantes, eventos públicos o privados –con sus consiguientes viajes, hoteles, moda–, imprentas, comercio de papel, realización de películas que a su vez dan lugar a estudios de grabación, técnicos en sonido, iluminación, maquillajes, peluquerías, moda, influencers...). Es decir, el Arte y la Cultura no solo sirven para analizar nuestra época y expresar nuestros sentimientos o nuestra crítica, sino que además generan negocio y dinamizan zonas enteras. La Cultura es una poderosa entidad tractora en la economía mundial.
El interés sobre el valor económico de las actividades culturales y creativas (ACC) comenzó a estudiarse en el Reino Unido, en el Departamento de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte (DCMS), analizándolo, desde entonces, desde múltiples perspectivas. En primer lugar, se ha destacado la creación de riqueza y empleo a través de su actividad productiva directa. En segundo lugar, estas actividades tienen potencial para generar efectos en la economía y en la sociedad que van más allá del propio sector productor de las Artes, ya sea porque la cultura, la creatividad y el diseño se alían con sectores no relacionados con ellas directamente, como la Gastronomía o los viajes, ya sea porque tienen la capacidad de impulsar la innovación social, concentrando talento en disciplinas muy transversales. Los contenidos culturales son además los generadores de series, películas, plataformas como Netflix, medios de comunicación digitales, etc, que a su vez, generan novedades y promocionan la investigación en pantallas, teléfonos u ordenadores; así como materiales para baterías y la innovación de alcance en la conexión wireless. Nadie querría comprarse una gran pantalla o ir al cine si Isak Dinesen no hubiera escrito 'Memorias de África' o si David Beckham no hubiera inventado el 'platanito' que es otra forma de arte refinado.
Sin embargo, en España, la Cultura como sector del PIB (Producto Interior Bruto) y del VAB (Valor Añadido Bruto) se ha desinflado cayendo varios puestos en el ránking europeo, situándose detrás de Alemania, Francia e Italia, y a distancia sideral de los gigantes de la Cultura, EEUU y China. Y ello, a pesar de que en España, el empleo en actividades culturales y creativas en todos los sectores crecieron entre 2011 y 2020 muy por encima de lo que lo hizo el empleo del conjunto de la economía española. No obstante este crecimiento, y esto resulta muy curioso, el nivel de empleo de trabajadores que se dedican a ocupaciones creativas y culturales fuera del sector cultural (1,32%) es superior incluso al que se observa en el mismo (1,25%). Como si la gente que se dedica a los oficios de la Cultura no pudiera vivir de su trabajo y necesitara un empleo fuera de su labor artística para poder sobrevivir, ejem... (ironía modo on), ejem, ejem.
Esta idea novedosa de considerar la Cultura como motor económico con números y datos, que ya intentara en la Región Pedro Alberto Cruz cuando fue Consejero de Cultura y Turismo –aunque por razones que requerirían de otro artículo yo no comparta su manera de gestionarlo entonces y lo criticara duramente–, nos puede servir para muchas cosas: no para considerar las Artes exclusivamente como empresas, pero sí a la hora de exigir al Gobierno –y a los empresarios contratadores–, un trato respetuoso, unos recursos acordes al nivel de movimiento que las gentes de la Cultura generamos y la presencia de las industrias culturales en todas las mesas de desarrollo regional. Somos nosotras y nosotros, la gente del Arte y de la Cultura, las y los productores de 'contenido', las que desarrollamos el cambio estructural y fomentamos el emprendimiento en múltiples sectores. Somos, por tanto, vectores de desarrollo que se traslada al conjunto de la economía (Lee y Rodríguez-Pose, 2014b). Queremos participar en el desarrollo de este país desde el centro, no desde sus limosnas. No estamos locas: sabemos que lo podemos hacer.
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