Llevo días reflexionando sobre qué es lo que me gustaría transmitir con mis palabras en el Día Internacional de la Mujer. Y es que por desgracia son numerosos los ámbitos dignos de ser destacados. Por un lado, las supervivientes de la violencia de género. Por otro, las desigualdades que todavía sufrimos en cuanto a oportunidades laborales y a salarios si lo comparamos con el hombre.
Así podría seguir en un sinfín de cuestiones que de una u otra manera ponen de relieve las todavía discriminaciones que hoy sufrimos las mujeres. Y afirmo discriminaciones porque eso es lo que son, ya que no hablamos de diferencias pues soy una defensora acérrima de ellas. Para mí lo diferente posee un valor añadido. Es lo que te distingue y te hace genuino. Sin embargo la discriminación resta a la diferencia ese plus, convirtiéndolo en algo tan negativo que llega a justificar la restricción de derechos. Esta es la base que verifica que en numerosas ocasiones las mujeres no recibamos el valor que tenemos.
Cuando hablamos de mujeres y discapacidad la exclusión es mucho mayor, ya que la discriminación es doble: una por ser mujer y otra por tener discapacidad. Sólo hay que ver las cifras del paro para darse cuenta que la mayor tasa de desempleo la presenta este colectivo. Es por ello que se hace fundamental desarrollar políticas dirigidas a conseguir su integración social completa. Desde el movimiento de la discapacidad, fundaciones, asociaciones, federaciones y otras entidades sin ánimos de lucro se realizan campañas en pro de la defensa e implementación de sus derechos. Pero todavía queda camino por recorrer para conseguir la plena inclusión.
Se hace imperativo y fundamental seguir luchando por hacer que la brecha que separa a hombres y mujeres llegue a desaparecer, y aunque cada vez las sociedades actuales son conscientes de los avances que se han dado en este sentido, tenemos que seguir trabajando pues es mucho lo que queda por recorrer.
Con este ideal el 8 de marzo de 1857 en Estados Unidos un grupo de mujeres decidieron dar un paso hacia adelante para reivindicar la mejora en sus derechos laborales, y a pesar de que lo que pedían era más que justo, su “sublevación” fue contenida con la muerte carbonizada de 129 de las que allí estaban. Ejemplos como éstos nos deben servir como inspiración. Gracias a ellas hoy estamos hablando del Día Internacional de la Mujer.
En 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer trabajadora, en memoria de este grupo de valientes trajadoras
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