El tema del verano son las sucesivas olas de calor que asolan nuestro país. No hay cadena de televisión que no trate este asunto en tertulias, noticias, conexiones a las ciudades más calurosas, con las sufridas reporteras y reporteros bajo un sol de justicia a las tres de la tarde, junto a la playa o en una plaza sin sombra, para relatarnos lo que ya sabemos, que se están alcanzando récords de temperatura nunca vistos, con noches tropicales y días infernales. Hace unos días se alcanzó el récord de temperatura en 17 provincias de España, desde los 46,8ºC en Valencia, a los más de 38ºC en Soria o los más de 37ºC en Teruel, la provincia más fría tradicionalmente, donde rara vez se sobrepasan los 32ºC. Además, julio de 2023 ha sido el mes más cálido de la historia de la Tierra desde que se tienen registros, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, superando en 0,72°C la media del periodo de referencia 1991-2020
Incendios brutales en Hawai, con 53 víctimas mortales, o en Grecia; millones de hectáreas quemadas en Canadá, con la emisión asociada de 280 millones de toneladas de carbono a la atmósfera, agravando aún más el efecto invernadero; inundaciones en Eslovenia, en Noruega, en Corea del Sur, en EE.UU., también con víctimas, son algunos de los ejemplos de cómo el cambio climático acentúa los fenómenos extremos. La temperatura de los mares ha ascendido 3ºC en los últimos años, convirtiendo al Mediterráneo casi como un mar tropical, con lo que ello conlleva, vientos huracanados y fuertes tormentas, y afectando a los océanos, con la pérdida de la biodiversidad, acidificación de las aguas, y, en última instancia, disminución de las pesquerías.
La comunidad científica lleva décadas advirtiendo de todas estas consecuencias, pero los gobiernos siguen haciendo oídos sordos a lo que la Naturaleza nos dice, sobre todo aquellos en los que participa la extrema derecha, que denomina “fanatismo climático” a lo que no es sino la confirmación de las previsiones hechas por la ciencia, gobiernos que, desgraciadamente, están surgiendo en nuestro país en algunas comunidades autónomas, con la única incógnita de lo que pueda pasar en la Región de Murcia. Todavía se pueden leer en las redes frases como “en verano es normal que haga calor”, provenientes de personas negacionistas cercanas a la ultraderecha que, en un ejercicio de ignorancia y mala fe, no tienen empacho en demostrarlas públicamente.
Ya se está comprobando que el cambio climático afecta al turismo, sobre todo en el sur de Europa, como en España. Además de la proliferación de algas y carabelas portuguesas, que dificultan el baño en las aguas mediterráneas, se está verificando un aumento de las reservas de viajes a países del norte de Europa, Reino Unido, irlanda, o países escandinavos, para huir de las cada vez más frecuentes olas de calor veraniegas de los países más meridionales.
Desgraciadamente, a pesar de que en 2015 la Cumbre del Clima de Paris advirtió del riesgo de alcanzar el punto de no retorno climático si superamos en 1,5ºC la temperatura media planetaria con respecto al periodo pre-industrial, todos los datos nos indican que nos acercamos a esa peligrosa cifra, con consecuencias que estamos sufriendo ya. El próximo mes de diciembre se celebrará la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos, de la que pocos resultados se esperan, como de costumbre.
El enésimo llamamiento de la comunidad científica a que los gobiernos actúen para frenar la emergencia climática debe ser tenido en cuenta de una forma radical y urgente. Nuestro futuro depende de ello.
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