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Donostia inaugura una exposición sobre Gregorio Ordóñez en el 25 aniversario de su asesinato por ETA

Ana Iribar, viuda de Gregorio Ordóñez, con un retrato en la exposición de Miramar

Iker Rioja Andueza

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Es 23 de enero en Donostia. En la ciudad todavía resuenan los tambores de la fiesta de San Sebastián. Llueve ligeramente. El cielo está plomizo. Es el mismo ambiente que se vivía tal día como hoy hace un cuarto de siglo. Este jueves se cumplen 25 años del asesinato a manos de ETA del concejal y parlamentario vasco del PP Gregorio Ordóñez, que apenas contaba 36 años. En uno de los edificios más señoriales de la capital guipuzcoana, en el Palacio Miramar, su viuda, Ana Iribar, ha inaugurado una exposición sobre su vida, sobre su trayectoria política y sobre el atentado. “Es una muestra de amor insuperable”, ha explicado sobre la exhibición uno de los colaboradores del proyecto, Iñaki Arteta, al que se han sumado María Jiménez o Enrique Bonet.

“La vida posible”, se titula la exposición y el libro editado al efecto. Es “la vida posible”, según María Jiménez, la comisaria, porque los 300 objetos divididos en tres salas no sólo reflejan una vida y cómo quedó truncada por el terrorismo, sino que “evocan lo que podía haber ocurrido”. ETA –ha explicado a los periodistas Iribar– no sólo asesinó al líder del PP de Donostia, sino a un político incansable y con mucha proyección. Las europeas de 1994 fueron las últimas elecciones que vivió Ordóñez y el PP logró ser la fuerza más votada en San Sebastián. El 19 de enero, víspera de San Sebastián, Ordóñez lanzó su candidatura para las municipales de aquella primavera de 1995. Su partido ganó los comicios –luego no logró apoyos para gobernar–, pero él no pudo ser alcalde como le había prometido al entonces presidente del PP, José María Aznar, con quien mantenía una estrecha relación y que también sufrió un atentado.

Ordóñez comía en el bar La Cepa, que está en la Parte Vieja donostiarra, con sus compañeros María San Gil y Kote Villar. Allí le dispararon a bocajarro. “ETA asesina a su adversario político. Lo mata cuatro días después de presentar su candidatura. Gregorio hubiera sido alcalde”, asegura Iribar, que explica cómo Ordóñez montó con “tres amigos” una pequeña organización local de AP siendo un veinteañero y que poco a poco consolidó un proyecto. “Pensaba en blanco y azul”, insiste citando los colores de la bandera de San Sebastián.

Seis portadas de periódico reciben al visitante a la exposición. Son los diarios que cuentan el asesinato. Otra crónica de la época muestra cómo la portavoz de HB, Begoña Garmendia, rechazó el atentado. Luego sería apartada de la izquierda abertzale. El resto de ediles no acompañaron este gesto. “Gregorio decía que HB y ETA sobraban del País Vasco y que eran lo mismo”, ha indicado Iribar, que ha mantenido la crítica a la actual marca abertzale: “No es una formación cualquiera. No es digno de una democracia tener personas vinculadas directamente con atentados. Arnaldo Otegi no es un político cualquiera”.

La familia ha recuperado el maletín de piel marrón que llevaba cuando fue asesinado. Junto a un móvil gigante propio de la época llevaba un acuerdo en el que guardaba sus apuntes de euskara. En la cartera, fotografías familiares. Su hijo Javier era apenas un bebé. Un amigo ha aportado una de las balas que los terroristas, periódicamente, le enviaban como amenaza. En la exposición se han recopilado también intervenciones y entrevistas. Su preocupación por el terrorismo era una constante en ellas. “Por ser del PP no somos bichos raros. Somos tan vascos como los demás”.

El atentando conmocionó a la sociedad. Ordóñez realmente parecía una alternativa al PNV y al socialista Odón Elorza. Una chica le escribió en 1995: “Tengo sólo 15 años pero si nos unimos los destruiremos”. Un apesadumbrado Aznar le escribió una carta manuscrita al político asesinado en la que reconocía que su mayor “deseo” era gobernar en Donostia.

“Es importante recordar a Gregorio”, ha emplazado su mujer. Su discurso “sigue siendo válido” un cuarto de siglo después. Iribar confía en que el mensaje de la exposición atraiga a los jóvenes que no conocieron aquella época oscura. Se invitará a centros escolares. Después de San Sebastián –hasta el 30 de abril es visitable–, la muestra viajará a Bruselas en septiembre y de octubre a diciembre estará abierta en Madrid.

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