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Empleadas del servicio de ayuda a domicilio: “Queremos condiciones dignas para que las personas que cuidamos tengan una vida digna”

Servicio a domicilio

Maialen Ferreira

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Como cada día, Yolanda Santos acude a las 8:00 de la mañana a su primer servicio a domicilio, una señora de 98 años con insuficiencia respiratoria y movilidad reducida – va en silla de ruedas, pero puede caminar con andador-. Al llegar a la casa, Yolanda debe levantarla de la cama, ducharla, darle crema, vestirla y prepararle el desayuno –un zumo de naranja, cinco galletas y café con leche y miel-. A la vez, debe recoger el baño, la habitación y cualquier lugar de la casa que requiera algo de limpieza, todo ello mientras intenta entablar conversación con ella, ya que puede ser la única que vaya a tener en todo el día. El tiempo del que dispone Yolanda es una hora y cuarto. Los servicios, normalmente son de dos horas que en este caso la persona ha decidido dividir en hora y cuarto por la mañana y tres cuartos de hora por la tarde-noche.  Una vez terminado en esa casa, Yolanda acude a otras 4, 5 o hasta 6 más, dependiendo del día que sea.  

Se trata de la labor que realizan cada día las trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio, un sector hasta la fecha “invisibilizado, precarizado y feminizado”, según afirman las propias empleadas. En Bizkaia, las empeladas del sector a domicilio llevan dos años en conflicto, con paros parciales al principio y paros de días completos en los últimos meses. En total, son 35 los días de huelga que han realizado. Entre sus principales reivindicaciones, está que su salario lleva congelado desde 2012, su convenio no se ha renovado desde 2015, la cantidad de horas que se trabajan ha disminuido un 30% y que en los últimos dos años se han perdido entre 200 y 300 puestos de trabajo. Además, destacan en su protesta la degradación del propio servicio y las condiciones de las trabajadoras. 

“Los Ayuntamientos han hecho una apuesta decidida por ir dejando morir este servicio, que atiende a cerca de 8000 usuarios en Bizkaia y parece que optan por que este tipo de servicios queden en manos de la familia o mediante la economía sumergida”, ha indicado a eldiarionorte.es Xabier Castellanos, representante de ELA. 

En las últimas semanas los sindicatos se han reunido con la mediación del Gobierno vasco en dos ocasiones. En la primera, se reunieron con las patronales y con la Asociación de Municipios Vascos Eudel, en la segunda, Eudel no estuvo presente. Por ello, desde los sindicatos exigen la implicación de las instituciones, en especial de la Diputación y de Eudel.  

“Si realmente queremos tener una política social a la vanguardia, como ha sido siempre el País Vasco, hay que invertir porque la población cada vez hay más gente mayor y tienen derecho a vivir de una manera digna en sus casas. Queremos trabajan en condiciones dignas para que las personas que cuidamos tengan una vida digna también. No se trata de limpiar casas, es un servicio de cuidados, un servicio integral”, ha manifestado Yolanda, quien tiene 55 años y lleva más de 20 en el sector. 

Otro tema que reivindican es el de la seguridad y la salud. Las trabajadoras acuden solas a los domicilios y, por lo general, las casas no están habilitadas para tratar con personas con dependencia, lo que conlleva ciertos riesgos para la salud física de las empleadas como dolencias provocadas por mover mucho peso. Este tipo de dolencias no están reconocidas como enfermedades laborales ni tampoco enfermedades psicológicas como la ansiedad o la depresión. Los accidentes in itinere entre los servicios también están descartados en ese servicio. Cuestión que es preocupante en el caso de mujeres que se trasladan entre zonas rurales como son los caseríos de Bizkaia, donde las posibilidades de sufrir un accidente en el traslado son mayores.  

Violencia en los cuidados: “Lo normal es que la familia se ponga de su parte” 

En cuanto a la seguridad, Yolanda explica que muchos de los casos de violencia no se denuncian porque normalmente “no hay pruebas suficientes”, ya que la víctima va sola a la casa y “es tu palabra contra la de la persona que está recibiendo la ayuda y lo normal es que la familia se ponga de su parte se trata de su padre, abuelo o tío”. Existe un protocolo en caso de acoso a las trabajadoras, en el que éstas deben comunicar a su coordinadora si han sido víctimas de algún tipo de violencia. Cuando esto ocurre, lo correcto es que la víctima no vuelva a realizar ese servicio y que, esa persona deje de recibir la ayuda. El problema ocurre, según explica esta trabajadora, “cuando la coordinadora no actúa correctamente y se ignoran las peticiones de la víctima, entonces te quedas sin ese respaldo y tienes que seguir yendo a esa casa cada día”. Situación que, lamentablemente, a Yolanda le consta que ha ocurrido.  

A pesar de las condiciones en las que se encuentra Yolanda está contenta con el trabajo de visibilización que han realizado tanto ella como sus compañeras. Ella se considera optimista y, aunque asegura que tantas jornadas en huelga “agotan mucho”, insiste en que no van a parar hasta conseguir hacer de su trabajo una profesión digna, aunque para ello tengan que realizar más paros y “seguir dando guerra”. 

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