Freedom washing
El término “green washing” se utiliza para denunciar la actuación de algunas empresas que utilizan el marketing para presentarse como campeonas del ecologismo, pese a que en realidad no toman medidas efectivas para evitar el deterioro ambiental que provocan. Pues bien, utilizando ese símil podría decirse que la estrategia que el conservadurismo neoliberal está desplegando últimamente respecto a la libertad, es en realidad una enorme campaña de “freedom washing”, que en los últimos días se está poniendo en práctica también en España.
La libertad es una perita en dulce para el marketing político porque es un concepto con el que prácticamente nadie está en desacuerdo. Partiendo de ahí, el freedom washing consiste en presentarse como defensor de la libertad a pesar de proponer medidas que, en realidad, acaban coartándola para una parte importante de la sociedad. Para ello se utiliza un concepto de libertad simple y abstracto, dando por hecho que todos sabemos a qué se refiere. Se mete en un envase atractivo pero opaco que no permita discernir realmente lo que hay dentro, y se envuelve adecuadamente con grandes palabras, música épica y un trasfondo de banderas que ayuden a identificar al grupo al que se dirige la campaña. Así presentada, la libertad genérica sirve para movilizar y exaltar a la clientela y, lo que es aún mejor, puede utilizarse como arma arrojadiza contra cualquier contrincante político que, sólo por criticar el eslogan, queda convertido automáticamente en represor.
Para no caer en la trampa del freedom washing resulta útil practicar el unboxing, es decir, despojar el concepto de su envoltura y analizar qué hay exactamente más allá del marketing. Si hacemos eso, se percibe que la libertad que ofrece el conservadurismo neoliberal tiene dos características estrechamente relacionadas: es una libertad que se refiere principalmente a cuestiones económicas, a la libertad de mercado, y tanto en ese sentido como en otros complementarios tiene un marcado sesgo ideológico.
La libertad económica que propugna el neoliberalismo se basa principalmente en una desregulación de la actividad económica que reduzca a la mínima expresión la intervención del Estado, en un desmantelamiento de lo público favoreciendo privatizaciones, y en una flexibilización de las relaciones entre agentes económicos que favorezca la adaptación de las empresas al propio marco de la desregulación. Uno de los problemas de esta visión de las cosas es, precisamente, que no considera a las personas como ciudadanos sujetos de derechos, sino como meros agentes económicos que deben supeditar el conjunto de su existencia a unas relaciones mercantiles que se consideran prioritarias frente a cualquier otro aspecto de la vida. Las proclamas de salvar la economía en mitad de una grave pandemia pese al alto riesgo de incrementar los contagios y las muertes son un buen ejemplo de esa forma de entender las cosas.
Acertar con el grado de regulación óptimo en una economía es una cuestión complicada. Pero apostar de manera sistemática por mercados sin reglas que se rijan en exclusiva por la oferta y la demanda, refuerza la posición de los poderosos que cuentan con niveles superiores de información, de negociación y de imposición de sus criterios. Y esa dinámica de dar más poder a los poderosos con la excusa de que son quienes crean riqueza, tiene como consecuencia un incremento de la desigualdad que puede tener consecuencias nefastas para una sociedad. Está comprobado, por ejemplo, que las desregulaciones que se iniciaron en Estados Unidos desde los años 80 y que se reforzaron posteriormente con la expansión global de la ideología neoliberal, además de generar la gran crisis de 2008, fueron incrementando la desigualdad y creando un caldo de cultivo propicio para la fractura social y política que ese país vive en la actualidad.
Así pues, paradójicamente, la libertad absoluta de mercado que se nos dice que va a beneficiar a todos, sirve en realidad para que una minoría consolide sus privilegios y acumule más riqueza, mientras que una parte importante de la sociedad ve reducidos sus derechos y también su poder adquisitivo, perdiendo con ello una parte de su libertad económica. El deterioro de las condiciones de trabajo que se viene registrando en las últimas décadas es una clara muestra de ello, pero también lo es la necesidad de auto explotación en la que caen muchas pequeñas empresas y autónomos tratando de sobrevivir en un mercado cada vez más salvaje que les impone condiciones draconianas para la supervivencia.
Más allá de lo económico, al menos en el caso español, el perfil de libertad defendida por el conservadurismo neoliberal es difícil de definir por sus propias contradicciones. De una parte, considera que algunos derechos del individuo deben estar por encima del bien común, tomando como opresión, por ejemplo, la prohibición de fumar en lugares públicos, las restricciones de uso del vehículo privado independientemente de lo que contamine, o en casos aún más extremos, la obligación de llevar mascarilla o incluso de vacunarse frente a la pandemia.
Pero al mismo tiempo que se defiende esa libertad hedonista incapaz de ver más allá del propio ombligo, se intenta proscribir cualquier avance en derechos civiles y políticos, llámese derecho al aborto, al matrimonio homosexual, a la libertad LGTBI, a la eutanasia o a la reforma constitucional. Una forma curiosa de entender la libertad para uno mismo, negándosela a quienes no piensan igual, en aras de una pretendida superioridad moral que se pretende imponer a propios y extraños.
En definitiva, el freedom washing permite presentarse como campeones de la libertad a quienes defienden medidas que directa o indirectamente acaban deteriorándola. Un claro ejemplo de que el marketing político contribuye a la desinformación y de que, por tanto, deberíamos estar prevenidos contra él. En el fondo, fomentar y practicar el pensamiento crítico es lo único que realmente nos hace un poquito más libres.
13