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Homenaje a Mari Luz Nájera

Daniel Medina

Representante de estudiantes por LUISA y miembro de la Delegación Central de Estudiantes de la UCM —

Hoy es un buen día para recordar a una estudiante de mi universidad, la Universidad Complutense de Madrid. Su nombre es Mari Luz Nájera y en 1977 tenía 20 años y hacía su tercer curso en la misma facultad que yo, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. En un día como hoy, 24 de enero de ese año, acudió a una protesta por el asesinato a manos de un grupo de fascistas de otro estudiante, Arturo Ruiz. En el discurrir de la manifestación, un bote de humo lanzado por la policía antidisturbios le impactó directamente en la cabeza. Mari Luz murió a las pocas horas en la Clínica de La Concepción ante el dolor y la ira de familiares y amigos. Otro asesinato masivo esa misma tarde en el despacho de los abogados laboralistas de la calle Atocha, hizo que esta muerte fuese un número más del “enero negro” de 1977.

En 2012, el movimiento estudiantil de mi facultad consiguió renombrar el Salón de Actos con su nombre, realizando un necesario* homenaje a una persona que la universidad mantuvo 35 años en el olvido. Este pasado mes de noviembre, casi siete años después, el mismo Salón Mari Luz Nájera acogió las Jornadas de Memorias, Derechos Humanos y Ciudadanías. De la Transición al 15M en las que estudiantes, profesores y personas de la sociedad civil compartimos reflexiones sobre el pasado traumático de nuestro país y el silencio que se impuso a cerca del mismo. Su nombre sobrevoló todas las jornadas, que fueron también un homenaje a mucha otra gente, como Nicolás Sánchez Albornoz, cuyo compromiso social no nos podemos permitir olvidar porque nos ilumina el presente.

En una Transición que todavía se intenta vender como modélica, pacífica y consensuada, casi 600 personas murieron por defender una España democrática con derechos y libertades en donde no tuviese cabida un continuismo franquista en las instituciones. Por el contrario, lo que más se nos repite de forma un tanto insistente, como si hubiese miedo de que lo cuestionásemos, son los nombres de políticos, y bien engrandecidos, a los cuales se les adjudica el éxito de acabar con la dictadura, haciendo un relato del proceso político exclusivo de unas élites y excluyente hacia la ciudadanía.

La juventud somos el grupo social más desarraigado de ese momento histórico, por cuestiones fundamentalmente temporales, pero es que además, hemos sido privados de diálogos intergeneracionales que nos ayuden a entender el pasado y por qué estamos donde estamos. Nuestros padres y abuelos vivieron en mayor o menor medida, la larga represión y la dura censura política de una dictadura cruel. Nosotros, sus hijos y nietos tenemos desconocimiento y desinformación porque es algo que ni hemos vivido ni nos han contado. Esa imposición desde arriba de negarnos el derecho a conocer nuestra historia es la condición necesaria para impedirnos imaginar nuevos proyectos de país que desborden las actuales fronteras de nuestro sistema político, consagradas por la Constitución de 1978. Sin embrago, nuestra generación ya está empezando a sacudir el miedo, el olvido y el silencio que tantas veces caracteriza a nuestra sociedad cuando se habla del pasado franquista.

Algunos dicen que vale ya de hablar del pasado y que pasemos página de una vez. Nuestro empeño en recordar a Mari Luz no es por ningún fetiche histórico, es porque su ejemplo es un anclaje democrático indispensable para situar posiciones políticas con las que construir un presente digno para nuestro país, que aleje a aquellos para los que la palabra democracia no significa nada. El interés que tiene la memoria es que sirve para cambiar nuestra realidad actual, porque si bien pensamos nuestro pasado desde el presente, también pensamos nuestro presente en base al pasado. Es por ello urgente e ineludible articular una dialéctica en torno a los derechos humanos de hoy y de ayer.

Las Naciones Unidas establecen los objetivos de verdad, justicia y reparación como fundamentales para superar procesos de violación sistemática de los derechos humanos como ocurre con la dictadura franquista. Estos objetivos a día de hoy siguen sin cumplirse, a pesar de reiteradas llamadas de la sociedad civil y del movimiento memorialista, cuya labor ha sido admirable en estos últimos años. Como juventud española, forma parte de nuestro compromiso intergeneracional trabajar políticamente en todos los ámbitos (académico, activista e institucional) para que esta agenda de derechos humanos ocupe el sentido común de nuestra sociedad e implique una serie de políticas públicas orientadas a dar justicia a las víctimas del franquismo y a garantizar nuestro derecho colectivo a la memoria democrática.

Aquella estudiante de mi facultad que fue asesinada en el día de hoy de un frío invierno de 1977, no dio su vida para que la recordásemos unos pocos. Nuestro reto es conseguir que España entera recuerde a Mari Luz Nájera y a quienes empujaron desde abajo la democracia, porque son ellos y no otros, los que se merecen nuestro mayor homenaje y agradecimiento por su lucha y su determinación para conseguir un país mejor. Puede parecer una tarea imposible pero solo se requiere valentía, inteligencia e imaginación; y la juventud ya hemos demostrado que los imposibles a veces solo tardan un poquito más en hacerse realidad.

Porque fueron somos, porque somos serán.

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