Un 2025 con más soluciones y menos francotiradores
El ciclo anual es una excusa para hacer propósitos de enmienda y poner en los listados nuevas esperanzas, como si algo pudiera empezar de cero en la Tierra por el mero hecho de que el planeta haya completado su vuelta al sol.
Si el giro en el universo tuviera un reflejo sanador y purificador atmósfera adentro, sería interesante marcarse como propósito un 2025 en el que se atendieran algunas prioridades, después de un 2024 marcado por un debate público con monólogo de las causas judiciales –unas más armadas y otras más solubles–. Sobre todo que hubiera debates de importancia más allá de informes de la UCO, instrucciones e imputaciones de casos racimo que son el salvavidas que espera la oposición para conseguir en las salas de justicia lo que no consiguió en las urnas o, mejor dicho, lo que fue incapaz de conseguir negociando apoyos parlamentarios pese a ser el partido más votado.
Ojalá en 2025 se aclare lo que fue y lo que no fue y nos quede claro qué fue un escándalo y hablemos de ello. Porque si todo es un escándalo, nada es un escándalo. Mientras eso se aclara, hay que embridar el desmadre de precios de la vivienda: que las personas puedan tener una casa sin tener que esperar donaciones de padres, loterías o que puedan llevar las vidas que quieren llevar. Es hiriente que se pretenda resolver la natalidad de un país dando cheques o financiando grupos antiaborto, en lugar de favorecer las condiciones materiales propias (como muestra, la edad media en la que se convierten en padres los futbolistas). El tema apela a todas las administraciones durante muchos años, es una apuesta país que, o se ataca, o nos empobrece.
En el año que vamos a estrenar es imperativo darles un futuro a los 6.000 niños que llevan esperando desde verano en Canarias a tener una vida y a que alguien les acepte: sin familia, sin escolarizar, macerando el abandono al que les está sometiendo la pugna política entre la derecha, que les ha tomado como rehenes. Su mera existencia ha generado que Vox rompiera los gobiernos autonómicos con el PP, que no acaba de querer negociar. Ahora alguien tendrá que tener la valentía de decir que, en un país de 48 millones, hay que darles un futuro a 6.000 seres humanos con sus miedos, sus virtudes y sus defectos.
Aparte de hablar del juez Peinado y de si encuentra o no otro fleco con el que investigar a la mujer del presidente, 2025 será el año en el que habrá que resolver los efectos de la Dana en València. Siguen sin coche, sin casas y dependiendo de las buenas voluntades de familiares y amigos. Habrá que repensar también cómo y dónde se construye a partir de ahora. O cuánto ocupan, se llevan y dejan, los turistas que visitan las ciudades españolas. Cómo de larga ha de ser la alfombra que se les ponga y cuánto deben aportar a lo público sin llegar a desincentivar su visita.
Aunque se hable tanto de justicia y presuntos delitos y haya francotiradores que aprovechan cualquier oportunidad para hablar de corrupción, política fallida o incluso “dictadura”, el Estado es tozudo y sigue funcionando, legislando y resolviendo, en todas sus dimensiones, desde lo local a lo nacional, gobernado por todos los partidos, aunque no hablemos de ello. Se ha aumentado el salario mínimo, la economía acelera, se ha puesto coto al móvil en los colegios en muchas comunidades autónomas, se ha aprobado una ley ELA y se ha quitado el término insultante “disminuidos” de la Constitución por consenso. También ha habido lecciones de humildad y coraje, como el de los miles de voluntarios que han quitado fango. Las carreteras siguen siendo reparadas, la sanidad pública sigue haciendo cirugías sin pasar factura, los colegios siguen abiertos y los jueces abordan investigaciones y sentencias justas para millones de ciudadanos con escasos medios. Los árboles siguen siendo podados y las calles, baldeadas: en 2025 habría que poner coto también al catastrofismo que ha traído la ultraderecha, porque si todo es un desastre, nada es un desastre.
En 2025 avanzarán las causas judiciales, unas a más y otras a menos. Pero no olvidemos que la presión en la conversación pública y ciudadana pone en la agenda las causas justas y achica las espurias. Hablemos, pero no solo de lo que otros quieren, de lo que nos divide y enfada para regocijo de los Musk y los antisistema. Hablemos de lo que nos conviene y beneficia como pueblo. Hablemos más y gritemos menos.
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