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Alivio en Europa, desnorte en el PP

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, votando en el Colegio Ramiro de Maeztu de Madrid.

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Las elecciones europeas dejan un titular claro: Europa hoy es más ultra que hace cinco años. La respuesta de millones de ciudadanos a la pandemia, la guerra, la inflación o al cambio de paradigma económico ha sido repliegue nacional, cultural e identitario, propuestas de menos normas y menos inmigración, de menos UE, especialmente en países como Francia o Alemania. 

Pese a la esperada subida ultra –un compendio diverso de partidos con sus singularidades– la gran coalición que ha gobernado Europa, formada por los populares, socialdemócratas y liberales, aguantaría y existe la posibilidad de que sumen o que se puedan unir los verdes sin que haya que recurrir a Meloni o sus compañeros de filas, como deslizó Von der Leyen al principio de la campaña para curarse en salud en caso de que necesitara sus votos. 

Aunque él no tenía nada que ganar ni que pactar, Alberto Núñez Feijóo también se curó en salud sin necesidad y secundó la normalización de Meloni, ese mismo día, cuando arrancaba la campaña de las europeas. El primer error estratégico de muchos otros que han acabado por aguarle al líder del PP su plebiscito contra Pedro Sánchez, al que ha ganado por dos escaños. Tantas expectativas puso que, ganando, ha perdido, como le pasó el 23J.

Otra vez le ha fallado la intuición, la misma avería que tiene al Partido Popular desnortado hace meses, sin saber cómo absorber a Vox, cómo neutralizarlo y cómo morder a un Pedro Sánchez que es capaz de volver a favor lo que empieza en su contra: el miedo a la ultraderecha sigue funcionando. 

Feijóo empezó con mal pie la campaña, porque le regalaba a Pedro Sánchez el marco que deseaba, el que decoraba la foto de los pactos municipales y autonómicos de PP y VOX. Continuó la campaña con otra declaración que no necesitaba hacer: abriendo la posibilidad de pactar con Junts una poco plausible moción de censura. Pactar algo con Junts, justo el pilar sobre el que reposa su estrategia de oposición del presidente de Gobierno. 

Y remató insistiendo en la corrupción de Begoña Gómez con una instrucción en pañales y de momento sin indicios claros. Como salsa final, Feijóo planteó un último reto que no necesitaba tampoco hacer antes del 9J, que estas elecciones fueran un “sí” o “no” a Pedro Sánchez, pese a que esa papeleta ya se metió en la urna hace 11 meses y a que el resultado de esa apuesta podía ser incierto. Este domingo le ha salido en la quiniela un “sí” tímido o, si se prefiere, un “no” inaudible, ya que ni la caída el 28M, ni la amnistía, ni el caso Koldo, ni la imputación de Begoña Gómez le han pasado gran factura: los socialistas han perdido solo un escaño.

El estado de opinión, la temperatura aparente en la calle, en las redes, en tiktok podía llevar a pensar que los ultras podían llegar a pactar un gobierno en Europa o que los españoles mostrarían su enorme enfado a Sánchez con papeletas además de con lemas. No se ha constatado con rotundidad ninguna de las dos cosas, lo que a su vez constata que una cosa es el rezo de rosarios, los memes, las protestas y las grandilocuentes declaraciones y otra es el santo mandato de los ciudadanos. No confundir.

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