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Ayuso es el titular, la vivienda y el tren son los problemas

Manifestación contra la turistificación y por el derecho a la vivienda en València.
22 de octubre de 2024 22:27 h

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Seamos sinceros: Ayuso es una máquina de escupir titulares llamativos. Ella lo sabe, Miguel Ángel Rodríguez lo patrocina, los periodistas lo elevamos a portada. Pone tan al límite las costuras de la institucionalidad que genera una atracción morbosa como la generaron en su día Vox o Trump. Causa emociones de sorpresa, incredulidad, rabia o entusiasmo, según la parroquia. Activa la inquietud y es noticia, porque gobierna el lugar de España donde se hacen los negocios y las leyes, porque encarna un modelo contrapuesto al de su vecino de La Moncloa. Seamos sinceros, yo misma he puesto Ayuso en el titular de esta columna.

Con su ubicuidad ultra da coartada a Feijóo, que ahora parece el PP moderado aunque sea capaz de relacionar inmigración con delincuencia o deslegitime los días impares el resultado electoral del 23J sin teñirse las manos ni despeinarse. A la vez, Ayuso es su piedra del zapato, porque le resta protagonismo y le empuja a buscar su sitio en un debate de síes y noes, donde la simplificación ha entrado en el tuétano de la conversación social.

Con su brutalismo, Ayuso genera una necesidad de respuesta en las filas de enfrente y vemos al Gobierno hacer derechazos y reveses para defender su modelo social, para devolver pelotas que nos mantienen entretenidos y partidarios de A o de B.

El titular está claro, pero vayamos al texto. Lo vital es otra cosa: la vivienda, los salarios, la cesta de la compra, la jornada laboral y, recientemente, el transporte ferroviario de larga distancia (el de Cercanías es un descarrile desde hace lustros).

Hace dos años coincidí con el entonces líder de Podemos en la Comunitat Valenciana, Héctor Illueca, que mantenía que el problema de este país iba a volver a ser la vivienda. Ahora parece evidente, pero en 2022 fue ese el único grupo político que visionó y presionó para que saliera adelante una ley que no ha sido la solución total, pero al menos lo ha intentado.

Hoy, en Valencia, donde Illueca dijo aquello ante la mirada incrédula de muchos, acampan decenas de jóvenes –que representan también a personas mayores– que no están dispuestos a renunciar a vivir solos o tener familia sin dar la protesta. Es una generación sin armario donde guardar sus cosas y sin proyecto vital a largo plazo.

Para que eso cambie no es suficiente una ley, ni construir mucho ni limitar precios. Hay que hacer todo eso en todas partes todo el rato. Sobre todo, hay que tener la valentía de enfriar la rentabilidad de unos para hacer espacio a la dignidad de todos.

A los gobiernos de todos los colores, mientras dan la importante batalla ideológica, se les va a juzgar por su capacidad de escucha, por su implicación en los problemas urgentes y la mejora del estado del bienestar para todos. En la vivienda, en el transporte, en los salarios, todas las administraciones cuentan. Además de cultivar la diferencia entre modelos sociales, sin ánimo de desmerecer la política de las ideas, hay que cultivar los afectos de la sociedad a la que se sirve, no sea que un día haya tal cabreo que se dejen de leer –aún más– los titulares.

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