Carta abierta a Cristina Cifuentes
Esta semana, Cristina Cifuentes ha dado una entrevista a SModa, como todas sabemos ya a estas alturas. Me puedo imaginar la cara de la periodista cuando le tocó elegir el titular, teniendo en cuenta que cada frase que dijo la presidenta de la Comunidad de Madrid era más risible que la anterior. Al final, El País, optó por tuitear el artículo varias veces, usando varias: el éxito de clics estaba asegurado y ellos lo sabían.
Pero como toda opinión machista merece una respuesta (máxime si hablamos de alguien con tanto poder) me ha parecido oportuno escribirle una carta a la política más cool del Partido Popular, tomando las preguntas de la periodista y sus respuestas como percha.
A Cristina Cifuentes:
Aun a riesgo de que nunca me lea, empleo esta columna para contestarle a su entrevista. Ojalá la tenga en cuenta si le llega:
Pregunta: “¿Hasta qué punto la imagen, la forma de vestir y estar es importante para un político?”
Respuesta: Desde luego que cuenta. Yo creo que cuando estás representando a los ciudadanos, tienes que hacerlo con dignidad, y eso incluye cuidar tu aspecto físico. Pero también es verdad que a las mujeres políticas se nos exige más. Cuando un hombre va a un acto, la noticia es lo que dice. Cuando va una política, a veces, se destaca más lo que lleva puesto. Lo que yo pretendo con la imagen es simplemente mostrarme como soy.
Para empezar, señora Cifuentes, he de confesar que no sé qué es vestir “con dignidad”, imagino que lo que usted hace en dicha entrevista: probarse modelitos de unas cuantas firmas y posar con ellos tras ser maquillada y peinada por estilistas presentes allí ad hoc. Imagino que a esto se refiere usted también con “representar a la ciudadanía”, vestir prendas de diseñadoras como Adriana Iglesias, cuyos vestidos superan por norma los 1000 euros. Pero obviando esta parte, pasa algo curioso al principio de esta entrevista, y es que usted admite que la presión sobre las mujeres y su aspecto es desproporcionado, hasta el punto de no importar demasiado qué dicen o hacen, sino cómo lucen. Y digo que es curioso por los derroteros que tomó su discurso a continuación:
P: “Ahora participa cada día en comités en los que se maneja mucho poder. ¿Sin tacón no hay reunión?”
R: ¡Ja, ja! Esta frase es una broma que repetimos entre las chicas del equipo. Está bien frivolizar en algunas ocasiones. Decimos que “sin tacón no hay reunión” y también que “hay que hacerse la rubia”. Cuando te reúnes con hombres y “te haces la rubia”, pero sin bajar la guardia, consigues muchísimo más.
Las risas del “Sin tacón no hay reunión” imagino que son debidas a que le parece divertido ceder y colaborar con esa presión de la que se quejaba antes: si no llevo los accesorios que se le imponen a mi género, no puedo dar directrices en una reunión, ya que lo primero que cuenta de mí es el aspecto.
“Está bien frivolizar”, asegura usted a continuación. Es muy propio frivolizar cuando realmente a una le da igual la presión que haya sobre el cuerpo de las mujeres, pero la realidad es que hay empresas que, directamente, te obligan a llevar tacones. Algo como “sin tacones no hay curro”, pero sin risas. Yo misma he tenido que llevarlos a diario durante años cuando era auxiliar de vuelo, sin embargo, jamás me dieron ganas de reírme con un “sin tacón no me monto en el avión”, porque realmente era una tortura estar 16 horas de pie en un Madrid-Buenos Aires subida en aquellos palos. Y como yo, muchas, muchísimas más. Eso sí, nosotras no teníamos la autoridad para decidir sobre nuestra indumentaria, quizás por eso nos hacía menos gracia. (O a lo mejor, simplemente, es que no éramos “rubias”, y por eso no conseguíamos que nos dejaran ir a trabajar con zapato plano, quién sabe).
P: “¿Qué significa exactamente ”hacerse la rubia“?
R: Hacerte la tonta, hacer como que no te enteras…
Que la presidenta de una comunidad autónoma refuerce estereotipos machistas, no sólo con su actitud sino con su discurso, es sencillamente increíble. Está claro que el feminismo no repite lo suficiente que los estereotipos machistas generan violencia y matan a mujeres. Mujeres como usted, mujeres como yo, mujeres como las que están leyendo estas líneas. O quizás sí lo intuye usted, pero prima el hacerse “la rubia” incluso en las entrevistas. Dirá usted que estoy siendo dura, pero como dicen muchas de las pancartas feministas de esas manifestaciones a las que usted no va: “Perdonen, pero es que nos están matando”.
P: “A muchas feministas eso (hacerse la rubia) les parecerá horrible…”
R: Bueno, yo creo que también el feminismo va cambiando. Antes había más estereotipos. Es como decir que si eres feminista no te puedes pintar el ojo, ni te puedes arreglar, ni ponerte tacón. Tengo amigas que son feministas y van perfectamente arregladas.
Es cierto que antes había más estereotipos, pero machistas, no feministas. Si ahora hay menos es gracias al feminismo, y si vamos lentas es por culpa, entre otras cosas, de mujeres como usted, señora Cifuentes, con un discurso completamente irresponsable, que hace que al feminismo le cueste más pelear contra ellos.
Además miente usted, quiero pensar que por ignorancia: ¿quién dice que ser feminista es incompatible con pintarse el ojo? Yo lo hago a veces, pero no se me ocurriría nunca decir que es feminista, o que hacerlo no está vinculado a los cánones de belleza patriarcales. Soy feminista, me pinto la raya del ojo y, además, soy capaz de analizar que lo hago porque me veo a mí misma más guapa: siendo “guapa” lo que entendemos en este siglo y en esta sociedad por estar “guapa”, que no tiene por qué concordar con otras sociedades o con otras épocas. Y ese verme más guapa no lo marco yo, me lo imponen desde pequeña. Al igual que a usted. Podemos estar condicionadas y presionadas para vestir y maquillarnos cómo se espera que hagamos, pero no olvidar de dónde vienen esas tendencias.
Y, por supuesto, defender que pintarse el ojo o ponerse tacón es “ir arreglada” nos lleva a la conclusión que no hacerlo es no ir adecuadamente (o dignamente, como usted prefiera). El propio adjetivo de “arreglada”, por mucho que lo hayamos normalizado, no significa otra cosa que eso: “arreglar”. Y sólo las cosas imperfectas o rotas se arreglan. No casa entonces con su defensa al principio del ¡hay que ver cómo nos presionan para ir perfectas, no prestan atención a qué hacemos o decimos! No sólo no casa, sino que usted misma ejerce esa presión sobre otras mujeres tras haberse quejado de eso mismo.
(Ni qué decir tiene que el “tengo amigas feministas” es el nuevo “no soy racista, tengo un amigo negro” o el “cómo voy a ver machista si me he criado entre mujeres”, pero eso ya lo ha leído mil veces desde ayer en sus menciones de Tuiter, no le descubro nada nuevo).
P: ¿Es usted una de ellas (feminista)?
R: El feminismo tradicional ha tenido un papel muy importante, sobre todo en la época en la que había que legislar para lograr la igualdad. Pero ahora, esa fase ya está superada, la igualdad legal ya existe. El problema del feminismo tradicional es que en algunas ocasiones se ha identificado con la defensa de las mujeres, pero a costa de ir en contra de los hombres. Yo creo que ellos han de ser nuestros aliados, no nuestros enemigos.
Después de leer las anteriores respuestas, ya cualquiera vaticinaba la catástrofe, y así fue. Empezando por hablar en pasado del papel del feminismo en un país donde hoy matan a una media de 68 mujeres al año y violan a una cada siete horas, y terminando por asegurar que en España hay igualdad legal. Esta parte ya la ha explicado mi compañera Marta Peirano en un artículo imperdible llamado “No te hagas la rubia, Cifuentes: la igualdad legal no existe, en parte gracias a ti”, que le recomiendo que lea.
No sólo habla usted en pasado del feminismo, además le añade un apellido: “Feminismo tradicional”, que ya me gustaría entender qué feminismo es ése. Es obvio que el feminismo es algo ajeno a usted (entre muchas y muchos otros en la clase política), y también algo pasado de moda, obsoleto, por eso lo de llamarlo “tradicional”. ¿Será el feminismo radical tradicional? Puede que sí, teniendo en cuenta que nació en los años 70 (las feministas nunca sabemos por dónde nos van a venir los tiros, igual somos unas peligrosas extremistas radicales que somos una antiguallas que tienen que renovarse un poquito y ponerse los tacones que estén en boga).
Lo que llama la atención es que alguien que desconoce tan profundamente la lucha que le ha permitido dedicarse a la política (y opinar sin el permiso de un hombre) se arrogue la autoridad para señalar cuáles son “los problemas” del mismo movimiento del que no sabe absolutamente nada.
Señora Cifuentes, en el feminismo tenemos muchísimos problemas, pero ninguno de ellos es defender a las mujeres a costa de los hombres, este argumentario se espera de alguien de Forocoches, pero no de una mujer con el poder de hacer políticas que luego van a incumbirnos a todas.
Da miedo, por otra parte, pensar a qué llama usted “aliarse con los hombres”, teniendo en cuenta que para relacionarse con ellos se hace usted la tonta, tomándolos entonces por tontos a ellos. Lo que es evidente es que los hombres no necesitan que usted vele por ellos, y mucho menos que los enemiste con el feminismo: enemistados ya están, y protegidos también. Lo que necesitamos las feministas es que usted lea, que lea muchísimo, y que se informe antes de echarnos a los leones, porque ser feminista, entre otras cosas, te agencia un sinfín de problemas y obstáculos reales (que ya conocerá usted si tiene a bien tomar conciencia), como el de que te prejuzguen esos hombres que usted intenta defender, y te traten de forma más dura y exigente: las que no nos hacemos “las rubias”, y pretendemos que nos traten como iguales y no como a tontas, lo tenemos cada vez más difícil, y eso, parafraseando a Marta Peirano, es también en parte gracias a personas como usted.
P: “Es cierto que la igualdad ya está en las leyes, pero no en la realidad, en nuestro día a día”.
R: Aún existen muchos micromachismos y tenemos que seguir reivindicando la igualdad, porque hay muchas mujeres, entre las que me incluyo, que hemos tenido la suerte de no haber sido discriminadas, pero hay muchas otras que lo siguen siendo.
Es curioso cómo cambia usted su discurso: por una parte le exigen la perfección al vestir, se queja de que le prestan más atención a cómo viste que a qué hace, asegura que necesita hacerse la tonta para conseguir cosas, y acto seguido dice usted que jamás ha sido discriminada. Llegados a este punto cabe preguntarse... ¿qué es lo que entiende usted por discriminación exactamente?
Este mismo diario hizo un vídeo feminista en el que usted colaboró, y en él relató el machismo al que se enfrentaba: ataques machistas, insultos sobre su aspecto, juicios hasta sexuales sobre usted... Sin embargo, el papel del feminismo fue importante en “la época en la que hacía falta legislar”. Parece que amolda usted su discurso al medio para que el esté dando la entrevista. Cuando se intenta gustar a todos acaba una por traicionarse a sí misma, y esa parte, sinceramente, me da un poco igual, el problema es que traiciona a la vez a todas las que comparten género con usted, y por las que podría estar haciendo muchísimo más. De hecho, con que haga algo, ya estaría haciendo más de lo que hace a día de hoy por las mujeres.
Quizás usted ni se dio cuenta, pero mientras grababa aquel vídeo en eldiario.es, unos metros más allá de la redacción, en Sol, ocho mujeres gallegas se manifestaban en huelga de hambre para exigir a su Gobierno que se suspendan los regímenes de visitas a los padres condenados por violencia machista. ¿Sabía usted que esto pasa todos los días en este país donde el feminismo no hace falta porque está todo legislado? Pues sí, mujeres supervivientes de la violencia machista tienen que llevar a sus hijos e hijas ante su agresor. Le pregunto si sabe de la existencia de esto mismo porque hasta la fecha no ha dicho ni mu.
Por el bien de todas, señora Cifuentes, salga a la calle, mézclese con las mujeres que caminan planas, que van sin pintar, mézclese con las morenas y con las canosas, hable con feministas que van “arregladas” y hable también con las que van “sin arreglar”, escuche a las compañeras que tienen conciencia feminista, reflexione sobre lo que aprenda, debata, comparta sus dudas con ellas, y luego, opine. El problema es que si se dedicara a hacer todo esto, la única alternativa que le quedaría a su conciencia es abandonar el Partido Popular por la primera puerta que se encontrara. Y usted lo sabe.