¡Qué escándalo, la Constitución es el marco!
Una ciudad marroquí, un café, un piano, un amor perdido, una canción y el silbato de aquel sarcástico policía que llama a sus guardias a cerrar el local de Rick. ¡Qué escándalo, aquí se juega!, responde cuando le preguntan por la razón de la clausura mientras un empleado del local le entrega un sobre diciéndole “aquí están sus ganancias de esta noche”. Impostura. Farsa. Comedia. Llámenlo X. Hay respuestas a muchas preguntas que están en las grandes películas de la historia. Es el caso de Casablanca. Luego está lo que la vida, la política y la experiencia enseñan: que no hay democracias perfectas; que en el debate partidista todo vale y nada cuenta o que en tiempos de tanta hipocresía, cualquier obviedad da para todo tipo de lecturas.
Pasa cada año. Cada Navidad. Y en cada discurso de Felipe VI. El décimo con el que quiso felicitar la Nochebuena no podía ser distinto. ¡Qué escándalo, la Constitución es el marco! Pues claro, lo contrario hubiera sido negarse a sí mismo. Sin la Carta Magna no habría monarquía, ni estado de derecho, ni separación de poderes, ni derechos.
Hay cosas que no se discuten: que la tierra es redonda, que la luna es blanca, que el agua se evapora, que el cielo es azul, que los perros ladran o que a los políticos y a los medios que les siguen les gusta sacar petróleo de dónde solo hay palabras huecas. Esto es leer a Felipe VI según interesa. Olvidan que los discursos del rey pasan por el filtro del gobierno antes de ser pronunciados. Que el rey es el jefe del Estado, pero todos sus actos deben ser refrendados por el Ejecutivo. Que la monarquía sólo ejerce un papel moderador en el sistema político español y, en consecuencia, no puede ni debe tomar decisiones políticas, ya que no ha sido elegida. Que no tiene ningún poder. Que si tomase decisiones políticas, España no sería una democracia. Que no tiene responsabilidades sobre las leyes que firma. Que su neutralidad en asuntos políticos es la clave de bóveda que sujeta el sistema. Y que Felipe VI, aunque a veces no disimule los gestos, no puede tomar partido por ninguna decisión política.
Así que elijan a su gusto. Cuando Felipe VI dice que la democracia requiere de consensos básicos puede referirse veladamente a esa oposición del “no a todo” o al gobierno por no hacer todo lo que esté en su mano para alcanzar cualquier entente. Y cuando añade que todo ciudadano “tiene derecho a pensar, expresar y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás” puede que esté llamando la atención de los ultras que se manifiestan, insultan y escrachean las sedes socialistas o puede que el mensaje vaya dirigido a los independentistas.
Lo mismo pasa cuando afirma que “gracias a la Constitución conseguimos superar la división, que ha sido causa de muchos errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a las personas”. Unos pueden interpretar que habla de la guerra civil, pero claro no menciona los muertos, ni al franquismo ni a la dictadura… Y otros, que se refiere a la declaración unilateral de independencia de Catalunya. En todo caso, pedir que se evite “que el germen de la discordia se instale entre nosotros” vale para todo y para todos. También para los cuñados que en la cena de Navidad comentan el discurso antes incluso de que haya terminado e incluso, sin escucharlo.
Con todo, los comentarios de los más enterados han circulado en torno a las 14 menciones de la Constitución. Una primera para poner en valor “no sólo como valor democrático de presente y de futuro, sino también como instrumento y garantía imprescindible para que la vida de los españoles pueda seguir discurriendo con confianza, estabilidad y certidumbre”. Una segunda para que “preservemos su integridad” y su “razón de ser como pacto colectivo”. Una tercera para advertir que fuera de ella no hay democracia ni convivencias posibles, ni libertades, ni ley, sino “imposición, arbitrariedad” y una España sin paz ni libertad. Hay quien ha visto intenciones de comprar el marco de que la Carta Magna está en peligro, como sostienen las derechas, y hay quien cree que nada está en riesgo. Vamos que si la democracia estuviera en riesgo o fuera camino de una dictadura, la mención hubiera sido mucho más explícita.
¿Y a quiénes se refería cuando dijo que cada institución, comenzando por el rey, debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde y ejercer las funciones que estén atribuidas? ¿Al Parlamento para que no se entrometa en el trabajo de los jueces? ¿Al Poder Judicial para que no cuestione la labor del Gobierno? ¿A todos los poderes del Estado? Sin más a la separación de poderes. Pues eso: que los jueces a juzgar; el gobierno a gobernar y el Parlamento a legislar porque lo contrario, no traería nada bueno. Ni para España ni para la monarquía.
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