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Más hablar y menos wasapear

Andrés Ortega

Seguramente mucha gente habrá enviado y recibido muchos wasaps (es la adaptación adecuada al español, según la Real Academia) para felicitar estas fiestas y un Año Nuevo que se presenta tan interesante. La gente cada vez envía más wasaps, lo cual puede tener consecuencias sobre las relaciones sociales de cada cual y sobre la sociedad que se está construyendo, en nuestro país y en otros.

En unos años las nuevas formas de comunicación hacen que a la vez que aumentan los vínculos –los “contactos” en Whatsapp, los “amigos” en Facebook, y otras denominaciones en otras redes sociales- las relaciones tecnológicas hagan menos necesarios, o eso parece, los encuentros “cara a cara”. Hace tiempo que el sociólogo Robert Putman estudió la creciente soledad entre los estadounidenses en un libro significativamente titulado Jugar a los bolos solo, lo que en este país hubiera equivalido a “la partidita (de mus, de dominó) solo”, pese a que nuestros bares están llenos (aunque cada vez la gente habla a la vez que manipula el móvil, en torno al cual acaban muchas conversaciones).

La empresa Whatsapp (ahora propiedad de Facebook) no proporciona datos sobre media de uso para sus usuarios, que cifra en el mundo en 600 millones, todo un éxito para un servicio que empezó en 2009, es decir, ayer. Pero la experiencia de cada cual es notable. Se mandan más wasaps, si acaso más correos, y se llama menos, se habla menos, incluso por el móvil. En EEUU, la empresa Ofcom señala que la persona media en EEUU envía 50 textos a la semana. Un 96% de los jóvenes entre 16 y 24 años utilizan los mensajes instantáneos todos los días para comunicarse con su familia o amigos.

Whatsapp se utiliza en un 96,4% frente a otras alternativas para mensajería instantánea, y en un 70% para la familia y amigos, según el Barómetro del CIS de septiembre pasado. A la pregunta de si se considera que en los últimos años el uso de las nuevas tecnologías (Internet, teléfono móvil) ha hecho que la comunicación entre padres e hijos haya disminuido, un 52% de los encuestados en España contesta pues eso, que sí.

Según un cálculo que cita Susan Greenfield, en un estudio sobre cómo los nuevos medios electrónicos cambian nuestra mente (“Mind Change”, 2014), en 1987 empleábamos seis horas al día en interacciones cara a cara, y cuatro por la vía electrónica. Veinte años después, la proporción se había invertido: ocho horas a través de una pantalla y sólo dos y media cara a cara. Y en la actualidad, aún más.

La tecnología nos está cambiando. Nos permite cosas impensables hace tan sólo unos pocos años. Con Whatsapp se pueden enviar fotos y videos y estar en contacto con amigos o familiares hasta en China u otros lugares lejanos a los que sería caro o incómodo llamar. La capacidad de interrelación se ha multiplicado de forma exponencial. Pero tiene sus inconvenientes y hay que diferenciar.

Según lo ve Byng-Chul Han (En el enjambre), “los medios electrónicos, como la radio, congregan a hombres, mientras que los digitales los aíslan”. Para el coreano que se ha convertido en referencia filosófica en Alemania “la comunicación digital es pobre en mirada”. Incluso a través de Skype, gracias al cual “podemos estar cerca los unos de los otros las veinticuatro horas del día pero dejamos constantemente de mirarnos”.

En España un 54% utiliza las redes sociales para mantener el contacto con quienes no pueden verse de manera más frecuente, lo cual es significativo. Facebook es la red más usada (90,5%), seguida de bastante lejos por Twitter. Pero luego hay un problema de atención. El usuario medio de Facebook comprueba su muro 14 veces al día. En España, según el CIS, un 46,7% consulta continuamente su aplicación de Whastapp –que usa un 64,8% de la gente en su móvil-, y 41,9% varias veces al día.

Estamos en un mundo de más solitarios. El número de personas que viven solas crece día a día en nuestras sociedades desarrolladas. La mayor conectividad puede compensarlo, pero sólo en parte, y menos aún cuando está demostrado que los más solitarios, y los más tímidos, son los más apegados a sus pantallas. Que este mundo esté mucho más conectado no significa que esté más humanizado. Pues hay que percatarse de que, como señala Ryan Holiday (Trust Me, I’m Lying: Confessions of a Media Manipulator), “los medios sociales no son un conjunto de herramientas para permitir a los humanos comunicar con los humanos. Es un conjunto de mecanismos incrustados para permitir a las tecnologías usar a los humanos para comunicar entre sí”.

Es muy distinto, ¿no? Nos adentramos en el Internet de las cosas, o el Internet de todo. Pues eso, llamémonos y quedemos. Para vernos y hablar. No quedemos por wasap. Que a veces no llegan. Ya es la excusa perfecta: “Te mandé un wasap”. Aunque no lo hiciera. Buen año.

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