Hoy Colombia elige. ¡Vamos a vivir sabroso!
Hace un año llegué a la sección de opinión de este diario buscando hablar a través del dolor y la impotencia. Necesitaba contarles que en las calles de Colombia el gobierno de Iván Duque estaba reprimiendo brutalmente a la gente que se movilizaba reclamando derechos. Una represión policial de niveles nunca antes vista en las últimas décadas en América Latina, como afirmó Human Right Watch en ese momento. Necesitaba que el mundo supiera las arbitrariedades que se cometía contra la población civil, miles de heridos, centenares de asesinados y desaparecidos que fueron apareciendo descuartizados en los ríos de Colombia con el silencio y la complicidad absoluta del gobierno.
Un año después, me ilusiona contarles que Colombia tiene la posibilidad de elegir y dejar atrás toda esa historia de dolor e injusticia. Una que arrastra desde hace cientos de años y que se recrudeció con uno de los conflictos armados más largos y cruentos del mundo; con actores armados del Estado, guerrillas, grupos paramilitares y bandas criminales.
El estallido social que se vivió el año pasado fue un grito ahogado de desesperación por el abandono estatal que tiene a más de 7 millones de personas aguantando hambre, a 16 millones de personas comiendo dos comidas o menos al día y a más de 300 niñas y niños que han muerto en los dos últimos años por desnutrición. La situación de pobreza y desigualdad es abrumadora y esta se agudiza si se trata de personas campesinas, afro o indígenas. La inflación está disparada y el peso colombiano cerró el año pasado siendo la moneda más devaluada de toda América Latina. La situación de violencia contra las mujeres es insoportable, solo en lo que va del año se han cometido 222 feminicidios. Sabemos que la historia no cambia de un día para otro y que tantas brechas no se cierran en un parpadear de ojos; pero ya es hora de empezar.
Este domingo, Colombia elige entre una opción de continuismo y de populismo machista en cabeza de Rodolfo Hernández; que aunque dice luchar contra la corrupción tiene abiertas diversas causas penales, entre otras por el delito de celebración indebida de contratos (buscaba beneficiarse económicamente de contratos públicos cuando fue alcalde de Bucaramanga). Además, está arropado por las toldas uribistas y se ha negado de todas las maneras a sostener un debate público con el otro candidato presidencial. Al punto que ha tenido que ser un juez de la república quien, protegiendo derechos constitucionales, lo obligue a exponer públicamente sus propuestas y a sostener ese debate que al momento en que se escribe esta columna aún no se ha realizado.
Del otro lado está la opción de cambio progresista por primera vez en la historia democrática del país, representado en Gustavo Petro y Francia Márquez —quien además ha sido toda una revolución política en estas elecciones—. Petro, que con esta enfrenta su tercera candidatura presidencial, ha encontrado en Francia Márquez una gran compañera de fórmula, pues ella ha logrado ser punto de encuentro de todas esas personas que no simpatizaban mucho con Petro y que ven en ella a una persona que viene del activismo ambientalista, feminista y antirracista y que conoce a Colombia en todas sus dimensiones. Las presiones y amenazas que han sufrido han sido tantas, que han tenido que hacer su campaña incluso con chalecos y escudos antibalas.
España es el país de Europa en el que más población colombiana hay y la población colombiana es a su vez en España, la población latina más grande, con más de medio millón de personas. Muchas de estas personas han salido de allí por motivos de seguridad (hablamos del país donde más activistas sociales y medioambientales se asesinan en el mundo) y también por motivos económicos, buscando mejorar sus condiciones de vida. Una gran parte de esta población se encuentra en situación de irregularidad administrativa en España, pues aunque corren un riesgo real en su país de origen y las amenazas de grupos armados siguen vigentes, como lo han confirmado diversos organismos internacionales, el Ministerio del Interior dice lo contrario en sus resoluciones de negación de asilo. Y bajo esas circunstancias considerar un retorno es impensable.
Así que es inevitable ilusionarnos con una posibilidad de cambio real, porque las colombianas y colombianos allá y acá, tanto si es para volver o para que nuestras familias vivan en dignidad, queremos 'vivir sabroso'. Y vivir sabroso como nos lo han enseñado las comunidades afrocolombianas, es vivir sin miedo, vivir con derechos. Es el goce de la vida, es su respeto, su disfrute en condiciones de dignidad, algo que en Colombia se le ha negado históricamente a su población. ¡Vamos a vivir sabroso!
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