El invento para ser real
En última instancia, todo tiene arreglo, menos la dificultad de ser, que no lo tiene.
Quizá por el lugar en el que estamos y lo que hacemos, a estas alturas de agosto, podamos ahora prestar una atención ligera a un nuevo negocio que ha surgido para solucionar nuestros aparentes problemas, a base de crear nuevas disfunciones. Es la historia del siglo.
Se trata de una nueva red social que pretende corregir a otras de postureo -como Instagram o TikTok- a base de prometernos la redención de ser seres reales de nuevo. Lo dicen sin ambages, sé real, puesto que Be Real es su nombre. Ya hemos llegado a un punto en que nuestra propia y ontológica esencia depende de las normas de un negocio llamado red social. La nueva red tiene como objetivo acabar con el postureo, con los filtros y con los posados impostados para pretender devolvernos la realidad que hemos perdido (los que se la hayan dejado arrebatar). Así que Be Real, para devolvernos a lo real, lo que se plantea es cambiar la exhibición impostada por una obligación de mostrarte al mundo cuando te lo digan, pero de sopetón, sin que te dé tiempo a prepararte, como si lo malo fuera la preparación y no el siniestro asesinato de la intimidad que se vende como panacea.
Así funciona la nueva vuelta de tuerca que algunos llaman innovar. Be Real, al que te unes voluntariamente, te obliga a compartir contenidos con “amigos” siguiendo unas normas estrictas. Ya no puedes elegir de qué presumes para que sepamos de qué careces. Ahora la aplicación te marca el único momento al día en el que puedes subir una foto y te obliga a hacerlo en un máximo de dos minutos y con dos cámaras, una que te toma a ti y otra que coge el reverso de la acción. Todo el mundo compartirá a la vez esos dos minutos al día que te impongan a toque de algoritmo. La hora será variable. Un día pueden pillarte conduciendo, otro en el baño y al tercero fregando las losetas. ¡A sus órdenes! Aquí tienen mi intimidad porque como plantea la nueva plataforma “compartir y valorar entronca con la socialización”. Algo que algunos consideran que “enriquece” si lo haces cuando te mandan. Esto será mucho “más divertido” y “más emocionante” y menos falso porque las fotos se borrarán cada día y sólo te perturbará la atención una vez cada 24 horas.
Dicen que la cosa está triunfando entre la generación que llaman Z y que, como su propio nombre indica, parece ser la última del alfabeto, lo cual no es de extrañar dado el control personal y la pérdida de intimidad que están dispuestos a asumir. “Be Real es la primera plataforma espontánea e impredecible donde compartir, una vez al día, tus momentos más auténticos con tus amigos a través de fotos” en ese corto periodo aleatorio que conseguirá que no puedas posturear para la foto elegida sino que tengas que pasar todo el día postureando si no quieres que te pille el carro. Eso sí, ni siquiera te aseguran que el juego sea diferente puesto que hay quien está pasando ya esas fotos pilladas por el algoritmo a Instagram o a TikTok. Eso es ser real para los engañabobos del siglo XXI. Una periodista, zeta suponemos, ha compartido “la satisfacción de capturar un cuadro interesante, tomar un selfie halagador y publicarlo” todo en dos minutos. Eso sí, hay quien avisa a la generación del fin del alfabeto que tengan cuidado si la alerta les pilla andando en bici, conduciendo o ¿quién sabe?, operando en un quirófano.
¡Cómo alegra ser un viejo boomer cuando uno ve estas cosas y posee ese don cada vez más escaso, y por tanto más rico, de valorar la propia intimidad, la realidad desnuda y el concepto de amigos y de lo que es valioso dar y recibir! Supongo que nadie va a explicarles lo maravilloso que es poder estar solo o con tus personas queridas y sin que nadie te vea, que nadie sepa exactamente dónde estás ni lo que haces, recogerte a que no te molesten y a no molestar, guardar para ti lo que es tuyo. Y es que si ser real en el siglo XXI pasa por obedecer la voz de Gran Hermano para dejar constancia de qué haces en el momento exacto en el que te lo ordenan… ni siquiera las viejas distopías ni los regímenes más totalitarios parieron algo de tal naturaleza. ¡Imagínense si lo ordenara un gobierno! Pero no, lo van a hacer miles de personas de forma voluntaria. Van a intentar, como dicen, dejar de un lado lo superficial para entrar en la “profundidad” de lo cotidiano y “volver a lo esencial de lo cotidiano y hacer inventario de lo que uno ve sin juzgar”. La estupidez cotiza al alza y aún sube la apuesta. No sé como piensa el desarrollador, un francés llamado Alexis Barreyat, monetizar eso, pero seguro que ya está buscando la forma. No le auguro buen futuro y espero que no cause accidentes graves en el camino a su fracaso. Será una idea anti Instagram pero también profundamente anti natural.
Les deseo que apuren sus días de descanso en lugares desconocidos y que no compartan su felicidad sino con aquellos que les acompañan o les son muy próximos. Les deseo que nadie sepa dónde están ni qué coño hacen en este momento. Es exactamente lo que yo estaré haciendo cuando lean esto.
Esa es la vida real.
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