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A los monstruos no mirar

Imagen de archivo de un usuario navegando por Internet

Elisa Beni

Hace mucho tiempo que sabemos que Los Simpson son el Nostradamus de nuestra época. Casi todas las historias han sido contadas, casi todo ha sido avanzado en la serie. Como modernos Julio Verne nos ofrecen soluciones para todo tipo de problemas fruto de un futuro que ya intuían. Lo que sucede en Internet con las mujeres y, precisando más, lo que está sucediendo estos días como reacción a las protestas y a las voces que se han alzando para clamar por el respeto a nuestra libertad sexual y por el fin de las estructuras que nos convierten en víctimas o sospechosas, ha terminado por recordarme a un capítulo en el que la feminista Lisa nos daba una solución que ya se me antoja insuficiente. En él, la pequeña amarilla interpretaba junto con Paul Anka la canción: “A los monstruos no mirar”. Los monstruos.

En la noche del martes al miércoles, sendos hilos en las webs Forocoches y Burbuja.info publicaron datos personales de la víctima de 'la manada'. Su nombre, sus dos apellidos, alguna foto y su perfil de Linkedin. Se trataba de una venganza por denunciar, por acusar, por pedir Justicia. No es la primera vez que lo hacen. Lo llaman CSI y consiste en poner a miles de foreros a buscar pequeños datos y detalles que, cruzados, les permiten llegar a la identidad. No lo han inventado ellos. No son precisamente listos. Lo han copiado de otros foros igual de nauseabundos. “Esta bien que tengamos esto para presionarlas y que dejen en paz a los jueces. Ahora depende de ellas y de cuanto les importa la chabala (sic) que ya te digo que nada pero bueno”.

No es la primera vez ni será la última. Hay lugares en los que denigrar a las mujeres es un ejercicio que les resulta tan habitual como hurgarse la nariz o rascarse los huevos. Casi puedo imaginarlos. Por no mencionar a otras compañeras y otras mujeres, a las que no he pedido permiso para difundir tales insultos, a mí misma me han dedicado hermosos hilos en los que, tras mostrarse contrarios a mis palabras o escritos, se despachaban con lindezas tipo “tiene pinta de que le mola el anal hardcore de un pepero machista mientras le mete con el palo de la fregona ostias en las costillas al grito de viva españa zorra”. He elegido uno suave para no amargarles el desayuno.

Ni tampoco son lugares aislados. Las reacciones vividas en Twitter tras el éxito de la etiqueta #Cuéntalo han demostrado también la rabia, la ira y la bajeza con la que se responde a la libre expresión de las ideas, pensamientos y reivindicaciones de las mujeres. El ambiente es irrespirable y, en sí, es también una agresión permanente a las mujeres que queda prácticamente impune y que tiene efectos sobre muchas que prefieren silenciarse a recibir tal cúmulo de agresiones verbales como reciben las que osan.

La utilización de mecanismos legales es muy complicada ciertamente pues obliga a interponer acciones individuales, una a una, en las que debe levantarse la identidad. En el caso de las mujeres públicas -y lo pongo adrede así para que algún badulaque haga el chiste fácil propiciado por lo atávico de nuestra lengua-, no tendríamos lugar en el día para perseguir e intervenir sobre una fosa séptica de tal magnitud. Ahí es dónde viene al caso el sabio consejo de Lisa Simpson sobre no mirar a los monstruos porque si no los miras, dejan de crecer y se autodestruyen; y porque si no los miras, ningún daño pueden causarte. Lo cierto es que esta tónica está siendo adoptada por cada vez más mujeres. Yo, personalmente, tengo puestos todos los filtros que Twitter ofrece para no ver las notificaciones indeseadas. A cambio, es seguro que me pierdo comentarios jugosos o que dejo de contestar a personas de bien que quieren intercambiar ideas conmigo. A los monstruos no mirar.

No es suficiente. No vale. Amnistía Internacional ha hecho público un estudio titulado “Toxic Twitter- A Toxic place for women” en el que ha condensado un decálogo de lo que las mujeres quieren que Twitter sepa de una vez sobre los abusos en Internet. Que a Dorsey, su presidente, se le llene la boca diciendo que su compañía hace un llamamiento “a apoyar a las mujeres de todo el mundo para conseguir que se escuchen sus voces” no es de ningún modo suficiente porque Twitter es ya también un lugar peligroso para las mujeres.

En este informe, se comprueba cómo los abusos que se practican en las redes y foros en Internet contra las mujeres están teniendo graves consecuencias para nuestra libertad de expresión. En primer lugar, porque muchas están autocensurando lo que publican para evitar agresiones o ataques. En el caso de las mujeres que tenemos voz en los medios, los ataques suelen producirse inmediatamente después de haber escrito artículos de opinión o de haber sostenido posturas contundentes. Demasiado contundentes para una chica. Es preocupante también el mensaje que pueden estar recibiendo las más jóvenes cuando ven que mujeres poderosas, políticas y líderes de opinión son impunemente atacadas. Eso, recoge el estudio, puede ser disuasorio a la hora de optar por tener ese tipo de lugar público.

Twitter ha manifestado estar haciendo un esfuerzo, pero lo cierto es que no parece interpretar de manera coherente las denuncias que las mujeres realizan. Lo dice Amnistía Internacional y lo he comprobado yo misma. Es muy difícil que se actúe contra cuentas que insultan gravemente de forma sistemática o que realizan críticas abusivas contra, por ejemplo, aspectos físicos por haber emitido una opinión.

En realidad nada tendría porque ser así. La libertad de expresión ha existido en nuestras sociedades mucho antes de que unos tipos crearan un modelo de negocio que les ha hecho multimillonarios, que ellos diseñaron, y que responde a sus intereses y no probablemente a los de los usuarios. Lo de no estar no me vale. Son ellos los que tienen que estar como hasta ahora han estado todas las empresas y medios de comunicación que en el mundo han sido: con responsabilidad.

Las mujeres no vamos a parar y los hombres que quieren acompañarnos en la lucha creo que tampoco. Esto no tiene marcha atrás. Puede que podamos no mirar a los monstruos, pero exigimos que tampoco sean alimentados ni cobijados por empresas que viven de nuestra propia presencia en sus sistemas.

Un día de estos, querido Twitter, puede que te hagamos una huelga. Desengáñate, sin personalidades conocidas, tu interés es bastante relativo. Sin gente que aporte contenidos, te quedas exhausto. Sin mujeres y sin hombres decentes, te conviertes en un lodazal que nadie soportaría. Es hora de exigir a las empresas y a las personas que se están forrando con estas tropelías que asuman su responsabilidad porque las redes también deben ser un lugar seguro para las mujeres.

“Si Twitter valora a las mujeres, si valora nuestra seguridad, debe desarrollar mecanismos que realmente nos protejan”, dice el informe. Ellos y todos los demás.

Queremos que la red sea un lugar seguro para todas y tenemos la fuerza para conseguirlo. No vamos a parar.

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