Con Pedro llegó el escándalo
Para estar acorralado y medio muerto resulta impresionante la cantidad de munición que se está despilfarrando en rematar a Pedro Sánchez. La balasera resulta realmente atronadora. La variedad y potencia destructiva de la munición empleada parece digna de una película de Marvel.
Nadie dedica tanto tiempo y esfuerzo a matar a un cadáver. Así que este muerto debe estar muy vivo y además debe haber muchas ganas de rematarlo. Pedro Sánchez parece haberse convertido en el único obstáculo que, a día de hoy, impide la investidura de Mariano Rajoy y el inicio de una legislatura dominada por la mayoría conservadora que suman el PP y Ciudadanos.
Se acusa a Pedro Sánchez de embarcarse en esto por pura supervivencia política y como maniobra para conservar el poder dentro del PSOE. Una acusación que sería relevante si todos lo demás estuvieran maniobrando para conseguir la paz en el mundo y la felicidad de todos los españoles.
También se le imputa el cargo de mezclar de manera irresponsable los problemas orgánicos socialistas y los problemas de gobernabilidad. En todo caso podrá acusársele de haberlos agitado porque ya llevan nueve meses mezclados. ¿O es que las líneas rojas que se le impusieron en diciembre para dificultarle todo lo posible sumar una mayoría de cambio no tenían nada que ver con la lucha interna por el poder socialista?
Hasta que se defina la cuestión de liderazgo socialista no se podrá resolver el problema de la gobernabilidad, así que cuanto antes mejor. Se acabaron las conspiraciones y las maniobras orquestadas en la oscuridad. Pedro Sánchez se atreve a hacer algo que seguramente debió ejecutar hace tiempo.
Probablemente cansado de pelearse con la amenaza fantasma de los barones y acuciado por los resultados de Galicia y Euskadi se ha decidido a sacar a la luz y afrontar la contradicción que vive el PSOE entre unas bases que mayoritariamente defienden el No es No y unos cuadros y barones que prefieren facilitar una salida táctica que evite el riesgo de exponerse a otra sonora derrota en unas terceras elecciones.
No se trata de resolver sólo una cuestión orgánica. Tampoco una decisión meramente táctica. En este desafío final se va a substanciar una cuestión de valores y principios: quién manda en el partido cuando se trata de decidir las cosas que realmente importan y cuáles son los límites de un compromiso electoral.
Sánchez juega sus bazas con los militantes pero debe levantar el peso de estos meses de desgaste y malos resultados. Los barones cuentan con el control de los aparatos orgánicos y un apabullante apoyo aéreo. Hasta ayer era fácil vivir en la gran coalición del 'no' a Pedro Sánchez. Ahora viene algo más difícil: ponerse de acuerdo en un candidato alternativo solvente y convencerle para que se presente a unas primarias que puede ganar, pero también puede perder. El PSOE necesitaba abrir las ventanas y respirar. Ahora puede tener puro rock and roll.