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El PP, bajo los chuzos de punta

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Caen chuzos de punta. El gobierno se encuentra refugiado en la casa del acuerdo, el consenso y la unidad. Hasta ahora, el PP ha decidido, para intentar acabar con Pedro Sánchez, quedarse a la intemperie. La tormenta arrecia y el huracán amenaza con agravarse. El PP sigue fuera del refugio para que el Gobierno se fastidie. Quizá, esté llegando el momento de que reflexione sobre dónde se encuentra y quién sale realmente perjudicado en su actual ubicación.

La decisión de Pedro Sánchez de ir a visitar a Isabel Díaz Ayuso para ofrecerle abierta colaboración ha planteado un curioso escenario en la guerra abierta en el terreno de la comunicación. Sánchez ofrece tender la mano en su propio interés. La acción encaja a la perfección en su estrategia de abierta colaboración y pacto en el tablero político. Para Díaz Ayuso y para el PP la respuesta podría suponer replantear su posición en su totalidad. El agravamiento de la emergencia sanitaria pasa a ser el elemento clave.

Cuando la comunicación se impone a la política

El uso de la comunicación de masas como herramienta de los partidos para ayudar a difundir sus mensajes ha ido adquiriendo una importancia creciente en las últimas décadas. El impacto de los media en el mundo actual ha acabado por trastocar el esquema tradicional del ejercicio de la política. Podemos afirmar con plena convicción que la conflagración política es cada vez más una batalla de comunicación que un enfrentamiento ideológico.

Un caso muy concreto vivido estas últimas semanas merecería ser analizado en profundidad para entender este fenómeno. Se trata de averiguar qué puede ocurrir cuando una campaña de propaganda, sin sustento real de fondo, se convierte en el principal argumento de un partido político. Lo hemos vivido con el intento de culpabilización exclusiva del Gobierno en el fallecimiento de miles de españoles por efecto de la pandemia mundial del coronavirus que ha costado ya la vida a casi un millón de habitantes del planeta. En España todo ha sido culpa de Pedro Sánchez, según la derecha, con el PP a la cabeza y con Vox como empecinado agitador social.

El PP tiene una salida que no utilizará

Curiosamente, el Gobierno de Sánchez ha planteado, sin proponérselo, una salida al enrevesado discurso que formula con serios apuros el PP. Cayendo chuzos de punta sobre España, el Gobierno busca refugio contra el temporal. Ha elegido cobijarse en el acuerdo y en la unidad. Le viene bien a sus intereses y, sin lugar a duda, le vendría bien al país. Los populares tienen ante sí una oportunidad que podrían plantearse. Tendrían una buena excusa para cambiar de estrategia. Si aceptaran la mano tendida de Sánchez quedarían a refugio de la crisis. Nadie podría acusarles de nada. Además, impedirían que el Gobierno de coalición se apropiara de una recuperación que tarde o temprano va a llegar. Ahí está la clave.

El guion de la crisis que vivimos se sabe cómo terminará. El virus será derrotado y la recuperación económica llegará. Si la oposición derriba al Gobierno antes de que esto suceda habría valido la pena la presión. Pero si, como parece, esto no va a suceder, el PP quedará como un partido insolidario que hizo prevalecer su ansia de derribar al Gobierno progresista por encima de los intereses del país. Lo lógico en comunicación política es actuar sobre la base de cómo va a terminar la historia que toca contar. Joan Navarro, vicepresidente de Llorente y Cuenca, cree que “la gente que gestiona la Comunidad de Madrid tiene una versión de la política de aficionados, de políticos de campaña de House of Cards. Piensan que tienen la capacidad de controlar el relato y los acontecimientos como un guionista de cine controla los guiones de sus propias películas”.

Un palmario efecto boomerang

La táctica del acoso y derribo del PP contra el Gobierno ha sido el eje de toda su acción política desde marzo. El problema se ha complicado cuando es el propio PP el que tiene que dar cuenta de su actuación en Madrid. Según la desmedida lógica de propaganda que ellos mismos habían impuesto, la culpa de todo lo que ha ocurrido no es del virus sino del Gobierno que no supo combatirlo. Por tanto, ahora en Madrid, ese razonamiento llevaría directamente a aceptar que el PP sería el culpable directo de lo que sucede. Un palmario efecto boomerang.

La comunicación se impuso a la política y ahora se vuelve contra ella. Como explica David Redolí, sociólogo y expresidente de la ACOP, “utilizar la comunicación política como un arma de guerra tiene muchísimo peligro, sobre todo, porque la comunicación política es una especie de lluvia fina que parece que no genera problemas inmediatos, pero va calando y, al final, los ciudadanos van asumiendo cuestiones que enciende o exacerba la comunicación política, que es lo que les llega a ellos”. 

Del consenso inicial a la confrontación

Desde que el coronavirus apareció en nuestro camino, hemos conocido ya diferentes etapas. Los partidos políticos en España han ido modificando sus posiciones ante cada coyuntura. Inicialmente se partió de un cierto consenso que derivó en la declaración del estado de alarma y el inicio del confinamiento. Por supuesto, sólo Vox y el independentismo catalán se apartaron del conjunto. Hoy, el panorama parece dominado mucho más por la abierta confrontación que por la búsqueda de un espíritu común.

Desde el inicio de la desescalada, la asunción por parte de las comunidades autónomas de la gestión contra la pandemia parecía que podía aplacar la opinión de quienes mantenían que el Gobierno estatal había asumido demasiado poder aprovechando el estado de alarma. Sin embargo, ahora, el estallido de la ya anunciada segunda ola ha desviado el foco de la atención mediática hacia los gobiernos autonómicos. La guerra de la comunicación parece condicionar las desavenencias políticas, por encima de la propia relación entre las distintas formaciones.

Según Joan Navarro, vicepresidente de Llorente y Cuenca, “antes la comunicación se utilizaba como herramienta para confrontar distintos tipos de políticas. Ahora, la comunicación lo que hace es tapar la ausencia de políticas, como en la Comunidad de Madrid, donde la comunicación política simplemente es un ataque al presidente y una crítica a la totalidad. Hace tiempo que la comunicación política dejó de jugar en el terreno de las políticas públicas para pasarse al de la pura confrontación ideológica”.

Un descabellado plan que no funcionó

El PP decidió convertir la lucha de la pandemia en una oportunidad para derribar al Gobierno a base de utilizar la comunicación como frente de batalla. La estrategia no funcionó. El Gobierno no cayó. Pero, a cambio, la campaña de acoso y derribo apoyada con intensidad por la derecha mediática ha contribuido enormemente a hacer crecer la polarización civil después de utilizar las miles de víctimas de la pandemia como arma de la refriega política. Las redes sociales han sido reflejo de esta inercia y no han hecho más que aumentar el nivel de la crispación general y del enfrentamiento directo. Las emociones a flor de piel, la falta de reflexión y el anonimato lo han facilitado.

El sociólogo David Redolí cree que “últimamente, no se tiene en cuenta una cosa fundamental: que la política y la comunicación política van de la mano, son elementos indisociables. El Gobierno de la Comunidad de Madrid pensaba que decir las cosas sin más no luego no iba a afectar a su gestión de este asunto. Por eso, ahora mismo están atrapados en una situación muy delicada que se han generado ellos mismos por culpa de la estrategia tan brutal de confrontación que hicieron contra el Gobierno de Pedro Sánchez”.

El eje actual: colaborar a salvarnos o negarse

La estrategia de comunicación de Pedro Sánchez, al frente del Gobierno de la nación, parece clara. Manifiesta que la pandemia justifica un alto el fuego. Esta posición le permite explayarse en un discurso buenista que huye de la polarización y abre un frente entre dos únicos bandos: los que quieren colaborar por el bien de España a resolver juntos el problema y los que prefieren que las dificultades se extiendan, aunque vayan en contra del interés nacional. Es decir, los buenos frente a los malos.

El PP ha deambulado de un lado a otro en línea con la propia estrategia política de esta etapa. La amenaza de Vox y Ciudadanos, las diferencias internas y la falta de un proyecto definido acaban por aparecer cuando intentan explicar públicamente quiénes son y qué desean hacer. Durante el confinamiento, el PP de Madrid intentó convertir a Isabel Díaz Ayuso en una candidata a liderar su partido y decidieron confrontar directamente con Pedro Sánchez para presentarse como alternativa.

Se trataba de una campaña de propaganda con poco sustento. Bastaba, en esa fase inicial, con dar a entender que Madrid era un modelo de gestión a seguir frente al Gobierno nacional. David Redolí mantiene que “la posición tan brutal que mantuvieron el PP y el Gobierno de la Comunidad de Madrid, durante el estado de alarma, contra el Gobierno central, culpándoles exclusivamente de la pandemia ha sido un error monumental y ahora que tienen que gestionar ellos se le está volviendo en contra porque se están dando cuenta de las dificultades que implica y están incurriendo en errores tremendos”.

Ahora le toca sufrir a Díaz Ayuso

La imagen de Díaz Ayuso se ha ido deteriorando últimamente. Su excesiva exposición mediática acabó por convertirla antes del verano en centro de todo tipo de refriegas, no sólo en los medios o frente al Gobierno central, sino también dentro de su gobierno autonómico y en el seno de su propio partido. La pandemia ha convertido a la Comunidad de Madrid en uno de los territorios más afectados. Todas las miradas se han centrado ahora en Díaz Ayuso que hace unas semanas aparecía como uno de los principales arietes contra la gestión de Sánchez en su batalla contra el coronavirus.

Tal y como explica Joan Navarro, “el PP de la Comunidad de Madrid cometió un enorme error de cálculo cuando pensó que esta iba a ser una crisis corta y que solo iba a pasar factura al presidente del Gobierno. Toda la presión que, en un primer momento, hizo contra el Gobierno se ha vuelto contra ellos, porque además no han sido capaces de tener un ratio de eficacia en la gestión de la crisis mayor que el del Estado”.

La necesidad de rehacer un discurso anacrónico

La delicada situación que vive nuestro país y la necesidad de un acuerdo para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado han animado a Pedro Sánchez a potenciar su perfil más abierto a la colaboración institucional y a la búsqueda de la unidad nacional. El problema radica en que este movimiento ha pillado al PP en plena guerra total contra el Gobierno en su intento de no quedar marcado ahora como un pésimo gestor frente a la emergencia sanitaria. Los populares lanzaron a sus huestes de dirigentes y de portavoces mediáticos al frente de batalla hace tiempo y ahora están fragmentados y esparcidos fuera de control. Basta ver cualquier tertulia televisiva para comprobarlo. Balbucean argumentos carentes de todo peso. A falta de convicción, fuerzan la sobreactuación.

El domingo, el consejero de Sanidad de la CAM, Enrique Ruiz Escudero, fue portada del ABC con una desmedida entrevista de marcado cariz político en la que acababa por culpar al Gobierno central de todos los males y a eximirse de toda responsabilidad: “La estrategia del Gobierno es que Madrid claudique y pida el estado de alarma”, afirmaba. Según David Redolí, sociólogo y expresidente de la ACOP, “es tan caótica y tan chapucera la gestión de la pandemia que ha hecho el Gobierno de Ayuso que da la impresión de que lo que quieren forzar es que el Gobierno central tenga finalmente que intervenir en Madrid para poderle echar las culpas. Es algo tan descabellado que espero que no haya ningún iluminado de la estrategia de la comunicación política que se haya atrevido a poner esto en marcha”. Además, contrastaba con el tono empleado por el presidente Sánchez en laSexta, donde compareció con un discurso abierto al consenso y los acuerdos de unidad frente a la crisis.

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