El PP se tira al monte de la ultraderecha
No nos faltaba otro problema en España más que ver salir al PP del armario de una presunta moderación para hacer suyos los postulados de la ultraderecha. Los más salvajes, además. Para que no quedara duda alguna, han lanzado al portavoz Borja Semper a decir sin el menor titubeo que las manifestaciones de estudiantes en apoyo del pueblo palestino son en realidad “a favor de Hamás”: una organización terrorista que debe ser exterminada. Sémper ha añadido que “Israel es un Estado democrático que se defiende”. En opinión del PP, pues, no son solo los estudiantes acampados los “terroristas”, millones de ciudadanos en todo el planeta lo somos también, aterrados de contemplar un genocidio impune, tanta barbarie, y la culpable complicidad de estos sujetos que también salieron del armario de la decencia si alguna vez lo habitaron por interés.
El mundo es un clamor, porque hace falta tener la piel dura de un reptil para que no penetre y solo resbale el dolor, las lágrimas y la muerte de miles de inocentes, niños incluidos, trabajadores sanitarios, periodistas. El PP es quien se alinea con lo peor del mundo actual.
Es difícil elegir entre los miles de testimonios de ciudadanos aterrados con lo que ocurre, con las espeluznantes imágenes que no perturban a los colaboradores necesarios de este ataque irracional. Encoge el corazón, pero es preferible, por más activa, añadir la rabia.
No vemos lo que vemos, es un espejismo, se conoce. La lamentable embajada de Israel en España ha respondido a la carta enviada por el ministro Pablo Bustinduy –un hombre honesto a quien debe estar hirviendo la sangre con lo que ocurre– a empresas españolas en Israel avisando de su posible colaboración con la violación de derechos humanos. La embajada, muy pendiente de su activista cometido, dice que “la falsa acusación de genocidio da alas a Hamás e incita al odio”. La mentira es el común denominador de los grandes transgresores, como vemos. Sin embargo, otro ministro, Albares, de Exteriores, ha declarado que Israel es un “Estado amigo de España” y que no estaban al tanto de la carta enviada por el Ministerio de Derechos Sociales. ¿Amigo de quiénes?
Ayuso se apunta, ¡cómo no! No quiere protestas en sus universidades. Ella vende la libertad de las insolidarias terracitas en pandemia, pero el resto lo ata fuerte para que no desmande sus planes. Y los de quienes la manejan preparándola, envuelta en impunidad, para metas mayores. Su adscripción a la ultraderecha es tan antigua como el falangismo que la alienta y es una declarada sionista. Junto con el alcalde Almeida riegan con nuestro dinero a los lobbies del Israel de Netanyahu.
Faltaba el punto del jefe transitorio: Feijóo, que no aguanta más sin ser presidente del Gobierno. El líder oficial del PP se acaba de adscribir también a la xenofobia hacia los emigrantes pobres. Como Ayuso en su día, como Vox al completo, les atribuye a ellos la ocupación de pisos. Sin pestañear. Es un comienzo que, de seguir la tendencia, incluirá todo tipo de delitos. Feijóo quiere llegar a la Moncloa a toda costa y la verdad le sobra. Otra abultada desfachatez ha sido tergiversar hasta el lawfare, mediafare, sufrido por el presidente portugués Antonio Costa. Sánchez le estropeó el plan al no dimitir y Feijóo insiste a ver si cuela.
No solo si cuela, que eso deja resquicios a la suerte. Es abrumador el despliegue de malas artes de esta derecha indigna. Sus trabajos sucios en equipo. Prensa, sectores judiciales y ellos mismos fijan objetivos y van a por ellos, ya a la vista del todo el mundo. Saben que no les pasa factura y eso es lo más terrible, si cabe. Están usando el Senado fuera de las competencias de la Cámara, gracias a su mayoría absoluta obtenida por los baremos previstos en su día para el bipartidismo y que dejan sin representación a millones de votantes. La prensa señalaba en la mañana de este miércoles al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Le habían denunciado diversas asociaciones del sector, apoyadas en causas de dejar perplejos.
Luego, el Senado lo ha reprobado con los votos del PP y la abstención de los socios de investidura del gobierno Junts, ERC, PNV y EH Bildu.
Ayuso sigue su camino triunfal y ni siquiera este fiscal general del Estado ha atendido la angustia de los familiares de los muertos en las residencias de Madrid, sin asistencia médica. 7.291 personas. Ninguna asociación de fiscales, jueces o abogados ha protestado por ello que sepamos.
Aquí, en España, hay cosas que no cuadran. Nada. Que exasperan. Y aún pueden empeorar con el lanzamiento en plancha del PP a dejar de ser “la derechita cobarde” que decía su socio Vox, para ser la “ultraderechita arribista”, sin complejos. No me cansaré de repetir que su patria y su ideología es... “la pasta”. Es tan evidente que quizá hasta sobre decirlo.
Estamos comprobando, como escribía ayer mismo, que la sociedad menos escrupulosa con desviaciones manifiestas ha asimilado a la ultraderecha. Hemos visto cómo ponen peros al rechazo total que merecen. Un día, no lejano a este paso, terminarán buscándole el lado bueno a Hitler y a Goebbels –han aprendido tanto de ellos–. Lo mismo ocurre con el genocidio palestino que perpetra Israel. Van muy unidos, de hecho, en sus intereses comunes que, en teoría, no son los mayoritarios de la sociedad.
Nos preguntamos de qué sirve en este país denunciar estos salvajes postulados que abraza ahora el PP y que mantiene su homólogo Vox, la inquietante e insostenible situación actual de la justicia, enclaustrado su órgano de gobierno en el PP. ¿A quién acudimos para que lo resuelva o lo atenúe siquiera?
¿Los votantes del PP no tienen nada que decir? Cuesta creer que a ciudadanos conservadores honestos no les importe que les mientan. que se utilice la trampa como arma política, como forma política, el apoyo oportunista a la masacre en Gaza. Si sigue siendo así, deja a la derecha sociológica española en un lugar preocupante que puede conducir a males mayores aún. Tiene que haber personas de derechas con criterio y moral a quien todo esto les incomode al menos.
Y lo inaplazable ya es el punto y aparte prometido por Sánchez. No puede dejarlo en agua de borrajas. No lo podemos consentir. El fascismo y sus marcas blancas, la corrupción, no descansan y cada paso que ganan lo pierde la democracia.
76