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Puigdemont huye

El ya expresident Carles Puigdemont, durante su rueda de prensa en Bruselas.

José María Calleja

Escribió Mario Onaíndia --dos penas de muerte en el juicio contra militantes de Eta, Proceso de Burgos, 1970-- una novela deliciosa escrita en euskera y titulada: “Gran placen aurkituko gara” (“Nos encontraremos en la Gran Place”). Estamos en el año 1977. Se ha decretado la primera Amnistía y todos los presos de Eta han salido a la calle, incluidos Mario Onaindía y Teo Uriarte, miembros de la Eta sesentera y para los que el tribunal de justicia militar -fiscal Troncoso, sable sobre la mesa del estrado-, pedía dos penas de muerte. Recuerdo, tenía 15 años, que me preguntaba sobre la dificultad meramente técnica de aplicar dos penas de muerte a una misma persona. Onaindía le llamaba al fiscal “Troncoso, o tramposo” y en un momento del juicio se vino arriba y entonó el Eusko Gudariak, himno del soldado vasco, ante la perplejidad de los troncosos militares que les juzgaban -lo escuchamos clandestinamente en casette de la marca TDK .

Una vez amnistiado, Onaindía, con “doce de los suyos” (poema del Mío Cid), fue “extrañado” un tiempito a Bruselas. Era una forma de limbo, antes de volver a España con toda paz, como finalmente hicieron.

La Grand Place de Bruselas es una plaza preciosa, sólo entendible desde la pujanza comercial, económica, joyera de los burgueses y banqueros belgas. Perdón por tanta redundancia.

Vemos ahora, 2017, cuarenta años después, cómo “el mañana nos pertenece” del Cabaret separatista catalán -más parece un teatro Chino, pero sin Manolita Chen- se ha traducido en una huida por la alcantarilla del viaje pagado, en una fuga sin grandeza, en un salir zumbando por la gatera. Ni un adarme de épica.

Primero fue una declaración que se pretendía solemne y en la que el interesado principal no dijo ni mu. Luego una votación secreta -que no se nos note, nos ha dicho el abogado- en la que se contabilizan menos votos que diputados de cuerpo presente y en la que la mitad del hemiciclo no está, no juega a la farsa. Se vota una parte del todo, la propositiva, en el enésimo salto de la antigua y de la propia legalidad ficticia, recién inaugurada y violada sistemáticamente.

El jueves famoso nos avisaron fuentes, pero que muy interesadas, de que el gran timonel aparecería hecho carne a las 13:30 para decir, venga, ya, vamos a elecciones autonómicas anticipadas. Fue correrse esa especie por la plaza de Sant Jaume y, con urgencia planificada, alguien sacó una pancarta traída de casa con la leyenda escrita: “Puigdemont traidor”. Rufián, el gatillo más rápido al norte del Ebro, soltó, Junqueras mediante, lo de 155 monedas de Judas/Puigdemont. En ese ínterin, el exalcalde de Girona sufrió lo que en ciencia política comparada se entiende como “momento dodotis” y prefirió pasar a la historia como líder perseguido, antes que como traidor; prefirió garantizar su jubilación entre abrazos, paseando por su pueblo, antes que pensar en lo mejor para su país y que le pusieran para siempre el letrero de traidor que ya le estaban rotulando.

El domingo, el interesado se dedicó a enardecer a la gente para que siguiera en la lucha mientras él se tomaba unos potes por Girona. Se prestó a ese ejercicio, puro onanismo político, de verse a sí mismo en la tele mientras comía.

Se inventó el lunes la foto con cielo azul y nubes blancas mientras viajaba a la niebla identitaria de mejillones de Bruselas. Dejó el coche oficial a la puerta de casa, en la línea de pensamiento astuto y engañador de ese pijo, Mas, que vivió feliz con Franco, mientras cobro como president provisional por la organización criminal de los Pujol Ferrusola, hasta que creciera el hereu político pujoliano, Oriol.

Estamos ya en Bruselas, lunes al mediodía, y qué puntería, donde hay más abogados que chocolatinas, va el líder huidizo y elige a un abogado que lleva ¡treinta años! defendiendo a etarras; sí, esos de la banda que ejecutó el atentado de Hipercor, en Barcelona, que seguro que le suena, los que pusieron al explosivo pegamento y escamas de jabón, para que se pegara bien pegado a las pieles de los ciudadanos catalanes del mismo Barcelona que hacían la compra un sábado por la tarde de hace treinta años. Los que asesinaron a 21 personas catalanas -los que viven y trabajan en Catalunya- con dos niños de ocho y once años entre las víctimas. Pues a ese abogado de etarras elige el nota.

Además de una engañifa sin fronteras, de un fraude a los propios, además de una gigantesca tomadura de pelo, hay en todo esto una banalización de palabras y conceptos: presos políticos, exiliados, derecho de asilo.

¡No fastidie! Usted no es un exiliado, mire a los exiliados catalanes, pongamos Gregorio López Raimundo y Teresa Pàmies, Testameto en Praga. Usted no es un preso político, como sí lo eran los camaradas de Francesc Frutos, de Comisiones Obreras y del PSUC, torturados como el propio López Raimundo. Usted es un saltimbanqui que ha dejado agarrados a la brocha a los que ha llevado frívolamente hasta el borde del precipicio sin saber qué hacer luego.

Han pedido asilo político en España 14.200 personas. De Siria, de Ucrania, de Venezuela. Muchos gays han huido de sus países para encontrar aquí refugio.

El conmilitón flamenco que le hace de cobertura/infraestructura en Bruselas tiene fama por negar el asilo a sirios e iraquíes y cuenta con amigos que no sería exagerado calificar como neonazis.

Elegir un abogado de etarras asesinos, le retrata. Huir a escape le define y regodearse en un victimismo impostado demuestra su falta de fundamento.

Onaindía, como Teo Uriarte, acabaron protegidos por escoltas para que la Eta que ayudaron a crear bajo el franquismo no les asesinara. Tenían, a traineras, infinita más calidad humana y política que usted, sujeto ruin y cobarde, narciso de los medios, que llama a la insurrección mientras huye o se toma potes.

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