Ser todas el alcalde de Madrid
Me acuerdo bien de una conversación con una amiga del colegio. Tendríamos trece o catorce años. Los padres de esta chica eran militantes de un partido y estaba familiarizada con el discurso “político” en casa. Hablábamos de POLÍTICA, palabra a la que yo tenía cierta aversión, como correspondía a nuestra generación masivamente criada en la apoliticidad. “¿Qué sentido tiene la política?”, preguntaba aquella que era yo. “¿Qué influencia o poder tiene en nuestras vidas lo que los políticos profesionales hacen?”. Yo decía que ninguno, ilusa, y mi amiga zanjó la cuestión con un contundente (me acuerdo tan bien): “Todo. Política es todo”. Éramos unas crías.
Tuvieron que pasar casi treinta años para que le diera la razón. Hacernos cargo en común de los asuntos comunes: ésa fue la certeza aprendida hace no demasiado tiempo. A partir del 15M me enteré de que no podíamos seguir mirando para el lado. Nos tocaba ser concientes, cada uno y una desde nuestra particular parcela, de la cuota de responsabilidad en lo “común” que nos tocaba. En elecciones, acciones y discursos. En “hacer con otras”.
Yo no soy –era– una activista. A partir de entonces experimenté la potencia de conectarnos, discutir –presencialmente o no–, producir sentidos y saberes y, sobre todo, saltar desde lo individual a lo colectivo. Sumar en la diversidad. Re-conocernos.
En otras ocasiones he contado: cuando las asambleas del 15M se trasladaron a los barrios, supe que quería estar, pero no supe articular palabra ni tomar el micro hasta pasados muchos meses.
El aprendizaje de la pluralidad: es una de las más profundas enseñanzas que he sacado en estos años de la asamblea de barrio. Tras mucho tiempo en la parte exterior del círculo, escuchando y aprendiendo, pude ir entendiendo cómo se conjuga la energía y la inteligencia colectivas, cómo de potente es hablarnos. La asamblea de barrio –en mi caso- ha sido mi pequeña escuela de política. Allí hemos escuchado las razones y la experiencia de la huelga de barrenderos, de boca de los mismos que dejaron de limpiar las calles para defender sus puestos de trabajo, y hemos visto cómo concitaba la simpatía y apoyo de los vecinos; allí hemos escuchado a Libertad en numerosas ocasiones relatar sus condiciones de vida con una escueta jubilación y apegarse a las campañas en marcha, repartiendo periódicos y declarándose republicana; algunos vecinos se organizaron para procurarle conexiones con bancos de alimentos y otros recursos.
Allí, cada dos semanas en nuestro micro abierto, se han acercado vecinos y vecinas que han podido expresar sus quejas (pasados cuatro años aún queda alguno que nos pregunta “¿y esto qué es?” Y se queda): hablan de lo poco que les llega la pensión, de lo largo que se está haciendo el desempleo, de su incomprensión por las obras en las aceras en la avenida que nadie ha pedido, de los impuestos y tasas inasumibles, de la decadencia del mercado del barrio…
¿Y qué hemos podido hacer con ello?
Escucharles. A lo mejor preparar una campaña de panfletos y carteles –contamos con una unidad de propaganda envidiable donde las haya– . A lo mejor ir a la Junta Municipal a dejar un escrito del que nos contestarían algún día –o no–. Organizarnos. Apoyar.
Sabíamos, intuíamos, que se podía hacer más.
Si para “hacer algo más” había que asaltar las instituciones… no sabíamos cómo.
Por ello algunas apostamos a sumarnos, pensando y haciendo municipalismo en el barrio –con la candidatura de Ahora Madrid como medio–.
Pero no de cualquier modo.
Por ellos algunas hemos creído que esto tenía que ser de las vecinas y vecinos –no las 500 que están organizadas y trabajando cual dromedarios, ni siquiera las 30.000 que dejaron sus firmas en apoyo de la candidatura-.
Conseguir una estructura de interlocución fluida y transparente que sea capaz de acoger la diversidad y la inteligencia de todas las personas.
Lograr X concejalías y que éstas a partir del día cero no hiciesen su trabajo aisladas en despachos, rodeadas de asesores, sino en permanente escucha y retroalimentación de la ciudadanía.
Llegar a las Juntas Municipales y no llegar solas, como individuos, y ni siquiera como partido, sino controladas, vigiladas y potenciadas por las vecinas que saben lo que necesitan, lo dialogan, lo debaten, lo trabajan, lo viven.
Tenemos y sufrimos un sistema representativo, el que me hacía decretar cuando era niña que “esos”, los “políticos”, no me interesaban un pimiento. Podemos cambiar el sentido del todo a esa representación. Eso será, cree la gente de la lista Madrid en Movimiento y creo yo, si existe tras ello una organización vecinal fuerte y activa, si mil, un millón o varios millones de personas permanecen vigilantes.
Madrid en Movimiento tiene personas, claro, no se hace de otro modo una lista para unas primarias. Pero, más allá de esas personas, cuenta con los saberes y experiencias que suman las miles organizadas de toda la urbe, para racionalizar y hacer sostenible la gestión de los asuntos comunes. Eso es: no solas. Madrid en Movimiento no es más que una lista de personas que cree, de forma muy sincera, que nada se puede hacer bien si no se está obedeciendo al común, en el mandato ciudadano.
Voy como una más en la lista de Madrid en Movimiento, algo que para alguien que se enteró de lo que es la “política” hace cuatro años está siendo una experiencia intensa, extraña, desbordante. Alguien a quien nunca se le pasó por la cabeza dejar las retaguardias: alguien que, en todo caso, mientras está en esta arena desconocida del “asalto institucional”, no quiere perder de vista todo lo que importa. En todo caso, formo parte de la lista con la confianza –la certeza- de que los que me rodean tienen la misma preocupación: no es llegar “allí” el objetivo, que lo es, sino seguir siendo miles.
Como si fuese un reflejo de aquella vieja conversación con mi amiga del colegio, tuve esta otra con mi hija pequeña, cuando, viéndome salir a reuniones y mover por toda la casa papelotes, borradores y manifiestos, me preguntó:
“Mamá, ¿tú trabajas en Ganemos?” (como se ha llamado hasta hace poco el espacio organizativo de la candidatura Ahora Madrid).
“Bueno, querida, trabajo, sí, como trabajamos tantas otras, somos miles”.
“Entonces…” (se quedó pensando), “si ganáis, ¿seréis todas el alcalde de Madrid?”
Ser TODAS el alcalde de Madrid. No se imaginaba ni por asomo mi hija pequeña que ése, exactamente ése, es el espíritu que anima esta lista.