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Los que vendieron España

Los expresidentes del Gobierno Felipe González,  y José María Aznar.  EFE/Juan Carlos Hidalgo
8 de septiembre de 2023 22:26 h

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Puntual, en momentos clave, Felipe González aparece siempre que peligra la hegemonía del régimen del 78 que se dieron. Que sí, que la Transición fue a pesar de todo una salida a respirar fuera de la Dictadura y que muchos demócratas empeñaron en ello sus esfuerzos, pero se guardaron demasiados cadáveres en los armarios que emergen a la mínima ocasión. El problema es que hasta ahora los únicos que liberan algo esa carga son los gobiernos de centroizquierda. De ahí que el Séptimo de Caballería comandado por González se lance contra el líder de su partido, el PSOE, Pedro Sánchez, cada vez que intenta inclinar la balanza del lado progresista. Lo hizo ya desde el primer intento de coalición con Podemos, que se logró desbaratar. Es un clásico, comparece en medios proclives al mensaje a la hora en punto, como los trenes de alta velocidad. Tras él se añaden los que la prensa de derechas llama con entusiasmo “socialistas históricos”.

Ahora están en pie de guerra contra el intento de una ley de amnistía que facilite la investidura de Sánchez. Les guste o no, la sentencia del procés fue excesiva al punto que ningún organismo internacional la ha avalado. Ellos prefieren sin lugar a dudas un gobierno de Feijóo con apoyo del PSOE, y si es con Vox tampoco le hacen ascos. No importa que el PP esté ya pringado hasta las trancas de ultraderecha en media docena de autonomías y numerosos ayuntamientos. ¿Les han escuchado una queja por esa alianza PP-Vox? ¿Saben de entrevistas en las que hayan podido expresar su disgusto por haber metido en las instituciones a esa caterva de franquistas, machistas, homófobos, racistas, negacionistas de toda razón? Sigo profusamente la actualidad, pero igual me he perdido las declaraciones de González, Guerra y el resto en ese sentido. Ahora su iniciativa está siendo recogida para organizar una manifestación contra Sánchez que promociona La Razón diciendo que es convocatoria de “las redes” y que distribuye la asociación mayoritaria de la Guardia Civil. Las fuentes que utiliza el periódico que dirige Marhuenda como “las redes” se limitan a un usuario de X (antes Twittter) que se declara “anticomunista”.

Por cierto, ¿saben ustedes si han dicho algo del flagrante incumplimiento del mandato constitucional por el que el PP ha conseguido secuestrar el Poder Judicial por más de cinco años fuera del mandato por el que fue elegido en tiempos de Rajoy? 

Los alaridos por la presunta inconstitucionalidad de ciertas medidas son tan sesgados que asusta su desfachatez. En primer lugar: son falsas, dado que ellos mismos las han practicado sin problema alguno. El Gobierno de Felipe González con Guerra de vicepresidente indultó al general Alfonso Armada por su participación en el intento de Golpe de Estado del 23F. Un indulto con mucha enjundia.

A Barrionuevo y Vera, San Cristóbal, y varios altos cargos de la Administración del PSOE que cargaron con las culpas del terrorismo de Estado, GAL se los indultó Aznar. ¿Cómo se atreven los históricos estos a comparar siquiera el colocar pacíficamente unas urnas para un referéndum no vinculante –por lógica legal– con golpes de Estado reales y terrorismo desde el estamento que debe evitarlo? ¿Por qué se empeñan en esa estructura del Estado que chirría siempre, que se ha mantenido ficticiamente a menudo a través del palo y tentetieso? ¿No será hora de adecuarse a la realidad de nuestro país y buscar soluciones? Lo rechazan por encima de graves destrozos a la convivencia de los que no dicen ni pío.

De repente se ha juntado todo: los vivos y los muertos del armario. El intento legítimo de formar gobierno con los apoyos democráticos que se puedan recabar en el Congreso, con la airada protesta de los garantes del Régimen del 78, con el fiasco de la justicia que cabe atribuir al PP, pata esencial del añorado (por ellos) bipartidismo y… con la adquisición saudí de una parte decisiva de Telefónica, una compañía estratégica en la seguridad del Estado. Y este es un punto clave que obliga a preguntarnos qué acuerdos se suscribieron en la Transición y por qué se empecinan como manada de gatos panza arriba en mantener como secretos de Estado actuaciones esenciales de aquel periodo tan decisivo, en muchos sentidos como vemos ahora.

Hay tantas preguntas en el aire. El Fondo STC Group, que se ha convertido en el socio mayoritario de Telefónica, pertenece en un 64% al famoso príncipe heredero saudí Bin Salman, vinculado al descuartizamiento del periodista crítico Jamal Khashoggi en el propio consulado saudí de Estambul adonde acudió a buscar una documentación. Dicen en los telediarios que es una operación de lavado de cara. Nada más. Qué casualidad. La familia real que tiraniza el país sin respeto por los derechos humanos guarda excelentes relaciones con la española. Zarzuela ha difundido comunicado diciendo que no sabía nada. Hay convenios de colaboración entre España y Arabia Saudí desde hace años, desde 2005, cuando se lanzó aquella gran liberalización del mercado mundial que incluyó a China.

Pero es básico saber cómo hemos llegado a tener en el mercado aquella que fuera la compañía Telefónica Nacional de España. Las privatizaciones hicieron furor en la década de 1990, tras la caída del Muro de Berlín. En España las inició con gran entusiasmo el Gobierno de Felipe González vendiendo, por ejemplo, SEAT a la alemana Volkswagen o Viajes Marsans al entonces presidente de la CEOE, Gerardo Diaz Ferrán, que acabó en la cárcel. También inició la privatización de las principales empresas públicas del país que otros, vecinos nuestros europeos, conservan con titularidad pública. La enajenación de Teléfonica la inició el Gobierno de Felipe González y la terminó José María Aznar, cediendo todo control del Estado para pasar íntegramente a manos particulares. Ésa es la raíz de todo. La presidencia recayó, casualmente, en Juan Villalonga, antiguo compañero de pupitre de Aznar en el Colegio del Pilar. 

Historias para no dormir a la que se añade Retevisión. El que fuera el soporte técnico de RTVE para dar señal a todo el país pasó a ser, con ese nombre, empresa pública con Felipe González para dar servicio también a los canales privados que iniciaban su andadura en 1990. Aznar, a su llegada a La Moncloa, la privatizó, cosa que jamás debió ocurrir, y Retevisión inició un largo periplo del que bebieron empresas italianas y francesas, pero antes, casualmente, Jordi Pujol consiguió llevarse la sede a Barcelona. Y es que Aznar necesitaba su apoyo para lograr la investidura y lo obtuvo así con los pactos del Majestic. Por cierto, esta familia calificada de cleptómana, ¿saben ustedes por qué no ha ido a la cárcel?

Otra privatización notoria fue la energética Endesa, que Aznar prefirió entregar, antes que a la catalana Gas Natural, a la empresa pública italiana Enel –controlada por el entonces gobierno de Berlusconi—. Y además vendió Tabacalera, Repsol y Argentaria (que se uniría al BBV para formar uno de los bancos más fuertes de España).

El valor de las cinco principales ventas (excluida Retevisión en este cómputo) se calculó en más de seis billones de pesetas (6,39), más de 38 mil millones de euros, una buena inyección para las arcas públicas. Lamentablemente, los succionó el plan de convergencia que exigía Europa para entrar en el euro. Mucho más tarde, el Tribunal de Cuentas encontró numerosas irregularidades (impunes) en todo el complejo de privatizaciones llevado a cabo entre 1996 y 2002. Según el texto del informe, el precio por el que se vendió parte o la totalidad de Red Eléctrica Española, Aceralia, Iberia, Minas de Almagrera y Productos Tubulares fue “sensiblemente inferior” al establecido en valoraciones independientes. Citaba además concomitancias censurables. Concretamente en la venta de Endesa y Repsol.

Hubo políticos que vendieron el patrimonio español, a trozos,  y enarbolan la unidad como un candado. Cabe preguntarse cuánto, menos tangible, se pierde por el mismo sumidero con su insistencia en mantener lo que no va bien, lo que no quiere la mayoría y lo expresa con sus votos, a pesar de la rampante desinformación. Quizás si nos aclararan algunas dudas y respondieran a muchas preguntas clave, sería mas fácil creer en sus buenas intenciones. 

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