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Liberté, égalité, fraternité... et parlamentarisme

Marcelo Noboa Fiallo

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El pasado 24 de junio de lo que llevamos del convulso año electoral en España, Europa y el mundo, se celebraron elecciones locales en Italia y, lejos de lo que se podía esperar de una consolidación del grupo neofascista “Hermanos de Italia” de Giorgia Meloni, se produjo un amplio triunfo del centro-izquierda (PD) en las principales ciudades de Italia. Lo que supuso un evidente malestar en la lideresa neofascista italiana.

Pocos días después (el 3/07/2024) llegó la segunda mayor victoria electoral del laborismo británico que se recuerde. Dejó a los conservadores británicos, tras 14 años en el poder y con el Brexit como triunfo de la extrema derecha, en la lona de la política parlamentaria.

Cuatro días después, en Francia, se celebran la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias, tras el triunfo inapelable de RN, de Marie Le Pen, en la primera vuelta y el derrumbe de Macron y su partido. Con una izquierda, como siempre dividida y sin pista de aterrizaje, consiguen ante el pánico ciudadano unirse en un nuevo Frente Popular para hacer que funcione el “cordón sanitario” contra el neofascismo francés.

Pero que el árbol no nos deje ver el bosque no es la solución. El cordón sanitario ha funcionado sí, pero como último recurso, convirtiendo votos en escaños. ¿Conseguirán las izquierdas francesas resolver las tensiones que han llevado a que sus votantes les abandonen? Pero antes de eso ¿Conseguirán ponerse de acuerdo entre sí? Francia no tiene experiencia parlamentaria, como en España en estos contextos. Ese es su reto.

Supongo que es razonable empezar a pensar que se podría estar ante un freno al avance preocupante de la toma del poder de las extremas derechas de Europa; pero también es lógico pensar que los discursos de las extremas derechas han venido para quedarse (lo demuestra que, salvo Irlanda, no existe otro país de los 27 donde la extrema derecha no esté presente). Y eso es, en mi opinión, lo relevante porque no se pueden presentar al ciudadano como programa electoral “cordones sanitarios” o la formación de “Frentes Populares” para salvar la democracia.

En todo caso, lo que es incuestionable son los datos: En Italia, Meloni, llegó al poder con el 44% de los votos italianos (26% de “Hermanos de Italia”). Sin mentir a nadie, se presentó tal cual es, como una neofascista (como lo hizo Javier Milei en Argentina). En Gran Bretaña, los “Toris” (partido conservador británico) los últimos años habían abandonado el conservadurismo y se habían adentrado en terrenos de la ultraderecha. En Francia, por el contrario, Marie Le Pen, avanza sin parar. Ha conseguido 62 diputados más que en 2019 y un total de 10 millones de votos. Las únicas que han perdido son las encuestas que por unanimidad les daban como ganadores en la segunda vuelta (sólo se discutía si sería por mayoría absoluta o no). Tanto en Italia como en Gran Bretaña la extrema derecha ha podido presentar sus credenciales como gestores de las políticas sociales (aunque en Italia es pronto todavía), en Francia no.

Son datos también la presencia cada vez más preocupante de partidos de extrema derecha, neonazis y neofascistas en el resto de países de Europa. En Polonia, después de 10 años han sido apartados del poder, en Hungría, Víctor Orban, tiene cuerda para rato porque ganó las elecciones por tercera vez y por mayoría absoluta, hace dos años. Lleva en el poder 14 años… Y así podríamos seguir el rastro en los 27 países de la UE.

En España, el PP de Núñez Feijoó no podrá llegar a la Moncloa si no es de la mano de la extrema derecha, y lo saben. La primera decisión política que tomó el nuevo líder fue autorizar el acuerdo de gobierno con Vox en la Comunidad Autónoma más grande de España, Castilla y León. A partir de entonces, barra libre en Baleares, Valencia, Zaragoza, Extremadura… y cientos de municipios…

Todos tenemos puesta la mirada en Francia. Si finalmente las izquierdas son incapaces de dar respuesta a lo que han votado los ciudadanos, Marine Le Pen llegará finalmente al Elíseo, porque los ciudadanos se habrán cansado.

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