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La xenofobia y la excusa de la criminalidad

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Les pongo en contexto, la próxima semana tendrá lugar en Canarias una manifestación de protesta contra la inmigración, vinculándola a la criminalidad. Si me permiten la provocación, me es indiferente si la población de origen extranjero comete el 10%, el 50% o el 100% de los delitos, y es más, afirmo que a quienes allí se manifiesten también les da lo mismo. Evidentemente no somos ninguno de nosotros indiferentes al fenómeno de la criminalidad, intentaré explicar entonces qué quiero decir con esto de la indiferencia:

El engañoso indicador de la criminalidad. Como hemos visto, y así confirman las capturas de las distintas estadísticas y gráficos de criminalidad en España o Dinamarca, esta es marginal en nuestros países. Sin embargo, las personas de origen extranjero constituyen un porcentaje representativo en comparación con su peso relativo en el conjunto de nuestras sociedades, esto no es discutible. Los datos serían los siguientes para el año 2022: 25,81% de delitos son cometidos por extranjeros, frente al 74,19% que lo son por nacionales, constituyendo la población extranjera un 11,67% del conjunto de residentes en el país. No obstante conviene matizar, si en España se cometiese un solo delito, y ese delito lo cometiese un extranjero, los delitos cometidos por este colectivo pasarían a representar el 100% de los crímenes ocurridos en nuestro país, ¿ven por dónde voy? El porcentaje representado por la población extranjera sería indicativo de algo si el dato de criminalidad fuese importante, pero es que no lo es; y atención a esto, es que aunque lo fuese, tres cuartas partes de los crímenes son cometidos por nacionales. Si uno oye o lee de forma descontextualizada (como en las gráficas sobre Dinamarca), que la población extranjera multiplica el porcentaje de delitos cometidos por el conjunto de la población nacional, podría exaltarse, pero es que la media nacional de delitos en España es de 0’89% y la de los extranjeros de 1’98%. ¿Se puede señalar a todo un colectivo de cinco millones de personas, con una extraordinaria diversidad interna, por multiplicar solamente por 2 la tasa de delincuencia nacional, siendo esta una tasa ya de por sí bajísima?

La criminalidad como pretexto. De los extranjeros, los inmigrantes, se han dicho muchas cosas, a menudo contradictorias, pueden ser vagos que viven de las ayudas y a la vez venir a robarnos el trabajo. En Polonia, donde la inmigración es casi inexistente, su supuesta llegada masiva ha sido clave en los marcos discursivos impuestos por determinado espacio político e ideológico en las últimas elecciones. Por su parte, la inmigración de origen latinoamericano constituye uno de los ejes centrales de la precampaña electoral en Estados Unidos, de nuevo un marco impuesto por el mismo espacio ideológico que en Polonia, y donde se vincula nuevamente a dicha población migrante con la criminalidad, ¿son acaso los latinos “peligrosos islamistas”? También se afirma, en un ejercicio realmente extraordinario, al realizarse desde los partidos y espacios ideológicos más abiertamente machistas, que su oposición a la inmigración es en defensa de las mujeres y de los homosexuales. La cuestión de la criminalidad no es otra cosa que un pretexto, un clavo ardiendo al que agarrarse, los inmigrantes como chivo expiatorio de las frustraciones de una sociedad. Estas contradicciones, faltas de coherencia interna o directamente falacias no son anecdóticas, como puede deducirse de su carácter internacional, sino que reflejan un marco ideológico y un proyecto social, político y económico muy determinados.

El marco ideológico conservador. Si a una persona progresista le preguntan si todas las personas son iguales, te dirá que no, si se lo preguntan a una conservadora te dirá también que no. Si se concreta y pasamos a preguntar si todas las personas deben ser iguales las respuestas variarán, una persona de extrema izquierda te dará un sí rotundo, una de centro-izquierda te dará un sí con matices, una de centro-derecha un no con matices y una de extrema-derecha un no rotundo. ¿Pero qué explicación da cada uno de los dos bloques ideológicos ante la constatación común de dicha desigualdad? Un progresista dirá que esta es producto de una construcción social y un conservador afirmará que se debe a un orden natural. En consecuencia, la diferente consideración de la naturaleza de la misma conduce a una diferente valoración de la conveniencia de su continuidad, concretamente, entre los progresistas, cuyo diagnóstico de la desigualdad lo atribuyen a una construcción social, serán partidarios de, los de extrema izquierda, abolirla y, los de centro-izquierda, reformarla. Mientras que los conservadores, que atribuyen la desigualdad a un orden natural, son partidarios de, los de centro-derecha, conservarlo y, los de extrema derecha, reforzarlo. La especial sensibilidad de las derechas, y en concreto de las extremas derechas, ya sea en Polonia, Estados Unidos, España o en cualquier otra parte del mundo, hacia el fenómeno migratorio, no tiene que ver con la supuesta criminalidad asociada a este, que como hemos visto es estadísticamente insignificante y constituye solo un pretexto, sino a la consideración filosófica conservadora de la desigual naturaleza y dignidad de las personas y de que, en consecuencia, estas deben ocupar y desarrollar espacios y tareas distintas, inferiores unas de otras por supuesto. El marco ideológico conservador, y el ultraconservador en particular, defiende la consideración desigual de la dignidad de las personas, defiende una sociedad jerarquizada, por clase, sexo, religión, etnia, nacionalidad,… Frente al paradigma progresista de igualdad de todas las personas y de solidaridad como forma de gestionar los recursos, el paradigma conservador defiende el egoísmo como forma de prosperar. En vez de apostar por proyectos políticos y económicos que favorezcan un mundo menos desigual (desigualdad que obliga a las personas a abandonar sus países), en vez de apostar por fórmulas de solidaridad para con aquellos que, desesperados, llegan hasta aquí, el marco ideológico conservador y sus proyectos políticos apuestan por la resolución egoísta/jerárquica de los conflictos, ni solidaridad internacional ni solidaridad con aquellos que ya están aquí. Pero, ¿cómo se llega a sostener que no todos tenemos la misma dignidad como personas?, ¿cómo defender en consecuencia una solución jerárquica?, es ahí donde entra la estigmatización de los distintos colectivos, con la asociación a la criminalidad de las personas migrantes que, en su inmensa mayoría, como ocurre con el conjunto de españoles, tienen una actitud cívica ejemplar.

Conclusiones. Leía hace poco una anécdota sobre unos ricos latinoamericanos, creo que de México, que se habían asentado en Madrid y estaban maravillados por la seguridad con la que se podía salir por la calle incluso de noche, para a renglón seguido quejarse de los excesivos impuestos que habría en España. Lo que estas personas no parecían, o no querían entender, es que la seguridad española y europea no tiene lugar porque seamos más buenos, sino porque el desarrollo económico ha ido en paralelo a unos mecanismos de redistribución que han hecho más difícil la existencia de pobreza extrema y de la consecuente criminalidad asociada. Hablando claro, hay que elegir entre pocos impuestos o seguridad, pero las dos cosas no se pueden tener; ¿o sí?, es ahí donde entra el paradigma conservador de resolución jerárquica de los conflictos bajo la ecuación de: egoísmo fiscal – sociedades desiguales – inseguridad – represión. En cualquier caso, tenemos la inmensa suerte de que vivimos en uno de los países más seguros del mundo y de que el paradigma conservador, con su egoísmo y mentiras, de momento no ha triunfado en el conjunto de la sociedad española.

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