El principal problema de nuestro sistema no son los políticos que roban. Sino los políticos que hacen justo lo contrario a los ladrones y corren de un lado a otro repartiendo dinero. Con la crisis de la democracia representativa, los partidos “atrápalotodo” están dejando paso a partidos “repártelotodo”, dispuestos a trocear el tesoro público para ganar las elecciones. Lo hemos visto en otros países. Y lo estamos viendo en España con la discusión de los presupuestos generales del Estado.
La reciente campaña electoral italiana fue paradigmática. Berlusconi resucitó gracias a ofertas monetarias como una pensión mínima de 1,000 euros o un tipo impositivo único del 23%. Enfrente, el M5S prometía una renta universal de 780 euros. Todas eran ofrendas inverosímiles dada la situación presupuestaria italiana. Pero recordemos que Italia ha sido, desde el medievo, un campo de experimentación donde se han probado artilugios políticos – democráticos, maquiavélicos, fascistas, televisivos – que el resto del mundo ha adoptado poco después.
Y en España hace ya tiempo que desembarcó esta ideología del cash. Nuestra política ha sido tradicionalmente cortoplacista. Hemos gastado más en atender las necesidades presentes que en inversiones para las generaciones futuras. Pero esta miopía se ha acentuado con la salida de la crisis. Exactamente cuando podríamos permitirnos inversiones a largo plazo para transformar el modelo productivo, los políticos ponen en el punto de mira los bolsillos de los votantes. De hoy, no del futuro.
Es la estrategia Rajoy para contrarrestar el ascenso de Ciudadanos. Recuperar la jornada de 35 horas para los funcionarios. Equiparar, al alza, los sueldos de empleados autonómicos y estatales. Y satisfacer al mayor número posible de pensionistas.
Todas son medidas positivas si no tenemos en cuenta el coste de oportunidad. Que es, precisamente, la tarea de un político responsable: ¿es mejor destinar el dinero a esta partida o a esta otra? El gobierno del PP lo tiene claro. El cielo de una economía innovadora puede esperar. Por ejemplo, el gasto en educación pierde peso en relación al PIB, alejándonos aún más de las naciones punteras. De forma parecida, las partidas en I+D han sufrido de presupuestos pobres y pobremente ejecutados en los últimos años.
Da igual. Que inventen ellos. Esa parece ser la respuesta de nuestros políticos, que sólo creen en la ideología del cash. Ellos, en el mundo anglosajón o en la Europa continental y nórdica, siguen destinando partidas crecientes a la educación y al I+D. Nosotros preferimos la política del “pitas, pitas”.