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Francesc de Carreras, el padrino político de Rivera que se alejó de Ciudadanos por su giro a la derecha

Francesc de Carreras durante una entrevista con eldiario.es

Carmen Moraga / Pol Pareja

Francesc de Carreras (Barcelona 1943), catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, dejaba este jueves de militar en Ciudadanos, el proyecto que junto a un elenco de intelectuales fundó hace casi quince años en Catalunya. Su marcha ha sacudido al partido justo en el momento en el que atraviesa una de las peores crisis de su historia.

Nacido en una de las grandes sagas catalanas, De Carreras es hijo del abogado Narcís de Carreras, un catalanista que estuvo siempre en la órbita del franquismo y llegó a presidir el Barça y La Caixa durante la dictadura. Antes de participar en la fundación de Ciudadanos, el ahora catedrático militó clandestinamente en el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC) y, tras abandonar esa formación a mediados de los 80, se acercó a la órbita del PSC.

Se le considera el 'padrino' político de Rivera, al que conoció mientras le ayudaba a preparar el doctorado que cursó en 2003 en la Universidad Autónoma de Barcelona, unos estudios que el diputado finalmente no acabó y que desaparecieron de su biografía en el Congreso cuando estalló el caso del Máster de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Esa relación de amistad que se fraguó entre ellos ha llevado a concluir que de todos los intelectuales del núcleo fundador de Ciudadanos, el catedrático era el que tenía una mayor ascendencia sobre Rivera, por el que dio la cara en los momentos más difíciles de su trayectoria.

Así lo hizo en 2009 durante la primera crisis de Ciudadanos por la alianza con el partido eurófobo y de extrema derecha Libertas. Una parte del sector progresista del partido abandonó la formación pero De Carreras, a pesar de criticar la alianza, arrimó el hombro junto a Rivera y dio la cara por él.

Incluso cuando el partido decidió renunciar a la socialdemocracia de su ideario, en su IV Asamblea de 2017, De Carreras tampoco hizo ruido a pesar de sus discrepancias con la línea tomada.

De Carreras no es de los que expresa sus ideas dando excesivos rodeos. Para conversar con él no hay que tener prisa. Su charla es reposada y hace gala de una memoria asombrosa. Repasando sus recuerdos no olvida aquellos inicios de Ciudadanos, las reuniones en las que fraguaron el primer manifiesto que firmaron 15 intelectuales y al que luego se sumaron centenares de personas, que daría origen al partido.

Tampoco olvida el momento en el que un jovencísimo Rivera, por entonces trabajando en los servicios jurídicos de la Caixa como abogado, tomó la palabra subido a una silla después de ser proclamado presidente del partido en el Congreso fundacional de 2006. “Improvisó un discurso fantástico, bien armado, en el que resumió perfectamente los objetivos del proyecto”, asegura el catedrático, que reconoce sentir una “gran admiración” por Rivera. Pese a ello, no oculta su decepción por cómo ha ido evolucionando Ciudadanos bajo su férreo liderazgo.

Hace escasamente un mes De Carreras escribió en El País una durísima carta abierta al que fue su pupilo, en la que resumía con pesar lo que pensaba de ese cambio que había experimentado a lo largo de todos estos años.

“No entiendo que ahora nos falles, Albert, que nos falle Ciudadanos, que el joven maduro y responsable se haya convertido en un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España. Es ir contra toda tu trayectoria política, contra la trayectoria de Ciudadanos”, le recriminó.

Aquella carta, que encabezaba con un 'Querido Albert', cayó como una bomba en Ciudadanos. Pero no consiguió alterar a Rivera al que muchos de los fundadores, no solo De Carreras, ven encerrado en sí mismo y rodeado en Madrid de dirigentes que, lejos de aconsejarle, más bien se dedican a adularle. De todo ese “núcleo duro catalán” De Carreras solo guarda cierta afinidad con Juan Carlos Girauta. El resto nunca le gustó especialmente e incluso desdeñaba en privado a otros cargos con peso en la Ejecutiva.

Precisamente fue a través de Girauta que De Carreras intentó sin éxito, hace unos meses, que Rivera abandonara su camino hacia la derecha y levantara el veto al PSOE. La respuesta de Girauta fue negativa. De Carreras se sentía dolido por el ninguneo al que le tenía sometido Rivera, con el que no habla desde una comida que celebraron juntos el pasado mes de abril, cuando De Carreras ya se había dado de baja. La “bunkerización” del líder de Ciudadanos, cada vez más aislado y desconfiado, no sentó bien al catedrático, que considera que les unía una historia común que merecía que, como mínimo, Rivera le respondiera a las llamadas.

Su renuncia, se sabe ahora, estaba encima de la mesa desde poco después de que la Ejecutiva aprobara por “unanimidad” vetar al PSOE como socio postelectoral y no facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Sin embargo, en una nueva demostración de afecto y fidelidad, el constitucionalista optó por no hacer pública entonces su baja del partido para no perjudicar a la formación naranja en el ciclo electoral de la pasada primavera.

Su marcha de Ciudadanos ha dejado huérfano al partido. Pero Rivera ha vuelto a guardar silencio.

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