Octubre, un mes de alto voltaje político con poco espacio para la investidura
Quedan muchas incógnitas sobre el qué pero también sobre el cuándo. Una vez despejado el calendario político del largo mes que ha llevado al candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, a afrontar un proceso de investidura fallido, las dudas ahora se centran en cuál será la dimensión del pacto político que negocian el PSOE y las fuerzas independentistas catalanas y, en caso de que fructifiquen, la posible fecha de una investidura de Pedro Sánchez.
Aunque en el PSOE hay muchas voces que defienden que cuanto antes se lleve a cabo mejor, fuentes de la dirección del partido al corriente de las conversaciones para formar gobierno extreman la cautela y plantean incluso el horizonte del mes de noviembre. El mes de octubre llega, de hecho, cargado de fechas de alto voltaje político, a priori, poco propicias para afrontar un proceso de investidura con las implicaciones que acarreará en este caso.
El mes de octubre ha arrancado con la conmemoración del referéndum de 2017 y de la posterior declaración unilateral de independencia, fechas marcadas en rojo para el ideario independentista. A final de semana, el próximo domingo 8, está prevista una gran manifestación de las derechas en Barcelona contra una hipotética ley de amnistía a las cientos de personas embarcadas en procesos judiciales a cuenta del procés.
Luego llegará la festividad del 12 de octubre, un evento tradicionalmente incómodo para todos los presidentes progresistas por los abucheos durante el desfile de las fuerzas armadas de los que ya ha hecho costumbre el público más conservador, y que este año se mira con especial recelo desde la calle Ferraz por el contexto político.
Esas tres fechas del calendario junto al hecho de que la candidatura de Pedro Sánchez no se pueda oficializar, según todas las previsiones y a expensas del designio del rey, hasta el próximo martes día 3, hacen que la primera quincena del mes se dé prácticamente por amortizada en las filas de Partido Socialista.
No viene menos cargada la segunda mitad del mes. Octubre lo coronará la jura de la Constitución de la heredera al trono, la princesa Leonor, con motivo de su mayoría de edad el día 31. Una ocasión que algunas voces en el Congreso creen que merecería no tener un Gobierno en funciones y unas Cortes Generales constituidas pero a medio gas.
Justo la semana antes, el presidente del Gobierno en funciones tiene previsto asistir los días 26 y 27 a la reunión del Consejo Europeo en Bruselas, una de las citas marcadas en rojo por sus compromisos durante el semestre de la presidencia española. Por lo que, completamente despejada, tan solo quedaría la semana del 16 al 22.
Aunque nadie en el PSOE se atreve a hacer quinielas y tanto los socialistas como sus socios parlamentarios admiten que, con la negociación avanzada pero sin rematar sobre un asunto tan delicado como es una ley de amnistía, el alcance político de las citas de las próximas semanas es difícil de prever. Además varias voces al tanto del estado de las negociaciones apuntan a la dificultad de afrontar en apenas quince días un pacto político de la enjundia que requiere la ocasión, afrontar la labor de pedagogía política que pretende el presidente del Gobierno y, además, iniciar los trámites parlamentarios de la nueva legislación, una de las exigencias de los de Carles Puigdemont.
“¿Noviembre? No descartamos nada, la fecha tope sabemos todos cuál es”, se limitan a responder en Ferraz cuando se cuestiona por los plazos que marcarán la política española a corto y medio plazo. El límite fijado en el calendario es el del 27 de noviembre, justo dos meses después de la primera votación del proceso de investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo.
Si antes de ese día el Congreso de los Diputados no ha investido a un presidente, el 14 de enero se repetirán las elecciones generales. Un horizonte del que tampoco nadie se atreve a renegar abiertamente aunque tanto en el PSOE como en sus socios parlamentarios ven bastante lejano, a pesar de las tiranteces por la petición de ERC y Junts de un referéndum de autodeterminación que todas las partes enmarcan en la “liturgia” de los partidos y no en una exigencia de máximos que pueda dar al traste con la investidura. “Habrá pronto un nuevo Gobierno progresista” aventuró optimista Pedro Sánchez esta misma semana.
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