El ‘Hamlet’ interpretado por actores neurodiversos que triunfa en Europa contra los prejuicios: “No somos niños eternos, ni ángeles”

'Hamlet', el montaje de la compañía limeña Teatro La Plaza

Alejandro Luque

Sevilla —
27 de octubre de 2023 05:30 h

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Cuenta Chela de Ferrari (Lima, 1956) que cuando el teatro que dirige en la capital peruana, La Plaza, anunció el estreno de un Shakespeare interpretado por actores con Síndrome de Down, la respuesta del público fue más que entusiasta. “Los likes eran brutales, todo el mundo nos felicitaba por la iniciativa”, recuerda. “Pero a la hora de estrenar, eso no se tradujo en una asistencia al teatro. Me decían cosas como ‘me da un poco de nervio verlos’. Ahí me di cuenta de que todo el mundo defiende la existencia de proyectos como este, pero nuestros prejuicios nos alejan de la posibilidad de disfrutar de ellos”.

Poco a poco, el Hamlet de Teatro La Plaza fue convenciendo al respetable limeño de que valía mucho la pena pagar la entrada, y llegaron a mantener la obra en cartel durante dos meses trabajando todos los días, antes de iniciar una exitosa gira internacional que les trae este fin de semana (viernes 27 y sábado 28, 21.00 horas) al Teatro Central de Sevilla. Pero la reflexión ya estaba sobre la mesa.

La propia De Ferrari admite que ella tuvo que cuestionar sus propias reservas para embarcarse en un proyecto tan ambicioso, pues nunca antes había trabajado con actores neurodivergentes. “Yo amo a Shakespeare, es un autor muy generoso con quienes hacemos sus montajes, y soñaba con hacer un Hamlet. Pero cada año lo descartaba por la misma razón: no encontraba al actor adecuado. Hasta que di con Jaime Cruz, que trabajaba como acomodador de sala, pero para mi sorpresa se me presentó como actor. Nos tomamos un café y, por alguna razón, empecé a verlo con la corona de príncipe. Y me di cuenta de que, en realidad, era la primera vez que hablaba con una persona neurodiversa”.

Romper mitos

Aquel primer encuentro fue el germen de un proyecto que iba a desbordar todas las previsiones de Chela de Ferrari. “Me confrontó con mis prejuicios y mi monumental desconocimiento de la realidad de Jaime, pero también despertó un deseo de intercambio muy profundo. Nuestro Hamlet es el fruto de todo ello”, afirma la directora, cuyo primer pensamiento fue preguntarse cómo influiría Shakespeare sobre un elenco de aquellas características. Lo que no podía imaginar era cómo ellos aportarían a Shakespeare.

Junto a Cruz, el elenco se fue conformando con la llegada de Octavio Bernaza, Lucas Demarchi, Manuel García, Diana Gutiérrez, Cristina León Barandiarán, Ximena Rodríguez y Álvaro Toledo. “Empezamos por lo esencial de la obra, el Ser o no ser. ¿Qué es ser en espacios en los que a estas personas no se las tiene en cuenta? En nuestra versión re-contra-libre, hacemos un tejido entre el texto de Shakespeare y los reclamos y reivindicaciones de los actores y actrices. Trabajamos para encontrar puntos de coincidencia, ¡y hay tantísimos! En el caso de Ximena, llegó un momento en que era difícil distinguir si hablaba como Ofelia o como ella misma. Vimos, por ejemplo, la sobreprotección de los padres, que es algo que ellos conocen como los protagonistas de la obra. Hasta el amor entre Hamlet y Ofelia se dio en la realidad”.

Ideas que son corroboradas por el elenco, que aterriza en Sevilla con la motivación de haber puesto a sus pies al público de varios escenarios franceses. A Cristina, que en la obra se mete en la piel de Ofelia, de Hamlet y de la narradora, todavía le parece estar flotando. “Cuando actuamos en Lyon, nos aplaudieron cinco o seis veces”, dice exultante. Ahora, en Sevilla, cuando se dirigía al Teatro Central, su atención reparó en el Parque de Isla Mágica, y está deseando poder tener un rato para visitarlo con sus compañeros, “porque en Perú no hay parques así”. Pero la responsabilidad está por delante: “Venimos a contar nuestra historia y a romper mitos. No somos niños eternos ni angelitos; hacemos las cosas que hacen los demás, tan bien como lo hacen los demás”.

Llorar y hacer llorar

A su lado, Manuel García, que defiende los personajes de Polonio, de uno de los guardias y de Hamlet, confiesa que nunca había hecho antes un Shakespeare, pero adora a Hamlet. “Mi mayor reto ha sido hacer de Polonio. Es una obra muy fuerte, muy potente, no es en absoluto un trabajo para niños. Hablamos de lo que está pasando en el mundo, de nuestros derechos, de los de todos”.

Manuel también comparte la excitación que supone poner al público europeo en pie. “Esta obra es un privilegio que me ha cambiado la vida. Era la primera vez en mi vida que veía a todo el mundo parado delante de nosotros. Yo mismo lloro y siento que algo de mí penetra en la gente y los hago también llorar. También veo a los padres de gente neurodiversa y me gusta que salgan del teatro sabiendo que sus hijos pueden soñar, viajar, ver el mundo”.

Chela de Ferrari insiste en la idea de que este Hamlet “es un montaje absolutamente profesional, que nos interpela y nos muestra nuestra propia realidad. Las preguntas de Shakespeare son para todos, y están ahí. Hay coreografías, montajes de vídeo, decisiones estéticas… Y todo el mundo acaba bailando con ellos en el escenario”.

Comodidad versus curiosidad

En el Teatro Central se ha repetido la historia: aunque la taquilla va animándose en los días previos a las funciones, la acogida de Hamlet ha sido más entusiasta en la teoría que en la práctica. “El primer prejuicioso fui yo”, reconoce el director del teatro, Manuel Llanes. “Fui al Grec de Barcelona, donde estaba programado el espectáculo, y si no llega a ser por una amiga que me insistió, quizá no habría ido a verlos. Esto me recuerda que seguimos lo mediático en el teatro, la danza, la música, y tenemos poca pasión por descubrir. La comodidad mata la curiosidad”,

Para Llanes, esta propuesta se enmarca en la línea de montajes que están cambiando la manera de recibir los espectáculos realizados por intérpretes neurodiversos. “Es un momento en que todos reivindicamos la igualdad y la diversidad, aunque sabemos que los prejuicios están ahí. Sí, son diversos, todos lo somos. El proceso va a ser lento y las ideas preconcebidas difíciles de mover. Lo que sí aseguro es que esto es teatro-teatro, una lección de ambición y alegría a la que no hay que ir con condescendencia, sino con la misma exigencia con la que venimos a ver a Peeping Tom o cualquier otra gran compañía. Ellos mismos no van a permitir esa condescendencia”.  

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