Sevilla se entrega a una multitudinaria marcha LGTBI impulsada por la juventud “diversa y orgullosa”
Alentada por la energía de una juventud “diversa, libre y orgullosa”, Sevilla se ha entregado este sábado a la manifestación andaluza del Orgullo LGTBI. Miles y miles de personas han teñido las calles del corazón de Sevilla de los colores de la libertad, la igualdad y la diversidad, formando la estela de una marcha kilométrica, que ha arrancado en la sede de la Diputación Provincial, hasta alcanzar la icónica Alameda de Hércules.
Durante todo el recorrido, el ambiente festivo se ha conjugado con el espíritu reivindicativo para demostrar que “el orgullo es, ante todo, una manifestación por el derecho a ser”. Así lo ha recordado en su manifiesto la Federación Orgullo LGTBI Andalucía, la encargada de organizar cada año esta cita y que, en esta ocasión, ha querido colocar a los jóvenes a la cabeza de su tradicional marcha como reflejo de la “diversidad y energía del colectivo”. Por eso, la pancarta que abría la comitiva compuesta de 18 carrozas y una treintena de entidades portaba el lema de esta edición: Juventud diversa, libre y orgullosa.
Los jóvenes, por su parte, han respondido a la llamada aceptando el reto y la responsabilidad de continuar con la lucha, “recordando nuestro pasado, luchando por nuestro futuro”, como se podía leer en la pancarta posterior a la cabecera. Ejemplo de esa generación de jóvenes valientes y dispuestos a seguir reivindicando su libertad de ser quienes quieran ser es el grupo de Lucía (19 años) y Angy (20): “Somos la voz de los que se han quedado sin ella y vamos a seguir hablando bien alto”, Angy, quien se define como no binario.
Lo que queda por conseguir
Aunque sus rostros y atuendos irradian color y brillo, los ojos de Lucía y de Angy se empañan de emoción al recordar “todo lo que queda por hacer”. Están pensando en erradicar los ataques homófobos como el que acabó con la vida de Samuel en 2021, o en el miedo que dicen sufrir chicas y chicos trans de su círculo que “solo salen si es para ir a la Alameda”.
Ellos mismo dicen haber experimentado el rechazo esa misma tarde. Cuando Lucía salió de su casa envuelta en su bandera arcoíris como si fuera una capa notó el desprecio en la mirada de algunos de los vecinos con los que se cruzó por el camino hasta llegar a la calle Recadero, donde había quedado con sus amigos para sumarse a la marcha del Orgullo.
Lo mismo sintió Angy al subirse al autobús con destino a la manifestación. De ahí que ambos estén convencidos de que hacen falta más días del Orgullo al año. “Necesitamos todavía mucha visibilidad, existe mucha lgtbifobia y todavía hay muchos jóvenes sin salir del armario por miedo a la reacción que pueda tener nuestro entorno”, aseguran estos dos sevillanos que encarnan esa juventud “diversa y orgullosa de ser quienes somos” que se ha colocado esta vez al frente de la manifestación para empujar la defensa de los derechos de las personas LGTBI.
Por las generaciones futuras
En la acera de enfrente, desde su carrito, el hijo de Marta Muñoz mira embobado a ese grupo de jóvenes orgullosos. “Las familias homoparentales estamos todavía muy invisibilizadas, sobre todo la de mujeres”, explica esta madre que se declara defensora de hacer partícipes a los más pequeños de este día “para que no se sientan unos raros y tengan una referencia social”. “No somos bichos raros, solo pedimos los mismos derechos y normalidad”, insiste Marta, acompañada de su pareja y de otras familias como las que forman ellas.
Unos metros más adelante, pensando en esos niños está Aníbal. “Es importante seguir luchando para que los niños no pasen por lo que hemos pasado nosotros, esa crisis de identidad”, afirma. Junto a él está su amiga Lola, quien dice no ser del colectivo pero apoyar igualmente su lucha porque percibe que todavía sufren tratos discriminatorios por parte de la sociedad.
Precisamente, Angy y Lucía recuerdan que el Orgullo es para todo el mundo, “no sólo para el colectivo”. “Queremos que vengan muchos heterosexuales a apoyarnos y reivindicar con nosotros”, añaden los dos amigos. Una de esas fieles aliadas es Manoli, quien espera impaciente la llegada de las carrozas en uno de los puntos más emblemáticos del recorrido: las Setas. Aunque derrocha alegría y entusiasmo, Manoli se pone seria cuando toca hablar de lo importante: “Esto no es ninguna fiesta de cachondeo, es una reivindicación”. Y, respaldando a la comunidad LGTBI, defiende que “todo el mundo tiene derecho a ser libre y estas personas llevan demasiado tiempo deprimidos, apaleados y castigados”.
Ese grito colectivo por los derechos y las libertades ha quedado reforzado a lo largo del camino a golpe de tambor. Clara Sánchez, fundadora y directora de RuaRuido, una de las batucadas que han acompañado la marcha, cuenta al llegar a la Alameda que a una asociación como la suya, que “apoya a colectivos y minorías”, le atañe especialmente esta cita con la diversidad que llevan apoyando desde años. De nuevo este sábado han puesto al servicio de la lucha LGTBI la fuerza de las batucadas, para subrayar sus reivindicaciones con el ritmo de una música contagiosa.
A unos metros del escenario desde el que se ha leído el manifiesto que ha servido de cierre para la manifestación, Isabel y Ana dicen que será necesario seguir celebrando este día hasta que dejen de preguntarles “si somos normales”. Hasta que triunfe el amor por encima del odio. Porque, como dice Manoli, “el amor es el que mueve montañas, amargura demasiada hay ya”.
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