Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Qué tiene que ver la pobreza con el fracaso escolar

Las carencias económicas condicionan el futuro académico de los adolescentes. \ EFE

Sofía Pérez Mendoza

El 61% de los adolescentes en riesgo de exclusión social han suspendido tres o más asignaturas frente al 37% del resto de los estudiantes. Son datos de un estudio realizado por la Fundación Adsis acerca de cómo la coyuntura socioeconómica de los jóvenes está directamente relacionada con su desempeño académico y su capacidad para relacionarse y ser aceptados por su entorno. Este análisis cobra especial relevancia cuando el debate sobre política educativa hace uso y abuso del rendimiento de los estudiantes y del abandono escolar temprano como razones para el fracaso del sistema actual y la necesidad de cambiarlo.

Lo cierto es que la crisis multiplica el número de menores en riesgo de exclusión y que esta brecha se ve acentuada por la falta de acceso a refuerzos extraescolares, que también son consecuencia de la crisis.

De los 3.000 estudiantes de la ESO encuestados por la Fundación Adsis, el 18,4% se enfrentan a una privación material severa. De ellos, el 70,3% vive en familias con serias dificultades para pagar el alquiler o la hipoteca y el 75,3% no come carne o pescado al menos tres veces a la semana. Una situación inestable que, sumada al desequilibrio intrínseco de la adolescencia, pasa factura. “Algunos de estos chicos y chicas tienen una actitud destructiva y es un trabajo arduo dar pautas de relación. Se encierran en su entorno más cercano e ignoran el resto. Nosotros en muchos casos actuamos mal. Quizá deberíamos preguntarnos el porqué de esta rabia”, explica Juan Antonio Cardete, profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Antonio López de Getafe (Madrid).

Cuando el problema de la privación material –factor de pobreza y exclusión, según el indicador AROPE (At Risk of Poverty and/or Exclusion)– se une a la falta de sostén familiar, los adolescentes quedan huérfanos de referentes. “Si tus propios padres no dan valor a tu formación, ¿quién va a hacerlo?”, se pregunta Cardete. Y entonces recuerda el pequeño gran triunfo de uno de los alumnos de su tutoría: un chico gitano que ha alcanzado el tercer curso de la ESO. “A pesar de que su padre no quiere que estudie, él se interesa por progresar, asiste a clase y se relaciona con sus compañeros”.

Las clases medias, por primera vez en riesgo de exclusión

Hacerles conscientes de su propia realidad es el primer paso para empezar a construir en positivo. Así lo ve este docente de Lengua y Literatura que ha visto cambiar en los últimos años el perfil de los alumnos en situación de pobreza. “Hoy, sin ser el instituto en el que trabajo un centro de difícil desempeño, el riesgo de exclusión está muy acentuado en las familias de clase media, pero muchos chicos y chicas no son conscientes del problema”. “Cuando prácticamente se eliminaron las becas de libros, las familias llegaban a la secretaría con sus nóminas y a la directora se le caía el alma a los pies”, relata Cardete, que este año también es tutor de un grupo de 3º de la ESO. Entonces comenzaron a trabajar para proveer a las personas que lo necesitaban de material de otros años, e incluso se hicieron donaciones.

Mientras la pobreza se cronifica, el sistema de asistencia social necesario para hacerle frente no deja de encogerse. Una dejación del Estado como garante del bienestar ciudadano que pasa factura a miles de adolescentes cuyo futuro educativo y profesional puede tirarse por la borda.

El establecimiento de un vínculo afectivo con los alumnos es, según el estudio, un proceso necesario para tender puentes entre los miembros de la comunidad educativa. Una tarea hoy compleja en los centros de secundaria, “donde estamos demasiados preocupados por las notas y escasos de recursos pedagógicos”. Juan Antonio está convencido de que “hasta que un adolescente en esta situación no arregla su encaje como persona en el mundo, no puede solucionar el resto de los problemas”. Por eso, las expectativas que los profesores depositan en los alumnos pueden influir en sus éxitos y sus fracasos. “Una situación de este tipo no se resuelve con un castigo como la expulsión del centro por unas semanas. Hay que hacer un seguimiento con apoyo del departamento de orientación para llegar a la raíz del problema”.

En ese camino, reconocer los pequeños logros y reforzar la autoestima y la motivación es fundamental, de acuerdo con las conclusiones del estudio, para mejorar el rendimiento de unos adolescentes poco convencidos de alcanzar sus aspiraciones en el futuro.

Etiquetas
stats