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Cristina Durán, Premio Nacional de Cómic y damnificada: La solidaridad tendrá su historia
Eva Batalla
València, 8 nov (EFE).- La ilustradora Cristina Durán y su marido, el guionista y dibujante Miguel Ángel Giner, galardonados con el Premio Nacional del Cómic en 2019, sufren en primera persona los estragos de la dana en Benetùsser, uno de los pueblos más afectados y donde la solidaridad, al final, tendrá su propia historia gráfica.
Allí instalaron en 1993 su taller, La Grúa Estudio, que comparten en 'coworking' con Musilla Estudio y el diseñador de interiores Fernando Ortuño, y contigua al estudio su casa familiar, todo completamente anegado el pasado 29 de octubre.
“Lo que menos me apetece en estos momentos es coger un lápiz y un papel”, señala Durán a EFE, pero asegura que la respuesta humana, la solidaridad que están recibiendo, la ayuda desinteresada tendrá “una historia”, la suya. “La respuesta de la gente ha tenido tantas cosas bonitas, momentos de humor, de lágrimas, de impacto, que no contarlo es un crimen”, asegura.
“He recibido 'bizums' de gente que no conozco de nada, hasta del extranjero. Han venido ríos de gente, muchos conocidos y amigos, pero también muchos desconocidos llamando a nuestra puerta para preguntarnos si nos hace falta algo. En todo el pueblo se han habilitado puntos de ayuda. Los bares que pueden ofrecen comida”, agradece.
Amigos y compañeros de profesión, como Paco Roca, María Herreros o Paula Bonet, por citar solo algunos nombres, les han ofrecido su ayuda. Algunos han puesto a la venta originales de su obra para recaudar dinero. “El mundo del cómic se ha volcado”, señala Durán.
La tarde del fatídico martes
La tarde del martes 29, por suerte, toda su familia estaba en casa. A su hija pequeña le habían cancelado las clases el lunes en la universidad. La mayor, de 21 años, con parálisis cerebral, estaba en el centro de día de Torrent. El Ayuntamiento de esta localidad avisó a las 15:00 horas de que cerraba colegios, comercios, toda actividad y “Laia, antes de las cinco, ya estaba en casa”.
Estaban en alerta pero no llovía. “Hacia mucho viento, un viento muy raro y el cielo muy oscuro”, recuerda.
Sobre las siete, Fran, uno de los compañeros del estudio, llamó a su puerta. Venía del supermercado. Allí se había ido la luz, las comunicaciones se habían cortado y la gente empezó a gritar que el agua venía por la calle.
Fran se dirigió al estudio para alertarles. Recogieron los ordenadores, protegieron la fotocopiadora y Cristina, en su casa, cogió lo imprescindible y más valioso en ese momento: la medicación y los pañales de su hija, algo de comida y las carpetas con los papeles importantes y los subió al segundo piso.
También se refugió en la casa una amiga de su hija menor que volvía de clases de inglés. Al ver el agua llamó a su madre y esta le dijo que volviera atrás y fuera a la casa más cercana, la de ellos.
A las ocho de la tarde el agua empezó a entrar por las puertas. Los edredones y toallas que se apresuraron en colocar en las rendijas no servían de nada. Llegó un momento que el agua empezó a subir por el sumidero de la ducha y fueron todos escaleras arriba, al segundo piso.
“Nuestra vida flotando en el comedor”
Al día siguiente llegó el impacto. “Nuestra biblioteca de libros, nuestro trabajo, la colección de cómics de Miguel Ángel, que conservaba de su infancia, nuestra vida flotando en el comedor”, recuerda. En peor situación se encontraba el espacio que ocupaban sus compañeros de estudio, ubicados en el piso inferior.
“Estamos devastados pero vivos. Nosotros, al fin y al cabo, con una mano, un lápiz y un ordenador nos podemos apañar. El estudio está destrozado y costará recuperarlo, pero no necesitamos tantos proveedores como otros negocios del pueblo”, lamenta Cristina.
“Todos los bajos han quedado arrasados. La tienda donde comprábamos la fruta no está. Nuestra librería, 'Somnis de paper', no está. La fisioterapeuta no está. La imprenta, el bar al que vamos a almorzar, el centro de yoga, no están -detalla-. Me han quitado mi vida cotidiana”.
El trabajo de Cristina y Miguel Ángel tiene un marcado compromiso social y ha abordado temas como la diversidad funcional, la adopción, la cooperación, la denuncia social o la memoria histórica. Cristina se encontraba inmersa en un libro sobre el cáncer de mama, su propia historia, ya que está recibiendo tratamiento para afrontar esta enfermedad.
Uno de los trabajos de la pareja, 'El día 3', que realizaron en colaboración con la periodista Laura Ballester, un relato gráfico sobre el accidente de metro en València del 3 de julio de 2006, en el que 43 personas perdieron la vida y 47 resultaron heridas de gravedad, fue galardonado con el Premio Nacional del Cómic en 2019.
Este verano abrieron una tienda online -paa.ge/cristinaduran/es- en la que pusieron a la venta láminas. En solo tres días, tras la difusión de su historia por amigos y conocidos en las redes sociales, vendieron más de 13.000.
“No tengo ganas de dibujar. No sé lo que tardaré. Pero esta solidaridad tendrá seguro su relato gráfico”, asegura la ilustradora, agradecida.
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