Los investigadores critican que la política educativa no siga la evidencia científica: “Un ejemplo son los programas bilingües”
“La política educativa no se nutre ni se fundamenta en los resultados obtenidos en la investigación en educación. Una cosa y la otra están desconectadas”. Los investigadores lamentan que su trabajo no se utilice. Que no sea considerado en la toma de decisiones políticas ni llegue a la práctica en las aulas. Esto reivindica la recientemente creada Red Transdisciplinar de Investigación Educativa (Retinde) en un manifiesto que respaldan varias asociaciones, y que en total aglutinan a más de 5.000 científicos educativos.
Y todas las partes están fallando, lamentan; incluidos ellos mismos. “Hay un problema con quien tiene que recibir la información. Falta formación en los políticos, y también en los docentes o los directivos. Y claro, estamos fallando los investigadores, que no acabamos de estudiar los temas importantes y no estamos formando a los docentes en las universidades. Habría que intervenir en todos los actores y en el medio para que llegue”, reflexiona Javier Murillo, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid y vocal en la comisión ejecutiva de Retinde.
“Hay un distanciamiento de la investigación con la política y con la práctica educativa. Estamos alejados justo de los lugares a los que queremos llegar”, explica Coral González, profesora titular en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid y compañera de Murillo en Retinde, que agrupa a las principales sociedades, redes y grupos de investigación educativa del país. “Nos encargan la investigación –comenta sobre la clase dirigente– nos la pagan, pero no se la leen”.
Murillo aterriza esta afirmación. “Hablamos de desconexión con las leyes en general, con su aplicación y desarrollo. Echamos en falta que las decisiones políticas tengan una fundamentación en la investigación de calidad, validada por la propia comunidad y que sea considerada como un elemento más en la toma de decisión. No significa que la investigación tenga que asumir el papel de los políticos. Un ejemplo claro son los programas de bilingüismo en las diferentes comunidades autónomas, que no han sido desarrollados ni corregidos en base a la evidencia”, explica.
“Se hace una nueva ley y, ¿a quién consultan?”, pregunta de manera retórica González. “Menos a nosotros, a todo el mundo. No sé para qué nos encargan investigaciones”, lamenta (esta queja, por otra parte, es habitualmente compartida por otros sectores educativos como el profesorado de las etapas obligatorias).
Desconexión con el aula y más allá
Los investigadores tampoco consiguen que la evidencia científica que generan llegue al aula o al resto de lo que se entiende por Educación, que incluye la informal o la social. “No se hace divulgación. Publicamos en sitios donde solo nos leemos nosotros porque son de pago”, explica González.
Murillo introduce otro elemento que aleja el trabajo de los investigadores de los intereses que, creen, debería perseguir: “No acabamos de estudiar los temas importantes porque la presión por publicar lleva a que la investigación esté más alejada si cabe” de las cuestiones relevantes, sostiene en alusión al sistema de evaluación científica, que exige a los académicos publicar y publicar para progresar en la carrera universitaria y pone más el foco en dónde se publica y cuánto que en qué se publica, como recoge el manifiesto de Retinde.
Tampoco ayuda que no se valore, relata Murillo, el impacto social que una investigación pueda tener. Eso nos aleja de tener más influencia“, defiende.
De fondo en esta desconexión sobrevuela también el recelo con el que docentes pegados al aula y los académicos se miran en ocasiones. “Hay una creencia popular de que los investigadores están en su torre de marfil y los maestros son los que se encuentran los problemas”, comenta Xavier Úcar, catedrático de la Universidad de Barcelona y representante en Catalunya de Retinde. “En todos los países existe este divorcio entre investigación y docente”, añade Murillo, “no es nuevo pero sí preocupante”.
González entiende el recelo de los docentes. En parte, porque las administraciones les obligan a participar en los grandes estudios (como PISA o PIRLS), lo que rompe sus dinámicas, pero muchas veces no reciben nada a cambio. “Vas a un centro a hacer investigación, te reciben muy bien, pero alteras toda su dinámica y luego la administración no les hace llegar los resultados y no obtienen nada”, ilustra González.
Que los docentes también investiguen
Retinde propone que se cuente más con los docentes para la investigación. Que participen de ella, para lo que es necesario dotarla de unos incentivos que ahora mismo no tiene para ellos, explican los miembros de la red. Xavier Úcar, de la UAB, explica que a un maestro que participe en una investigación “ni se le va a reconocer ni se lo puedo pagar. A esto nos referimos con que hay que tener en cuenta a las personas no investigadoras para investigar. Para prestigiar la investigación educativa y para conectarla con la práctica”, sostiene.
“Hay que poner la investigación en valor, pero toda la investigación”, reivindica González. “No solo la de los académicos con cuatro sexenios [periodos de seis años de investigación]. Hay mucha investigación muy importante para la toma de decisiones que se hace en las aulas, pero muchas veces sin que el propio docente lo sepa”.
González y Murillo coinciden en que está fallando la formación en este área. “No los estamos formando para que entiendan y utilicen la investigación”, admite Murillo. “Según la universidad puedes tener una o ninguna asignatura sobre investigación, salvo que hagas un doctorado”, lamenta González. “Y se les lanza el mensaje de que para investigar tienes que ser otra cosa [académicos]. Y luego además vienen otros a decirles qué tienen que hacer”, coincide la profesora de la UCM.
Úcar, de la UAB, destaca también la importancia de la otra educación, la que se da fuera de los sistemas formales. “Parece que toda la educación sea la escuela, pero queda todo un mundo fuera desarrollado por educadores sociales que parece que ni existe. Es hacerle un flaco favor a la escuela, a la educación y a las personas que la necesitan”. Recuerda el manifiesto de Retinde en ese sentido que “la investigación educativa se focaliza sobre cualquier relación socioeducativa más allá del ámbito concreto (formal, no-formal, informal) y del contexto específico (escuela, entidad, institución, calle, etc.) en el que se produzca”.
Además de las mencionadas, las reivindicaciones de Retinde también incluyen que se articule –y financie– un plan estatal de investigación en educación (“yo no sé en lo que está trabajando mi vecina”, pone como ejemplo González), que esta sea “de calidad”, “que responda a las situaciones y problemáticas educativas actuales” y que “incida en la mejora de las prácticas y las políticas educativas”, entre otras.
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