Las mascarillas que resisten en el transporte público: “Ahora que nadie va a llevarla quiero protegerme más aún”
Los últimos tres años han sido un compendio de primeras veces y vueltas a la normalidad. Este miércoles, se vivió en España un nuevo paso en esa desescalada que comenzó en abril de 2020: la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en el transporte público. Pero tras una relajación previa del seguimiento de la norma por un lado y de la rutina por otro, la imagen en trenes y autobuses no ha sido tan diferente a la del día anterior.
“Al subir al autobús he visto que todos la llevaban. No quería ser la única sin ella, así que me la he puesto”, decía Silvia, una estudiante de 19 años que reconoce haber cedido a la presión social pese al levantamiento de la norma, que aprobó el martes el Consejo de Ministros. Marisa, en Rivas-Vaciamadrid, aseguraba que haría uso de ella según lo crea necesario. “Si veo que hay un 'mogollón' de gente, probablemente me la ponga. Mientras tanto, disfrutaré de ir sin ella”, decía mientras esperaba el bus.
Cuando Quique Bassat, que es epidemiólogo e investigador ICREA en el Instituto de Salud Global de Barcelona, cogió un taxi por la mañana, creía que el conductor le recibiría sin mascarilla, pero no fue así. “Me decía que él se sentía más seguro y protegido y que la seguiría llevando. A pesar de que haya dejado de ser obligatoria, habrá gente que la seguirá utilizando, como ocurrió cuando dejó de ser obligatoria en la calle”, explica este experto, que considera que la medida llega “en el momento adecuado”. “Podríamos haberlo hecho en septiembre, cuando ya se abrió el debate, pero ante el miedo a lo que podía llegar con el frío y los virus respiratorios se optó por no retirarlas. Ahora que ya han pasado las fiestas [navideñas] había llegado el momento”, indica.
“Había que tomar la decisión”
La portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), María del Mar Tomás, hubiera esperado a primavera, pero tampoco se muestra preocupada. “Había que tomar la decisión y no pasa nada por que sea en febrero o en marzo. En Europa no es necesaria la mascarilla y está bajando la incidencia de virus respiratorios. Ya hemos estado en contacto en Navidad y cierto es que probablemente no suponga un incremento en las infecciones”, aclara.
Según el último informe del Sistema de Vigilancia de Infección Respiratoria Aguda, con datos hasta el 29 de enero, la incidencia ha bajado de 756 a 638 casos por cada 100.000 habitantes en Atención Primaria en dos semanas y de 21,3 a 15,1 en hospitalaria.
No se estaba siguiendo bien y una norma que no se sigue bien no es útil desde el punto de vista de salud pública
Bassat señala otro argumento a favor de esta medida: “No se estaba siguiendo bien y una norma que no se sigue bien no es útil desde el punto de vista de salud pública”. En el Metro de Madrid la situación no ha cambiado mucho respecto a las últimas semanas, cuando el uso del cubrebocas ya se había relajado visiblemente, pese a la normativa. En los andenes ya no era obligatorio utilizarla, pero este miércoles se ha visto a más gente desprenderse de ella.
Mar, una usuaria de metro, reconoce que es incómodo llevar la mascarilla, por lo que optará por no ponérsela definitivamente. “Todos usan las quirúrgicas y no sirven para protegerse a sí mismo, por lo que lo veo absurdo si estoy sana”, afirma. Precisamente, esta es una de las cuestiones en las que inciden los expertos y que verbalizaba este mismo martes la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que hacía hincapié en la “importancia de recomendar un uso responsable”.
“Que la gente que tenga síntomas la siga llevando, que es un mensaje que ha calado menos en la sociedad”, reclama Bassat. Algo que han repetido desde la Sociedad Española de Epidemiología. Su presidente, Óscar Zurriaga, indica que “sigue siendo útil en determinadas circunstancias, sobre todo en aquellas personas que tengan síntomas”. “Es una cuestión no solo de responsabilidad individual, sino también colectiva y de respeto hacia la salud de los demás”, ha destacado.
Este epidemiólogo también recomienda su uso entre aquellas personas vulnerables, con comorbilidades, inmunodeprimidas, cuando estén en contacto con otras o en lugares con mala ventilación o aglomeraciones.
“Me siento ligeramente más protegido”
Por lo general, las personas de más edad son las que aguantan con la mascarilla en el transporte público. “Tengo que ponérmela para ir al médico, no me supone ningún esfuerzo seguir llevándola en el metro. Así, además, me protejo”, explicaba Acacia, de 72 años. Pero con un paseo por andenes y terminales se encuentran perfiles de todas las edades. Como el de Emre, de 20 años, que dice haberse acostumbrado a este trozo de tela. “No me molesta para nada. Me siento ligeramente más protegido”, añade.
José Miguel, funcionario de 58 años, cubre su boca con una mascarilla FPP2. “Ahora que nadie va a llevarla quiero protegerme más aún, sobre todo en el transporte, que viene y va mucha gente”, dice. En el centro de Madrid Janet baja de un vagón en la estación de Tirso de Molina pasadas las cuatro de la tarde. Ambas llevan la cara cubierta. “No nos las hemos quitado porque todavía estamos en época de frío y aunque no es hora punta, todavía hay muchos pasajeros. Soy sanitaria y estoy habituada a usarla”, explica.
“Todavía hace frío pero en cuanto entremos en marzo y vengan las buenas temperaturas la gente se sentirá más segura”, considera Tomás, que como todos los expertos consultados para este reportaje recomienda que “aquellas personas que necesiten cuarta dosis de la vacuna, se la pongan”. Una idea, la de completar la vacunación, en la que llevan meses incidiendo desde el Ministerio de Sanidad. “Con el brote de China hubo un pequeño aumento por el efecto miedo, quizá ahora se pueda producir por prudencia”, añade Bassat.
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