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El móvil en el colegio, dividido entre herramienta para educar o distracción continua para los alumnos

Las escuelas permiten el uso de tabletas y ordenadores, pero no de móviles.

Daniel Sánchez Caballero

El debate está sobre la mesa en las comunidades educativas. ¿Qué hacemos con los móviles en los colegios? ¿Son posibles herramientas para clase? Sin duda. ¿Funcionan más bien como elemento distractor en realidad? Cabe menos duda aún de esto.

En Francia han decidido atajar el problema de raíz. Cansado de medias tintas e incidencias en clase, el presidente galo, Emmanuel Macron, ha decidido que los menores de 15 años no podrán utilizar el teléfono en los colegios. En ningún momento, ni siquiera en el recreo. Tampoco ha sorprendido a nadie, ya que lo había prometido en campaña electoral y lo ha llevado a cabo pese a las dudas de parte de la comunidad educativa francesa.

En España no existe una prohibición estatal de uso aunque casi podría decirse que se aplica la misma medida de facto a voluntad de las direcciones de los centros. De hecho, aunque no exista esa ley nacional, algunas comunidades autónomas sí lo han regulado por su cuenta.

Madrid aprobó un decreto para mejorar la convivencia que daba libertad a los centros, pero especificaba que los alumnos tienen que mantener “una actitud correcta en clase, no permitiéndose el uso de móviles [...]”. Castilla la Mancha tiene una norma similar, aunque especificaba que podría usarse “en los casos previstos expresamente en el proyecto educativo del centro o en situaciones excepcionales debidamente acreditada”.

Prohibir no siempre es efectivo

La comunidad educativa duda de la efectividad de las prohibiciones. Se repite una y otra vez la expresión “ponerle puertas al campo” y se señala la incongruencia que supone para los alumnos ver cómo los móviles son una parte tan importante de la vida cotidiana y a la vez se les prohíba sacarlos del bolsillo durante siete horas.

Porque la realidad es que los niños y niñas tienen móviles. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), uno de cada cuatro menores de 10 años posee uno. A los 11 son casi uno de cada dos (45,2%), a los 12 tres de cada cuatro y a los 14 el 90% de nuestros hijos tiene un aparato.

“Prohibir los móviles no lo vemos muy claro, es dar la espalda a los tiempos en los que vivimos”, observa Leticia Cardenal, presidenta de la confederación estatal de asociaciones de padres y madres CEAPA. “Somos más partidarios de dar pautas y normas para hacer un buen uso”, razona.

El buen uso. Las palabras claves en las que todo el mundo está de acuerdo, pero que nadie sabe en qué consisten. “Es cierto que ninguno hemos sido capaces de tocar la tecla para introducir el móvil en clase, tenemos que dar el paso de saber regular, canalizar y controlar su uso en el centro”, reflexiona un profesor. “En ese sentido, estamos prácticamente en la era pre-móvil”.

Idealmente, el móvil debería ser una gran herramienta didáctica, aunque solo sea porque, como se ha visto, prácticamente todos los alumnos tienen uno. La realidad es que —es difícil generalizar cuando se habla de 28.000 colegios en toda España— apenas se utiliza, salvo experiencias muy concretas.

Una de estas se da en el centro Joaquim Pla i Ferrreras, en San Cugat del Vallés (Barcelona), donde pasaron de la estandarizada prohibición total a un sistema en el que los alumnos pueden utilizarlo con permiso para determinadas cosas (fotografiar la pizarra antes de que se borre, buscar un dato concreto en internet).

Con este compromiso con los alumnos, desde el centro explicaban hace un par de cursos que han conseguido limitar al máximo una de las principales problemáticas que afrontan los colegios cuando detectan un mal uso del móvil: qué hacer.

La mayoría de las escuelas e institutos tienen una normativa interna por la que, cuando esto sucede, los profesores pueden retirar el dispositivo al alumno hasta que llegue un adulto a recogerlo, previa explicación de por qué se ha llegado a esa situación, explica Jesús Niño, defensor del profesor del sindicato ANPE.

Niño ha tratado a muchos profesores y discutido este problema, cuenta, y sabe que cuando ocurre no es agradable. “Ha ocurrido en ocasiones que el niño en cuestión pide prestado un móvil, llama a sus padres y en media hora están en el colegio pidiendo explicaciones y lo cogen y se lo devuelven. Qué pérdida de autoridad es esto para el profesor”, lamenta.

Niño destaca que el móvil se utiliza contra los maestros en ocasiones. Las protestas de estos por sufrir grabaciones de vídeo o audio o porque les hagan fotos suponen una de cada cinco de las 2.200 quejas que recibió de profesores el pasado año, una cifra que va en aumento.

Indefensión docente

Los profesores se sienten indefensos ante esta situación, explica. “Pueden retirar el móvil amparados normalmente por la normativa del centro, pero no puedes probar que te estén grabando porque no puedes acceder al material del teléfono porque es una propiedad privada”, señala. “En algunas comunidades, como Castilla y León, somos autoridad pública y si tenemos conocimiento de cualquier hecho que altere la convivencia del centro hay que informar a la Fiscalía”, cuenta.

Ramón Rodríguez, profesor en Sevilla y experto en TICs (tecnologías de la información y la comunicación), divide sus pensamientos entre el uso del móvil en Primaria y en Secundaria. “En Primaria no todos tendrán móvil o igual no saben usarlo para un rendimiento académico. En nuestro centro utilizamos las aulas de informática, que es un entorno más seguro y que dominan”, expone.

“En Secundaria se utiliza el móvil o cualquier dispositivo que tengan en casa, siempre con el consentimiento del equipo directivo y la familia. Tiene más pros que contras a la hora de realizar un proyecto, nos dota de recursos infinitos. Si vamos por el camino contrario [no utilizar la realidad que los alumnos ven a diario] se abre una brecha entre el colegio y su realidad que es peligrosa”, reflexiona.

Una última idea, que toca a este debate de fondo, es cuál es la edad apropiada para que un niño tenga su primer móvil. José María Avilés, psicólogo y experto en acoso y ciberacoso, no cree que haya una edad específica. “Debemos acompañarlos cuando pensemos que tiene necesidad de usarlo, que va a hacer un uso adecuado de él. Sí recomiendo que no es establezca la compra del móvil como una especie de recompensa por haber llegado a una determinada edad o haber alcanzado tal hito”, responde. “Y plantear cuándo el dispositivo es necesario, qué uso se va a hacer de él, cuánto tiempo y a qué contenidos se va a tener acceso”, zanja.

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