La imagen es la de una infinidad de hileras de árboles enanos muy juntos que se extienden por miles de hectáreas. Olivos sin apenas tronco. Todo ramas. Convertidos en arbustos porque, a este régimen, duplican el rendimiento económico habitual. Así, a la vera del Desierto de Tabernas, la zona más árida y seca de Europa se ha convertido en un centro de producción de olivares de regadío superintensivo. ¿El precio? Esquilmar el agua subterránea sobre la que se cultivan. Abrir la puerta al avance de la desertificación que la crisis climática empuja por el vulnerable sureste de la península ibérica.
Entre los municipios almerienses de Tabernas y Sorbas discurre la carretera N340a. Se trata del eje que atraviesa un área donde la lluvia es rara. “La región con más horas de sol de Europa” publicitan las etiquetas del aceite de oliva producido aquí. De hecho, las precipitaciones no llegan a 200 mm al año. A derecha e izquierda de ese eje se han ido extendiendo explotaciones agrícolas basadas en el riego. En el agua.
“El regadío intensivo llegó en los años noventa y para el 2000 ya se secaron los primeros manantiales, los más altos, como el de Góchar” se lamenta Andrés Pérez, que vive en el municipio de Sorbas. “Pero es que en los últimos cinco o seis años se ha multiplicado mucho y se ha convertido en superintensivo”, remata este vecino que ha visto en primera fila la transformación de la comarca. El triángulo que forman las localidades de Tabernas, Sorbas y Uleila del Campo es un paisaje de parcelas de suelo marrón roturado campaña tras campaña y una capa verde olivo por encima. Los datos del Instituto de Estadística de Andalucía confirman la impresión de Andrés. Las hectáreas de olivar de regadío se han multiplicado por 20 entre 2009 y 2018, hasta llegar a las 4.700 hectáreas.
A cada ejemplar, que no levanta más de dos metros y medio, le llega una conducción que le dispensa el líquido y los agroquímicos calculados para maximizar la producción. A metro y medio, un compañero. Y luego otro. Y otro. Y otro. Las explotaciones superintensivas oscilan entre 1.500 y 2.000 árboles por hectárea.
Estos cientos de miles de olivos de diseño se beben a ritmo acelerado el agua fósil acumulada hace miles de años en la profundidad del acuífero del río Aguas. Un acuífero que soporta décadas de sobreexplotación reconocida. Los técnicos de la Demarcación Cuencas Mediterráneas Andaluzas no se han cansado de dejarlo por escrito: en el año 2000 las extracciones superaban en más de un 20% los recursos medios. Para 2015, sus cálculos se habían disparado a una extracción del 200% por encima de lo disponible. “El incremento de los bombeos en los últimos años, fundamentalmente para riego, ha dado lugar a una situación actual de absoluta insostenibilidad”, puede leerse en las fichas técnicas del acuífero. Este depósito se recarga cada año con 7,6 hm3. Eso hace que puedan usarse 5,61 hm3. Pero se saca, cada curso, 16,92 hm3. Cada vez se succiona desde niveles más profundos donde el agua llevaba reposando milenios.
“Tabernas es un caso de desertificación de libro”, describe el investigador del Instituto Ramón Margalef de la Universidad de Alicante, Jaime Martínez Valderrama. Doctor en Ingeniería Agrónoma, Martínez Valderrama vive en Almería y se ha pasado horas y horas analizando la degradación que ha generado en esta zona la multiplicación de la industria superintensiva olivarera.
“La desertificación tiene dos patas. Por un lado, las alteraciones climáticas y por otro las actividades humanas inadecuadas”, recuerda el investigador que en breve publicará los resultados del trabajo. “En Tabernas se está agotando un recurso finito con la extracción masiva de agua. Al desequilibrarse el sistema natural y el económico y rebasar umbrales que no son reversibles desembocas en la desertificación”.
Martínez Valderrama ha podido comprobar sobre el terreno cómo se cumplía la previsión lanzada por la Oficina Española de Cambio Climático del Gobierno en 2005: “La aridización del clima y la pérdida de materia orgánica edáfica promoverían asimismo los procesos de desertificación, que en la actualidad afectan gravemente a un tercio de la superficie española, sobre todo en el sur y levante peninsular”.
Ahora, el ingeniero describe que “hemos comprobado cómo, en un proceso muy rápido de 10 o 15 años, no hay resto del relieve en muchas fincas. Las cotas han desaparecido. Un desnivel de metros. No es que se haya erosionado la parcela, es que han acabado con el relieve: un monocultivo en una planicie”.
La alta producción y rentabilidad están detrás de esta fórmula agrícola que conlleva el avance de la desertificación. Montar una explotación así cuesta unos 6.000 euros por hectárea, pero se amortiza a los seis años ya que “los costes de recolección se rebajan un 50%”, explican en la cátedra Agritech de la Universidad Politécnica de Cartagena. Al ser arbustos, una máquina hace el trabajo. “Nos encontramos ante una inversión con una alta rentabilidad que está siendo implantada por agricultores e inversores que buscan maximizar los beneficios de sus explotaciones”, añaden.
Uno de los principales empresarios de este modelo en esta zona cero de la desertificación es el grupo almeriense Carrión, que ha preferido no contestar a eldiario.es sobre las implicaciones ambientales que supone este modelo productivo.
El olivar superintensivo impone un impacto ambiental. De hecho, la Junta de Andalucía decidió en octubre de 2019 prohibir cautelarmente la recolección nocturna de aceituna en olivares en seto al no saber qué daños ha estado causando a las poblaciones de aves el paso de las cosechadoras por los árboles. La resolución se redactó para esta última campaña 2019-2020.
“La alta eficiencia del cultivo en seto posibilita un menor consumo de agua”, ha sostenido la directora de la cátedra Agritech Lola Gómez. Con todo, cada hectárea abierta en Tabernas o Sorbas necesita, al menos, 3.000 metros cúbicos de líquido. A falta de agua del cielo, se busca en el subsuelo.
El hidrogeólogo de la Universidad de Almería, José María Calaforra, explica cómo la multiplicación de sondeos y pozos sacando agua del subsuelo ha hecho descender el nivel del acuífero. “En Almería, al utilizarse agua subterránea se ha creado la imagen de que es infinita, porque no se ve. Se perfora y sale”. La cantidad de agua extraída del depósito subterráneo ha provocado que “ahora estén buscándola a profundidades de 400 metros, en una capa de rocas metamórficas”.
En su despacho universitario, Calaforra describe la situación que se ha encontrado en Tabernas: el modelo agrointensivo ha derivado en que “tengamos auténticos acuafundistas que, a medida que compraban terrenos para formar grandes fincas acumulaban derechos de uso de agua asociados a los minifundios que han ido agregando. Hay varios cientos de concesiones concedidas que suman, más o menos, 40 hm3. Muy por encima del agua realmente disponible. Se ha creado una burbuja agrícola con agua virtual”, analiza el hidrogeólogo que sitúa el origen del problema en la recalificación de suelos forestales en agrícolas. “Esto es la consecuencia de aquellas decisiones políticas”.
Sustenta esta afirmación la Demarcación Hidrográfica que, en enero de 2020, avisaba del “crecimiento particularmente intenso” del regadío en esta área. “Los secanos tradicionales e incluso pastizales se transforman en regadíos de olivar intensivos o superintensivos”, alertan, al tiempo que subrayan que los aprovechamientos “irregulares e incontrolados” se concentran en los lugares con más déficit de agua ya que, al fin y al cabo, son “las de mayor rentabilidad económica” de este recurso.
“El río Aguas tiene un chivato que está avisando de cómo se esquilma el agua: el manantial de Los Molinos que nos ha dicho que el acuífero había cambiado”, advierte Calaforra. “A base de perforar y extraer, la zona de recarga del acuífero se ha estrechado y el agua no llega al manantial como antes, de manera que ha pasado de medirse caudales de hasta 120 litros por segundo a estar ahora en 10 o 15 litros. Hay que tener en cuenta que una gota de lluvia que entrara por Tabernas, en el área de los sondeos, tardaría fácilmente 50 años en salir por el manantial”. Por esa surgencia salía una media anual de 40 litros por segundo en el periodo 1970-2000. El promedio medido ahora es de 7,28 litros por segundo.
Ese manantial está a unos 17 km en línea recta del corazón de los campos de olivos enanos. “Yo llevo viviendo 30 años aquí y nunca había visto lo que vemos ahora”, cuenta David Dene, un inglés que se mudó a Almería hace décadas y vive en la aldea de Los Molinos, en la ribera del curso fluvial. “A estas alturas del año el río llegaba por aquí –señala las paredes de yeso del curso del río Aguas a la altura de su pecho–. ”Ahora mira“ –y se agacha para colocarse a los pocos centímetros que alcanza la corriente–. ”Aquí se formaba una piscina“, comenta según avanza por el sendero que lleva al cartel de Nacimiento del Río Aguas. Un nacimiento que ya en febrero de 2020 estaba casi seco (las filtraciones actuales brotan ahora más abajo y con un caudal menguante). Para Dene, nacido en el norte de Inglaterra hace 70 años, el manantial atestigua cómo el agua se queda en los millares de olivos de Tabernas. ”Y mata el corredor ecológico del río. Mata un oasis en medio de una zona de expansión del clima árido“.
A pesar de que, al menos desde 2009, los planes hidrológicos establecen que este acuífero padece una “absoluta insostenibilidad”, no fue hasta julio de 2018 cuando la Junta de Andalucía publicó una resolución para “mejorar el estado cuantitativo y cualitativo”. Entre las medidas, se obligaba a formar una comunidad de usuarios de esas aguas subterráneas para atajar el expolio. La asamblea de constitución se demoró hasta el 29 de septiembre de 2019.
Al habla con eldiario.es, el secretario de la comunidad de usuarios, Antonio Vallverdú, insistía en que “se dejará de extraer agua subterránea a cambio del agua de desaladora de Carboneras”. Un bombeo de agua desde la costa que ya publicitaba la empresa pública Acuamed en 2008. Andrés Pérez, desde Sorbas, contrapone que “¿de qué se habla en esa comunidad de usuarios? Parece que solo importa el agua de la desaladora, no mejorar el acuífero. El agua desalada es mucho más cara así que seguirán perforando pozos. La resignación es muy grande”.
El investigador Martínez Valderrama añade que la desertificación se relaciona con que la “riqueza efímera que se crea al consumir los recursos por encima de las posibilidades conlleva la destrucción la economía de la zona”.
Mientras se extraía toda esa agua por encima de lo posible para sustentar el modelo de riego superintensivo en esta zona del sureste peninsular, en 2016, el Ministerio de Medio Ambiente advertía por escrito que el cambio climático agravaría la desertificación en España especialmente en las zonas de clima seco y semiárido. El mapa que ilustraba el trabajo ya marcaba en rojo los campos de Tabernas.
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