El pulpo: una especie indomable que se resiste a su domesticación
A lo largo de la historia de la humanidad, muchas civilizaciones emplearon el mar como su principal despensa y fuente de alimento. Sin embargo, conforme la población mundial aumenta y el comercio se globaliza, algunos recursos comienzan a escasear. Uno de estos recursos vulnerables es el pulpo común (Octopus vulgaris).
Esto ha provocado que la explotación del pulpo pase de basarse en artes de pesca tradicional, como las nasas, a artes de pesca de arrastre. En Galicia, las aproximadamente 3.000 toneladas que se pescan al año no logran abastecer la creciente demanda de un mercado tanto nacional como internacional. El precio del pulpo ha pasado de los 3,89€/kg en 2010 a los 10,70€/kg en 2018 (Pesca de Galicia).
Una posible solución a este problema lo ofrece la cría en cautividad de este molusco a través de la acuicultura. El pulpo común, sin embargo, es una especie que se resiste a ser domesticada, con muchos enigmas por descifrar y con un lucrativo mercado a la espera de ser explotado.
La acuicultura del pulpo
De todas las especies con interés potencial para la acuicultura, el pulpo común es una de las más cotizadas. Entre otras características, destaca su ciclo de vida breve (menos de dos años), tasas de crecimiento de entre el 3 y el 13% de peso/día, tasas de conversión de alimento de hasta el 60% y una fácil adaptación a la cautividad.
Sin embargo, y aunque existen granjas que llevan años engordando pulpos capturados, todavía no existe un cultivo integral que produzca juveniles a partir de huevos eclosionados en cautividad.
Tras más de 25 años de investigación, las mortalidades durante la etapa larvaria superan el 96,6% a los 60 días. Menos de un 0,1% llegan a la edad adulta. Se ha logrado completar el ciclo de vida del pulpo en cautividad, pero la mortalidad larvaria es su talón de Aquiles.
Figura 1. Supervivencias máximas obtenidas en el cultivo del pulpo común (Octopus vulgaris) desde 1995 hasta 2017. Author providedLa primera vez que se logró completar el ciclo de este animal en cautividad fue en 2001 en el Instituto Español de Oceanografía de Vigo. Para ello se emplearon crustáceos del género Artemia y larvas de centolla (Maja squinado) como alimento. En dicho ensayo las para larvas alcanzaron una tasa de supervivencia de 31,5% a 40 días, pero solo dos pulpos alcanzaron la edad adulta (0,1% de supervivencia).
Hasta la fecha no hay constancia de ningún trabajo realizado en pulpo común que haya superado esa supervivencia de adultos. Por eso podemos decir que estamos ante una especie difícil de domesticar y con un sistema de cultivo aún en fase de experimentación.
Un ‘cerebro andante’
El pulpo no es un molusco cualquiera, como el mejillón o la ostra. Estamos ante la rama evolutiva de invertebrados que tiene el desarrollo neuronal más complejo, muy alejado del sistema nervioso simple formado por ganglios del resto de invertebrados. A nivel funcional, que no anatómico, su cerebro es más parecido al de vertebrados, por la amplia gama de comportamientos que llevan a cabo.
Su genoma ha sufrido una increíble reorganización debido a la actividad de transposones durante millones de años que, en palabras de sus autores, “parece que metieron el genoma en una licuadora y lo batieron”. Esta peculiar reorganización, le ha dotado de un sistema nervioso muy desarrollado, aparte de modificaciones del plano corporal que los hacen parecer criaturas de otro planeta.
La complejidad neuronal aumentó al mismo tiempo que una familia de genes que regulan las sinapsis entre neuronas, las protocadherinas. Estos se expresan en el tejido neuronal, la piel y las ventosas del pulpo, casi triplicando el número de genes encontrado en humanos -168 y 58 genes, respectivamente-.
Dicho de otra manera: en los pulpos el concepto de cerebro se expande fuera de los límites de la cabeza, ya que todo el cuerpo actúa como una red neuronal. Son cerebros andantes con capacidad de integrar información con sus ocho brazos y responder localmente a variaciones en color y textura, que se traducen en un camuflaje perfecto.
Un ciclo vital muy complejo
Pero no es su inteligencia lo que ha impedido su cultivo, sino la complejidad de su ciclo vital, que es muy distinto al del resto de cefalópodos costeros.
Las paralarvas de pulpo común poco se asemejan a sus progenitores en cuanto a hábitat y comportamiento. Una vez eclosiona el huevo emerge una criatura de ojos saltones y 8 brazos con tres ventosas, que se desplaza verticalmente en el zooplancton en busca de presas y hace uso de las corrientes oceánicas para viajar a mar abierto.
Allí permanecen, mientras se alimentan de larvas de crustáceos y otros organismos durante casi dos meses, mientras sobreviven a los depredadores que habitan en el gran azul. Una vez alcanzan entre 23 y 25 ventosas por brazo dejan el ecosistema planctónico y comienzan a adoptar el estilo de vida bentónico y sedentario de los juveniles. Esta etapa es conocida como asentamiento.
Cuándo, dónde y cómo estas paralarvas pasan de ser nadadoras a juveniles que pasean por el fondo continúa siendo un misterio que dificulta la cría en cautividad de esta enigmática especie.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.The Conversationel original