Remdesivir contra la COVID-19: una montaña rusa de esperanzas y decepciones
El remdesivir, un antiviral desarrollado inicialmente como tratamiento frente al ébola, se ha convertido en uno de los medicamentos estratégicos en el tratamiento contra la COVID-19. Se está utilizando de forma compasiva en multitud de pacientes a lo largo del mundo, pese a que aún no hay datos que nos indiquen su efectividad real. En estos momentos, decenas de ensayos clínicos están evaluando su potencial efecto terapéutico contra el coronavirus en diferentes países (en España hay en marcha al menos 5 estudios clínicos). La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha apostado fuerte por este antiviral y es uno de los cuatro tratamientos que forman parte del gran ensayo clínico internacional Solidarity por considerarse especialmente prometedor.
El 23 de abril, el remdesivir saltó a las noticias de todo el mundo cuando el periódico Financial Times anunció que el medicamento antiviral de la empresa biofarmacéutica Gilead había fracasado en el primer ensayo clínico. La OMS publicó los datos preliminares de este estudio, realizado en China, de forma accidental y se apresuró en borrarlos cuando fue consciente del error. El borrador todavía sigue en proceso de revisión por expertos y no se ha publicado oficialmente. Sin embargo, las consecuencias no han tardado en llegar: las acciones de Gilead han caído en la Bolsa por la filtración accidental de los documentos con resultados negativos sobre el remdesivir.
El ensayo clínico, que publicó por error la OMS, se realizó sobre 237 pacientes. De ellos, 158 recibieron remdesivir y 79 recibieron un placebo (sustancia sin efecto farmacológico). Tras un mes, un 13,9% de los pacientes que tomó el fármaco murió, en comparación con el 12,8% de las personas que murieron en el grupo con placebo. Además, se produjeron efectos secundarios significativos provocados por remdesivir y 18 pacientes dejaron de tomarlo debido a ello. El estudio finalizó prematuramente y el resumen del documento concluía que: “Remdesivir no se asociaba a beneficios clínicos o virológicos”.
Gilead ha defendido su medicamento estrella en esta pandemia alegando que los datos filtrados describen de forma inapropiada el estudio, que este terminó antes de tiempo debido al bajo reclutamiento de pacientes y que el reducido número de individuos no permitía establecer conclusiones estadísticamente significativas. Afirman que dichos resultados no son concluyentes y que las tendencias que se muestran en los datos sugieren un potencial beneficio de remdesivir, especialmente si se trata en una fase temprana de la enfermedad.
Esta información negativa sobre remdesivir, filtrada de forma accidental, contrasta radicalmente con la información publicada el 16 abril en el medio especializado en biotecnología e industria farmacéutica STAT. Los datos clínicos fueron, de nuevo, “filtrados”, aunque se sospecha que deliberadamente. En esta ocasión los resultados eran positivos para el antiviral, lo que llevó a que las acciones de Gilead se disparasen. El estudio clínico en fase III (donde se evalúa la eficacia de un tratamiento), realizado por la Universidad de Chicago, observó que de 125 pacientes tratados con remdesivir (113 con una COVID-19 grave), casi todos ellos recibieron el alta. El ensayo, sin embargo, cuenta con grandes limitaciones, pues no existía un grupo de control con placebo para comparar los resultados. Con estas condiciones, es imposible saber en qué medida la evolución favorable de los pacientes se debía al fármaco antiviral.
Estos ensayos clínicos con grandes limitaciones en su metodología han sido muy criticados por los profesionales sanitarios por el bajo rigor que ofrecen sus resultados. El 10 de abril apareció otro estudio publicado sobre remdesivir en la revista The New England Journal of Medicine con defectos similares. El estudio observacional, que analizó datos de 53 pacientes que recibieron este medicamento antiviral de forma compasiva, no tenía ningún grupo de control o placebo. El 13% de ellos murió, y con respecto a aquellos que sobrevivieron, era imposible saber qué papel había tenido dicho fármaco.
A pesar de las numerosas afirmaciones mediáticas sobre el remdesivir y sus vaivenes en la Bolsa, lo cierto es que, a día de hoy, su eficacia está basada principalmente en especulaciones y rumores. No existen evidencias científicas sólidas que respalden o descarten este fármaco como tratamiento frente a la COVID-19.
Hasta que no aparezcan los resultados de ensayos clínicos rigurosos, cualquier declaración sobre la eficacia de este u otros medicamentos es totalmente provisional. Mientras tanto, las prisas por encontrar un tratamiento útil contra el coronavirus están llevando a una montaña rusa de esperanzas y decepciones a partir de datos científicos débiles que confunden a la población y hacen bajar o subir las acciones de las empresas farmacéuticas.
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