La siguiente gran decisión de Sanidad será a qué enfermos crónicos prioriza el plan de vacunación
En España, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas ya han decidido que las vacunas de Pfizer y Moderna contra la COVID-19 irán para los mayores de 80, de 70 y de 60, y luego para los menores de 60 “con condiciones de riesgo alto de padecer enfermedad grave por la COVID-19”. Se cerró así la semana pasada, pero quedó pendiente definir cuáles son esas “condiciones de riesgo alto”. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU y muchas otras instituciones, serían las afecciones cardiacas, las respiratorias como la EPOC, las enfermedades renales, la diabetes y la obesidad, entre otras. Las estrategias de algunos países como Reino Unido, Portugal y Francia sí dejan ya por escrito cuáles de estos pacientes son prioritarios. Pero, por ahora, en España no se ha zanjado. En nuestro país hay unas 8 millones de personas menores de 64 años con evidencia alta o media de sufrir condiciones de riesgo, según estimaciones del Ministerio.
Fuentes de Sanidad aseguran que los técnicos de las comunidades autónomas y del Ministerio de Sanidad llevan toda la semana –y ya de antes– debatiéndolo, y que la decisión es inminente: tiene que consagrarse en la próxima Ponencia de Vacunas que se reúne de manera regular. Algunas comunidades no tardarán tantas semanas en acabar con los mayores, y en ese momento tendrán que empezar con los crónicos. La ministra Carolina Darias también ha estado conversando con asociaciones de pacientes durante los últimos días, pero más para comentar los avances y direcciones del plan que para concretar este extremo. Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV) y firmante en la estrategia como representante técnico de Canarias, explica a este periódico que la parte de las patologías es “más complicada” de definir que las anteriores, que se han limitado a separar por edades –y por sectores en el caso de los sanitarios y sociosanitarios y de los trabajadores esenciales, para quienes va la de AstraZeneca–.
“Se deben priorizar las patologías de mayor vulnerabilidad, pero hay varias que definir y que analizar; muchas variables, incluso dentro de una misma enfermedad. Hay enfermedades más controladas que otras y habrá que perfilarlas con intensidad”. Un diabético '''puede estar más o menos controlado y estas cosas hay que estudiarlas“, abunda García Rojas. José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Enfermería y Vacunas, entidad que también colabora en la estrategia, corrobora que ”depende de la situación de enfermedad, de la edad, de si hay una descompensación más o menos grande“, pero sostiene que la estrategia debe plasmar ”un patrón común“. Y para eso ”hay que recoger mucha información, lo que tengan las comunidades autónomas, calcular cuántas personas más o menos hay“.
La discusión no se ha cerrado, pero Forcada apuesta por que irá en tres direcciones: cardiopatías graves, problemas respiratorios graves, y enfermedades metabólicas como la diabetes. Aunque progresivamente se puedan añadir más patologías y se puedan diferenciar perfiles. Él teme que con esto, como con otras partes del plan una vez que ha avanzado y se ha complejizado, acabe habiendo “17 planes diferentes”. “Hasta ahora cada Comunidad está haciendo un poco lo que quiere y creo que debería haber una respuesta común”, añade. AstraZeneca también está por ahora desaconsejada, por no haber evidencias suficientes a partir de los ensayos clínicos, para personas con inmunodepresión grave, enfermedad cardiovascular no controlada y enfermedad hepática, renal, metabólica/endocrina o neurológica graves.
Las sociedades científicas, críticas con que se posponga la decisión
El debate no solo se da en el seno del Ministerio, las sociedades científicas y asociaciones están aportando estas semanas sus puntos de vista y han apremiado para lograr un consenso en este aspecto. La Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH) publicó hace dos semanas un ranking con los riesgos de las distintas condiciones, y situaban arriba de la tabla, con evidencia “fuerte y bien demostrada”, la obesidad mórbida, el síndrome de Down, y padecer tres o más comorbolidades. Lo colocaban como algo igual de peligroso que tener más de 70 años y estar sano, aunque en lo ordenado en el plan del Ministerio por ahora la diferenciación solo es por edades. La diabetes “mal controlada” y las dolencias cardiovasculares se situaban en el segundo escalón de gravedad, como “clara, pero no tan directamente proporcional” a la COVID-19 grave.
La Plataforma de Organizaciones de Pacientes también ha emitido esta semana un informe comparativo con lo que están haciendo otros países europeos. En Portugal sí están descritas ya las patologías que hacen a la persona que las padece preceptor prioritario de la vacunación desde este febrero: la insuficiencia cardíaca; renal; la enfermedad coronaria y la EPOC. A partir de abril son los que tienen diabetes, obesidad o hipertensión. En Reino Unido también están ya definidos y se les ha comenzado a vacunar: personas receptores de trasplantes de órganos sólidos, con cáncer o también con EPOC. En Francia e Italia se consideró en la fase 1, junto a los más mayores, a los que tienen enfermedades autoinmunes sistémicas raras, entre otras condiciones. La Plataforma concluye pidiendo “que se incluya, con carácter de urgencia, a los enfermos crónicos con patologías de riesgo dentro del siguiente grupo prioritario de vacunación” y en paralelo a los mayores de 70 años.
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