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Al sistema de salud aún le cuesta detectar la violencia machista de manera temprana

Una mujer entra a un centro de salud madrileño.

Sofía Pérez Mendoza

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Los centros de salud y los hospitales son un lugar al que todas las mujeres acuden con mayor o menor frecuencia. El Ministerio de Sanidad tiene desde hace una década un sistema de vigilancia epidemiológico, que podría asimilarse al de la gripe o el coronavirus, para registrar las situaciones de violencia de género que detectan los profesionales sanitarios en sus consultas.

Los últimos datos recogidos por este sistema se presentaron el viernes a las comunidades autónomas en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud: la violencia física es la más detectada, por evidente (especialmente en los hospitales); la que menos, con mucha diferencia, la sexual. Aunque se ha ido evolucionando, la información sigue siendo incompleta, no todos los territorios aplican los mismos protocolos y hay una importante brecha de género entre los profesionales que se forman en la materia, advierte el informe elaborado anualmente por el Observatorio de Salud de las Mujeres.

“Este informe tiene como objetivo ver el progreso y las carencias; y la realidad es que todavía detectamos poco, hay muchos más casos de los que vemos porque las mujeres no lo desvelan o porque no se comunican si las víctimas no quieren incluirlo en la historia clínica”, analiza la médica de familia Carmen Fernández Alonso, experta en violencia de género y parte de los grupos asesores del Observatorio. “Nos falta bastante y no solo de detección, sino de tener capacidad de respuesta. Detectar y saber qué hacer”, continúa.

Los partes de lesiones suelen responder a agresiones agudas, y que se notifique quiere decir que los profesionales atienden a lo que dice la ley, pero nos falta detección en la consulta de la violencia cronificada más allá del hematoma

Anna Pujol Flores, médica de familia

En 2022, último año para que existen datos, se detectaron 15.301 casos de mujeres mayores de 14 años que estaban sufriendo violencia y fueron recogidos en la historia clínica de la paciente, además de otros 11.569 procedentes de partes de lesiones (algunos pueden estar duplicados). Son, en el primer caso, 92 mujeres por cada 100.000; en el segundo, si hablamos de notificaciones de lesiones –episodios agudos, ya sean físicos o psicológicos– que son elevadas a un juzgado, la tasa asciende a 99,6. La atención primaria es el nivel asistencial que más casos remite.

“Los partes de lesiones –que han aumentado un 46%, según los datos– suelen responder a agresiones agudas, y que se notifique quiere decir que los profesionales atienden a lo que dice la ley, pero nos falta detección en la consulta de la violencia cronificada más allá del hematoma”, sostiene Anna Pujol, médica de familia y coordinadora del grupo de Atención a la Mujer de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. “Cuando se va por parte de lesiones siento que hemos llegado tarde”, apunta, por su parte, la presidenta de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, Pilar Rodríguez Ledo.

Los cribados desiguales

La tarea no es sencilla. “Soy crítica, creo que hace falta que todas tengamos la idea de que un porcentaje de las mujeres que atendemos están viviendo situaciones de violencia. Tenemos que formarnos más, saber cuáles son las claves, tener las herramientas para abordar las entrevistas clínicas... Si no lo piensas, no lo detectas”, prosigue Pujol.

El Consejo Interterritorial de Salud aprobó en 2021 una nueva herramienta de implantación nacional llamada cuestionario WAST, recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Según este sistema, hay que hacer dos preguntas a todas las mujeres mayores de 14 años con pareja que acuden a un centro de salud, aunque no haya sospechas de violencia: ¿cómo es su relación de pareja? ¿Cómo se resuelven los problemas?

Nos falta bastante y no solo de detección, sino de tener capacidad de respuesta. Detectar y saber qué hacer

Carmen Fernández, asesora en el Observatorio para la Salud de las Mujeres

El informe anual de Sanidad no entra a evaluar cómo está funcionando este sistema –lo deja para un estudio posterior–, aunque adelanta que hay diferentes grados de implantación de programas de “cribado” como este para la detección temprana y que eso explica por qué unas comunidades ven más casos y otras menos. Además, hay sistemas de salud que solo los aplican a servicios concretos, como por ejemplo la atención al embarazo y no en el resto, advierte Sanidad. “El cribado se hace poco y se debería hacer más porque puede ser una buena estrategia y, sin embargo, no está instaurado al 100%”, valora Pujol.

Los hombres se forman mucho menos

Más allá de esto, hay un problema de agujeros en los datos. Más de la mitad de los casos detectados en atención primaria y uno de cada cinco en atención hospitalaria no informan del tipo de violencia sufrida por las mujeres. Y detalles sobre la duración del maltrato o la relación de las mujeres con sus agresores “son difíciles de interpretar”, dice Sanidad, por la “gran proporción de información desconocida”: “Debería asegurarse la disponibilidad de dicha información por todas las comunidades y redoblarse los esfuerzos para su recogida”. Por ejemplo, un dato tan clave para valorar la independencia económica de las mujeres como la situación laboral no consta en más del 70% de los casos notificados.

Hay una brecha de género en la formación: 13.025 mujeres frente a 2.891 hombres del Sistema Nacional de Salud en 2022. Excepto en algunas áreas muy concretas, la participación masculina es inferior al 20%

La formación, por otra parte, es muy desigual. La brecha tiene este aspecto: en 2022, un total de 13.025 mujeres se formaron en el Sistema Nacional de Salud frente a 2.891 hombres. Excepto en algunas áreas muy concretas como ginecología, trabajo social o psicología, la participación masculina es inferior al 20%. “Es deseable interpelar a los hombres profesionales para que participen no solo como personal docente sino como alumnado”, apremia el informe.

La violencia sexual, la más invisible

Tener conocimiento sobre cómo aproximarse ante una sospecha es tan fundamental como saber leer signos o síntomas que son menos evidentes que una agresión física. La violencia sexual sigue siendo la menos detectada (el 10% en atención primaria y el 17% en los hospitales), aunque los porcentajes han mejorado respecto a 2021. La psicológica se recoge con más frecuencia que la física en los ambulatorios cuando no median partes de lesiones, aunque estos pueden incluir agresiones verbales también.

Introducir en la historia clínica que alguien es víctima de violencia de género es lo más recomendable, según el informe de Sanidad. Sin embargo, hay dificultades prácticas para hacerlo porque algunas mujeres piensan que eso las pone en riesgo. Pujol admite que son “datos muy sensibles” aunque asegura que hay mecanismos para que esta información no salga como un elemento más en el informe general. “Siempre debemos informar a la paciente de que lo vamos a registrar”, añade.

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