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El verano es la gota que colma el vaso de los centros de salud: “Pasa cada año en vacaciones, pero este será peor”

Un centro de salud de la Comunitat Valenciana.

Sofía Pérez Mendoza

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Cuando algo está en un equilibrio frágil, basta un leve viento para que caiga. Eso pasa, más o menos, con la Atención Primaria en España. El sistema está tan tensionado de manera permanente, dicen organizaciones y sindicatos médicos, que la llegada del verano –con sus vacaciones y los desplazamientos de la población– amenaza con desbaratarlo del todo. No se puede decir que no fuera esperado. Los ambulatorios sufren en cada temporada estival.

“Estamos en un momento de crisis, tendremos serios problemas asistenciales”, anticipaba este miércoles el consejero de Sanidad de Castilla y León, Alejandro Vázquez (PP) , tras una reunión extraordinaria del Consejo Interterritorial de Salud para abordar los planes de verano de las comunidades que Sanidad convocó a petición de los territorios gobernados por el Partido Popular.

Estas comunidades, que tienen las competencias en sanidad, esperaban del encuentro que el Ministerio aceptara medidas “puntuales” como reducir la formación de los MIR unos meses para poder contratarlos en verano como personal ordinario (no en formación) o abrir la mano a la incorporación de sanitarios que están en proceso de homologar su título y su especialidad. “Decepción” y “pasividad” fueron dos palabras utilizadas por consejeros del PP para valorar el encuentro; mientras el Ministerio defendió que no haría nada que “rayara” o “incumpliera” la legalidad, como acortar el periodo MIR. “Si un 5% de la plantilla”, la proporción que corresponde a los residentes de último año, “te desbarata, es que hay un problema estructural”, aseguró la ministra Mónica García.

Estas propuestas se producen en un contexto particular, que se superpone a las dificultades habituales de la temporada. Este año acaban el MIR los médicos y médicas que comenzaron en 2020. Entonces, la formación empezó en septiembre y no en mayo, como es habitual, por la situación de pandemia, de manera que, en un contexto normal, los R4 (MIR de último año) habrían terminado ya su periodo formativo y, por tanto, podrían ser contratados para cubrir a los titulares, por ejemplo.

Como solución, el Ministerio se abre a avalar que los MIR puedan moverse de destino temporalmente para aplacar la falta de personal. Tanto a otras unidades docentes (ya sean centros de salud u hospitales) como a lugares donde no hay formación siempre que les acompañe un adjunto. “La situación de este año demuestra que el sistema está tan tensionado que, sin esa infusión de suplentes que salen de los que han acabado el MIR, a la mínima, las comunidades colapsan y piden al Ministerio que acaben antes, que les dejen contratar como especialistas, que les pongan guardias como adjuntos... Llamamos a que cualquier irregularidad que vean los residentes nos lo comuniquen”, dice Sheila Justo, vicepresidenta de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts).

Faltan 4.502 médicos de familia

La tensión del sistema se puede medir con un dato: hay un déficit de 4.502 médicos y médicas de familia, según un informe encargado por el Ministerio de Sanidad que fue compartido con las comunidades autónomas hace una semana. La falta de facultativos seguirá creciendo hasta 2029, cuando según el modelo que utiliza el informe habrá 5.496 menos de los necesarios. A partir de ese momento, las previsiones darán un respiro y en 2035, si se cumple lo proyectado, habrá superávit de médicos de familia.

Esta situación se explica por varios factores: durante los años de crisis se redujeron mucho las plazas MIR que se convocaban ; la especialidad es la que concentra mayor número de vacantes en cada convocatoria (este año fueron 246, más los que renuncian tras haber aceptado la plaza) y hay un gran número de profesionales que tienen más de 50 años. Son más de la mitad (51,3%) y casi uno de cada cuatro oscila entre los 60 y los 65 años, según el Informe de necesidad de médicos especialistas en España 2023-2035.

En las consultas, los sanitarios afrontan la coyuntura como “un año más que hay que aguantar el tirón”. “Pasa cada año en vacaciones, pero este será peor seguramente. Sabemos que nos va a tocar cogernos 15 días justos porque si intentas más haces una faena a los compañeros. Estamos mentalizados, pero es otra cosa más que te va quemando”, sostiene Hermenegildo Carreras, que trabaja en un centro de salud de Zamora y es vocal de Atención Primaria de la Organización Médica Colegial (OMC).

El Ministerio de Sanidad asume que el sistema está pensado para los periodos de otoño y primavera. Y, por tanto, todos los veranos “se cierran camas y quirófanos porque tenemos un sistema que no está dotado con recursos suficientes”. Así lo trasladó públicamente y también a los consejeros del ramo en la reunión con una queja velada. “No pueden pedirnos hoy hacer el trabajo que no han hecho durante años quienes tienen las competencias”, dijo la ministra.

Qué hace cada comunidad

Las consecuencias sobre el terreno son las siguientes: Galicia ha ofrecido a los médicos que tengan segunda residencia en la playa que se desplacen de centro para asumir a la población veraneante. El Instituto Catalán de la Salud (ICS) ha pedido a los centros que reduzcan las sustituciones de verano y se centrará en las zonas turísticas donde va a aumentar la actividad.

En Euskadi habrá recorte de horarios en al menos 126 centros de salud y los sindicatos ya han reportado problemas de falta de enfermeras en La Rioja. Cantabria contará con la mitad de sustitutos que en veranos anteriores con una presión turística cada vez mayor en municipios como Noja, San Vicente de la Barquera o Laredo. Frente a una treintena de médicos sustitutos que había el año pasado, este 2024 apenas alcanzan la quincena, diez de fuera de Cantabria.

La Comunitat Valenciana, por su parte, asegura que el verano pone en riesgo a 70 centros sanitarios, que pueden tener dificultades para atender a la población. Ya se han anunciado refuerzos, como cada verano, en 66 puntos de costa. Nuria Pascual trabaja como médica de familia en dos consultorios de playa en el límite entre las provincias de Castellón y Valencia. Atiende a unas 700 personas en cada uno de los lugares (está media mañana en un sitio y media en otro), pero en verano solo se queda en un punto porque el otro lo refuerzan como un facultativo más a partir del 1 de julio.

“En junio ya empiezas a notar que va aumentando la cantidad de gente que viene y de repente se te ha triplicado la población y dices: pero qué ha pasado”, cuenta al otro lado del teléfono. “Hay días que va todo bien y circula, pero otros no puedo estar en tres sitios a la vez. Para la cantidad de gente que somos, pasan pocas cosas”, dice. Como está sola en el consultorio –solo va una enfermera tres días a la semana media mañana–, los pacientes llaman a su puerta sin cita y “es difícil de gestionar”.

Este reportaje se ha elaborado con información de las ediciones locales de elDiario.es.

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