El exviceprimer ministro británico Nick Clegg, nuevo comandante de la guerra política de Facebook
Mark Zuckerberg libra una guerra tras lo de Cambridge Analytica. El fundador de Facebook solo saldría derrotado si el poder político rompe su monopolio social o los anunciantes (el dinero) se van de sus plataformas.
En cambio, gana si: el escándalo de manipulación electoral se cierra con leyes pensadas para controlar a Facebook (lo que supondría un reconocimiento institucional a su papel de actor protagonista de la red); los usuarios se van de Facebook para acabar en otra de las redes de su propiedad, como están haciendo los más jóvenes con Instagram; o sus promesas de autorregulación calan y todo termina más o menos como estaba antes de empezar pero con más moderadores e inteligencia artificial buscando noticias falsas.
El principal campo de batalla es la comunicación. Si Zuckerberg consigue que cualquiera de los últimos escenarios se considere como un golpe a sus intereses habrá ganado. Debe hilar fino, pero se ha hecho con un lugarteniente de élite: el ex viceprimer ministro del Reino Unido Nick Clegg.
Se acabó lo de la empresa disruptora que viene a cambiar el mundo. Facebook ya juega con los mayores y utiliza sus tácticas, como la puerta giratoria. Clegg, liberal, cinco años en el Gobierno británico (2010-2015) como número dos de David Cameron, será su jefe de relaciones internacionales y comunicación. “Es hora de unir a las grandes tecnológicas a la causa del progreso y el optimismo. Creo que Facebook puede liderar el camino”, ha afirmado en un artículo en The GuardianThe Guardian.
Será el interlocutor de Zuckerberg ante el poder político. El discurso del fundador de Facebook basado en reconocer sus errores, pedir perdón y hacer propósito de enmienda funcionó en un primer momento. Consiguió capear la tormenta inicial y regatear tanto a los congresistas y senadores de EEUU como a los líderes del Parlamento Europeo. Ahora la escena ha pasado de las audiencias oficiales a los pasillos, las salas de reuniones y las llamadas de teléfono en el momento oportuno. Lances en los que Clegg será una pieza poderosa.
Facebook es tecnología. La tecnología es buena
En septiembre de 2017, mucho antes de que Zuckerberg le necesitara, Clegg escribió que “los gobiernos, los anticuados medios de comunicación y el público en general deben evitar una condena automática de la irrupción y la potencia de las nuevas tecnologías, y abrazar la idea de que la tecnología puede mejorar nuestras vidas”. Negó que la actividad las grandes tecnológicas supongan un problema real para la gente.
Ese discurso acrítico con la tecnología digital, que perdió fuelle entre los líderes políticos tras el escándalo de Cambridge Analytica, es el que Zuckerberg quiere recuperar. Clegg une esa visión a una completa agenda de contactos en Bruselas, donde Facebook se la jugará en los próximos meses.
En EEUU, Zuckerberg consiguió implantar una sensación incómoda en los senadores y congresistas que lo interrogaban al recordarles que si rompen su corporación en pedazos para deshacer su monopolio social (Instagram y WhatsApp también le pertenecen), puede que la que ocupe su lugar sea una empresa rusa o china. Pero esa excusa no le vale en la UE. Antes de entrar en el Gobierno británico, Clegg fue eurodiputado y miembro de la Comisión Europea. También fue una de las principales voces contra el Brexit, por lo que se espera que su principal campo de acción sea Bruselas
La comisaria europea de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género, Věra Jourová, le espera. Recientemente advirtió a Zuckerberg que no iba a pasar ni una más a su red social, a la que denominó “canal de basura”. Puede que fuera una escenificación para demostrar fuerza con la compañía que más ha empeorado su imagen este 2018. No obstante, el fuerte de la Comisión es el terreno económico y tiene el monopolio de Facebook a tiro.
Los próximos meses serán claves en la partida de ajedrez que decidirá el futuro de Facebook. Con Clegg, la reina de Zuckerberg ya está en el tablero.