El Burgo de Osma: una visita a la villa más monumental de Soria

El Burgo de Osma, en Soria.

Roberto Ruiz

Visitar El Burgo de Osma es hacer un viaje cargado de historia. Sus calles, sus plazas y sus edificios te van a contar muchas cosas, y el hecho de que aquí vayas a encontrar hasta una catedral ya te tiene que dar que pensar. La monumentalidad que se respira en este municipio soriano nos habla de un pasado de esplendor que sigue muy vivo allá donde miremos.

Ubicado a unos 40 minutos en coche de Soria, El Burgo de Osma puede ser una escapada de fin de semana perfecta para aquellos que anden en busca de lo auténtico. Cuenta con un interesante entorno natural en el que estirar las piernas, pero también con numerosos monumentos que bien merecen un tranquilo paseo con el que descubrirlos uno a uno. Así como de una gastronomía que merece una mención aparte.

Pero además, desde 2023 El Burgo de Osma pertenece a la asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España, y forma parte de esta red de localidades de especial belleza, personalidad, cultura e historia. De manera que empecemos por el principio y veamos por qué estamos ante una de las localidades castellanoleonesas de mayor renombre, a pesar de su pequeño tamaño.

Un pasado clave para la historia

La historia de El Burgo de Osma como villa episcopal se documenta desde el siglo X, posiblemente como repoblación de las ruinas de la ciudad celtíbero-romana Uxama Argaela. Jugó un papel fundamental durante la Reconquista en su posición fronteriza, de manera que para defender su posición frente al Califato se construyó el castillo de Osma gracias a Ramiro II, que se convirtió en la mejor defensa del Reino de León en este tramo del río Duero. Se puede decir que la Iglesia eligió El Burgo de Osma como centro de operaciones y siglo tras siglo su influencia se fue dejando notar en su monumental crecimiento.

Fue a mediados del siglo XV cuando la ciudad levantó su muralla por mandato del obispo Montoya, y además de facilitar su defensa también sirvió para proteger a los habitantes de las pestes y para controlar el cobro de impuestos. Un siglo después, en el XVI, el obispo Álvarez de Acosta costeó la construcción de la Universidad de Santa Catalina, y ya en el XVII se levantaron nuevos espacios urbanos y construcciones de la magnitud del Seminario Diocesano, el Real Hospicio y la iglesia de Santa Cristina.

Un paseo por las calles de El Burgo de Osma

El Burgo de Osma es un lugar para pasear sin prisa. Sobre todo por su Calle Mayor. Hay que ir con predisposición a sorprenderse, pues los típicos soportales de la arquitectura castellana más popular contrastan con los grandes edificios religiosos y civiles. De aquella muralla de mampostería de cal y canto levantada por el obispo Montoya aún queda parte en pie. Fue mayormente demolida para permitir el crecimiento de la ciudad, pero aún podemos contemplar un par de tramos, como el que acompaña a la puerta de San Miguel, que es la única de las originales que se mantiene y que fue reformada en el siglo XVI. Una vez que la atravesamos y entramos al casco antiguo, ante nosotros se van sucediendo sus monumentos más emblemáticos.

A lo largo de los siglos, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción ha hecho de El Burgo de Osma lo que es. Ha sufrido numerosas ampliaciones, por lo que se pueden observar en ellas muy distintos estilos arquitectónicos. Tuvo su origen en un templo de comienzos del siglo XII, pero fue sustituido por uno gótico que se comenzó a construir en 1232. Más tarde llegarían detalles renacentistas, como la propia fachada, barrocos como su gran torre, y neoclásicos, como la sacristía mayor. La iglesia del Carmen, construida a finales del siglo XVI, así como la iglesia de Santa Catalina, de los siglos XVI-XVIII, son también dos importantes templos que no te debes perder extramuros.

Pero si nos fijamos en edificios civiles,  el Hospital de San Agustín es sin duda el más representativo de esta localidad soriana. Lo encontrarás fácilmente, primero por su monumentalidad y segundo porque actualmente alberga la Oficina de Turismo. Este majestuoso edificio fue construido entre 1694 y 1701 por cuenta del obispo Sebastián de Arévalo y Torres, y tomó el nombre de uno anterior obra del obispo Montoya. Arquitectónicamente es de tipo alcázar, siguiendo el modelo de palacio Casa de Austria, con fachada rectangular simétrica, torres achapiteladas y hornacina sobre la puerta y balcón principal. 

Y hay mucho más. La Universidad de Santa Catalina, del siglo XVI, el Seminario Diocesano Sto. Domingo de Guzmán, del XVIII, el Palacio Episcopal, del XVI, el Real Hospicio, del XVIII, o el propio Ayuntamiento, también del XVIII, dan forma y esplendor a esta población de apenas cinco mil habitantes.

Pero no deberíamos dejar El Burgo de Osma sin antes acercarnos a conocer su castillo, que desde las alturas vigila el horizonte desde que fue construido en los siglos X-XI, y después reformado en el XVIII. Está compuesto por gruesa mampostería, incluyendo piedras romanas y sillares, y en sus orígenes contaba con cuatro torres y dos puertas. Resistió frente al Califato durante 50 años pero finalmente cayó en manos de Almanzor. Fue árabe hasta que en 1011 fue pasó de nuevo a manos cristianas. A los pies del castillo tenemos el llamado ‘puente de la Torre del Agua’, medieval de origen romano, construido en el siglo I a.C. y reformado en el XVIII. Merece la pena cruzar por él para unir la iglesia de Santa Cristina con el castillo y así sentir bajo nuestros pies uno de los restos más antiguos de esta Villa de Interés Turístico.

Gastronomía, que no falte el buen yantar

Muy mal lo tienes que hacer en El Burgo de Osma para que tu viaje no se convierta en toda una experiencia gastronómica. Vaya por delante que la tradición manda y que aquí los más carnívoros saldrán ganando, aunque encontrarás especialidades de todo tipo para conquistar a todos los estómagos. Si buscamos cuchareo del bueno vamos a encontrar Cocido Castellano y Alubias del Burgo, platos de esos que piden un buen reposo después. Y aunque no podemos pasar por alto tampoco las truchas y los cangrejos de río, la carne es realmente la protagonista en estas tierras. 

El cordero a la parrilla, al horno de leña o en caldereta puede completar un buen menú, aunque también es típica la carne de caza, como liebres, conejos, codornices o perdices. La morcilla, el arroz y, cómo no, la mantequilla, son grandes imprescindibles en cualquier mesa. Y en temporada tampoco hay que perder de vista las setas, como níscalos de los pinares y setas de cardo. Con el café, unas tortas dormidas de anís, unos harinados o unos sobradillos hojaldrados pueden poner la guinda a un menú que acertadamente puede haber sido regado con vinos D. O. Ribera del Duero.

Si quieres aprovechar y vivir uno de los eventos gastronómicos más populares y conocidos de El Burgo de Osma entonces tu viaje deberá ser algún fin de semana entre mediados de enero y mediados de abril, para hacerlo coincidir con las ‘Jornadas Ritogastronómicas de la Matanza’. Desde 1974 el hotel-restaurante Virrey Palafox ofrece toda una ‘cerdoexperiencia’ en el que la jornada comienza los sábados con la matanza de un cerdo a las 12:30h en la plaza situada enfrente del Museo del Cerdo, y continúa con un banquete a las 14:30h en el que se degusta un total de 22 platos donde no falta jamón, morcilla, chorizo, torreznos, costillas, albóndigas, jamón asado o cochinillo asado, entre muchos otros.

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