Díaz Ayuso, o como reírnos ante el peligro
Precisamente en los momentos en que se registra en los juzgados de la Plaza de Castilla de Madrid una querella criminal colectiva contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por presuntos delitos de homicidio imprudente, trato vejatorio, prevaricación y denegación de auxilio, ocupa las portadas de la prensa y el ruido de las redes con una ridícula foto en plan Bernarda Alba y por sus comentarios de que el virus lleva en su nombre la letra D porque apareció en diciembre. Entre parecer tonta y teatral o que te acusen en los juzgados de homicidio, es evidente que todos preferiríamos lo primero, aunque lo segundo no se pueda evitar, al menos que no se hable.
La distracción en política a base de parecer tonto no es una técnica nueva. A finales de 2008, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi tenía que celebrar una cumbre bilateral en Trieste con Angela Merkel. Era una cumbre clave para afrontar la crisis económica que atravesaba Italia y que necesitaba el apoyo político y financiero de Alemania. Un trago difícil para Berlusconi. Il cavaliere se saltó el protocolo y esperó a la canciller escondido tras un monumento,cuando apareció la alemana saltó por sorpresa y dijo “Cú-cú”. Consiguió el titular. Los medios no hablaron de otra cosa cuando informaron de la reunión, todavía hoy, si uno busca esa cumbre en Google las noticias mayoritarias son acerca del juego del escondite de Berlusconi y su Cú-cú.
Un año después, Silvio Berlusconi se enfrentaba al escándalo por su mala gestión durante tragedia del terremoto de L'Aquila. Cuando se encontraba paseando entre las ruinas, no se le ocurrió otra cosa que desviar la atención de los medios diciéndole a una médico de emergencias desplazada al lugar “no me importaría ser reanimado por ti”. Sí, los medios ridiculizaron al primer ministro, pero no hablaron de la falta de recursos del rescate ni la ausencia de medidas de prevención.
Parecer tonto volvía a tener premio.
En 2017, el presidente derechista de Brasil Michel Temer se enfrentaba a masivas movilizaciones en la calle contra sus recortes sociales y la corrupción. Entonces concedió una entrevista a la revista brasileña Veja y anunció que abandonaba la residencia oficial presidencial porque, medio en broma medio en serio, pensaba que había fantasmas allí que no les dejaban dormir. La noticia en la prensa al día siguiente: “Los fantasmas obligan al presidente de Brasil a dejar la residencia presidencial” (El País), “Michel Temer se muda del palacio presidencial por miedo a los fantasmas y estallan las burlas” (Clarín), “Brazil’s President Moved Out Because of Ghosts” (Time). Moraleja, si vas a protagonizar las portadas por las manifestaciones masivas que piden que dimitas por corrupción, lo mejor es decir que ves fantasmas en el palacio presidencial y que te mudas. Esa será la noticia.
Si analizáramos estos comportamientos en el caso Trump nos daría incluso para un libro. La conclusión es clara. Por un lado los medios tradicionales, ávidos de trivialidades y anécdotas, desplazarán lo profundo e importante para enfocarse en lo superficial. Las redes todavía lo harán más. Sobre todo, porque si algo consuela al ciudadano que sufre la incompetencia -o la maldad- de un gobernante, es creerse más listo que ese gobernante y poder ridiculizarlo. Es una de las características que se ha impuesto en esta carrera por el humor y el chascarrillo que domina en las redes sociales: consolarnos riéndonos de algunos políticos mientras ellos nos joden la vida. Muchos ya lo han descubierto y recurren a ese bálsamo social para que les dejen seguir gobernando. Sucedió con Mariano Rajoy, todos éramos más listos que él, pero la realidad es que era él quien gestionaba nuestra economía y nuestros derechos. ¿Y lo bien que nos lo pasábamos con Esperanza Aguirre en el programa Caiga quien caiga? Hasta circuló la anécdota de que preguntó quién era la escritora Sara Mago, que es falsa, pero ni siquiera se molestó en desmentirla mucho porque quedar como tonta era la mejor forma de que no apreciáramos su peligro.
Pues eso, ahora toca Isabel Díaz Ayuso. Qué bien nos lo estamos pasando mientras ella gobierna Madrid.
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