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Déficit de fondos, inseguridad y 1.604 muertos: el balance del brote de ébola que la OMS considera una emergencia internacional

Un trabajador sanitario se pone su equipo de protección personal (EPP) antes de entrar en la zona roja de un centro de tratamiento del Ébola (ETC) apoyado por MSF, donde atendieron a los pacientes el 6 de noviembre de 2018 en Bunia.

Icíar Gutiérrez

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la epidemia de ébola que afecta a la República Democrática del Congo es una “emergencia de salud pública de interés internacional”. La enfermedad se ha cobrado ya la vida de 1.604 personas, según el balance de casos confirmados más reciente del Ministerio de Sanidad del país. Casi un año después de que el brote fuera declarado en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, al noreste del país, aún no está bajo control. La inseguridad y la desconfianza de la población local, así como la falta de fondos de la comunidad internacional, siguen dificultando la respuesta para frenar el avance del virus.

Tras la negativa a declarar la situación de emergencia internacional el pasado 14 junio después de valorar que no mejoraría la situación, la OMS decidió dar el paso este miércoles por la tarde, siguiendo la recomendación del Comité de Emergencias, un órgano que le brinda asesoría científica formado por especialistas.

De acuerdo con el reglamento del organismo, la declaración debe producirse “ante un acontecimiento extraordinario” que pueda “constituir un riesgo para la salud pública en otros Estados debido a la propagación internacional de enfermedades”. Su objetivo es exigir “una respuesta internacional coordinada”, reconociendo que la situación es grave, inusual o inesperada. En otras palabras, según indican fuentes de la organización internacional, es una llamada de atención al mundo, “diciéndole que preste atención” a lo que ocurre en la República Democrática del Congo.

La decisión llegó después de que se detectara el primer caso de ébola en la ciudad de Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte. En la localidad, muy próxima a la frontera de Ruanda, residen más de un millón de personas. El paciente, un pastor evangelista, no sabía que había estado en contacto con el ébola y viajó a Goma con varias otras personas en un autobús. Fue trasladado a un centro de tratamiento, pero finalmente murió. El contagio no se produjo en Goma, sino que procedía de Beni, epicentro del brote que en las últimas tres semanas ha concentrado el 46% de los casos, según la OMS. El pasado junio se confirmaron otros tres casos en Uganda que habían llegado al país también desde Congo.

La declaración de emergencia internacional ha multiplicado las miradas que se dirigen al país africano. Para Luis Encinas, experto en ébola de Médicos Sin Fronteras (MSF), es un escalón más que habla de la gravedad de la situación, pero recalca que esta “no ha cambiado apenas respecto a hace un mes”. “La diferencia es que ahora todo el mundo habla de esto. Lo que se espera después de una declaración así es que haya una respuesta mas coordinada y un seguimiento más escrupuloso”, indica. En total, se han registrado 2.522 casos de contagio, 2.428 de ellos confirmados y 94 probables. Ha habido un total de 1.698 muertes, 1.604 confirmadas. 

El próximo 1 de agosto se cumple un año desde que se declarara oficialmente el brote más letal de la historia de la República Democrática del Congo y el segundo del mundo. El experto de MSF recalca que, a menos de 15 días del aniversario, lo que pone de relieve esta “emergencia internacional” es que “la estrategia seguida ha sido un fracaso, no está funcionando” a la hora de evitar que la enfermedad se siga propagando.

La OMS ha sido clara: para que la tendencia cambie, es “crucial” que los Estados no utilicen el estado de emergencia “como excusa para imponer restricciones comerciales o de viaje” o cerrar sus fronteras. A juicio del comité de expertos, estas limitaciones no ayudarían a contener el virus, sino que tendrían un impacto negativo en la población y en la economía de las zonas afectadas. “Estas restricciones podrían comprometer las economías locales y afectar negativamente a las operaciones de respuesta desde una perspectiva de seguridad y logística”. Ponen como ejemplo las 15.000 personas que cruzan todos los días la frontera de Goma, uno de los principales enclaves económicos, a Ruanda. “El cierre de esta frontera afectaría mucho a la población”. 

¿Qué medidas se pueden tomar, entonces? “El resto de países tienen que estar preparados, vacunar a su personal, preparase con simulacros. Hay Estados como Ruanda que tienen un sistema sanitario más fuerte, a diferencia de Congo”, apunta Encinas. La vacuna experimental rVSV-ZEBOV, que se encuentra aún en fase de investigación y aún no ha sido homologada, está siendo uno de los principales métodos para tratar de controlar el brote. Desde agosto, más de 161.000 personas han sido vacunadas en total, según los últimos datos de la OMS, muchas de ellas profesionales de primera línea. Tiene una eficacia de hasta 97,5%, según los datos preliminares de la OMS. “Tenemos que seguir vacunando, no solo a dos contactos, hay que abrir este foco, hablamos de poblaciones de millones de personas”, subraya el experto en ébola de MSF.

La estrategia para controlar el virus no puede pasar por limitar el movimiento o usar “medidas coercitivas” sobre la población afectada, recalca la organización humanitaria. “Las comunidades y los pacientes deben estar en el centro de la respuesta”, han indicado. Encinas recuerda que esta fue una de las principales lecciones que dejó el brote de 2014 que se concentró en África Occidental, que se cobró la vida de más de 11.300 personas. “Fue un error establecer un periodo de cuarentena [para las personas que podrían haber estado expuestas al virus]. Impedir que ciertos barrios de las capitales se movieran”, relata, a la vez que subraya el impacto psicológico que suelen tener este tipo de medidas en la población.

Dos de cada tres fallecidos de ébola en Congo han muerto en sus casas, indica el especialista, que considera que este es uno de los datos clave que sirven para comprender por qué el brote no está bajo control. Para responder al virus, es fundamental identificar lo que se conoce como “la cadena de transmisión”: hacer el seguimiento de quiénes estaban en contacto con los pacientes contagiados confirmados y quiénes estaban, a su vez, en contacto con estos contactos. “Si estos casos llegan cuando han muerto en sus hogares, implica que no que no se ha protegido a sus familiares, principalmente a las mujeres. Hay poca información de lo que está pasando y esto acaba haciendo que se descontrole, porque si sabe que hay alguien que está enfermo hay que aislarlo y romper el círculo de contagios”.

“El ébola en conflicto es nuevo”

El virus, que se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales, continúa avanzando, en primer lugar, por los movimientos de población que se producen en esta zona, lo que añade dificultades a la hora de dar una respuesta médica, encabezada por el Ministerio de Sanidad. Otro de los factores que la obstaculiza es la inseguridad que sufre desde hace años la población algunas de las zonas afectadas Kivu del Norte e Ituri, donde operan grupos armados. “Alguien puede decir: tú me hablas del ébola, pero es que mi mujer embarazada no puede salir porque estamos aterrorizados”, ejemplifica Encinas.

La violencia acaba limitando las actividades de lucha contra el ébola y que los equipos puedan desplazarse para investigar y rastrear los contactos de los enfermos. Dos trabajadores sanitarios congoleños fueron asesinados la semana pasada. En lo que va de año, ha habido al menos 174 ataques de este tipo contra centros de tratamiento -incluidos algunos de MSF- y personal humanitario. Es tres veces más que entre agosto y diciembre de 2018. “Sabemos responder al ébola, pero el ébola en conflicto es nuevo. Esta es una situación atípica. Cada día hay un ataque”, recalca Encinas.

El miedo alimenta, a su vez, la desconfianza de la población a la hora de recibir tratamiento, otra de las dificultades con las que lidian los equipos en el país. Por esto, recalcan desde MSF, los esfuerzos deben centrarse en que las comunidades afectadas y los pacientes “estén en el centro de la respuesta, deben ser participantes activos de la misma”. “Hay que implicar a los diferentes representantes de la comunidad en la  lucha contra el virus, que estén en primera línea”, apuntala el representante de MSF.

Menos del 50% de los fondos requeridos

La lucha contra el ébola también se ha visto limitada por la falta de fondos aportados desde el resto de países. La OMS llevaba semanas advirtiendo de que si la comunidad internacional no destina los recursos suficientes, “será incapaz de mantener la respuesta al nivel actual”. Este jueves, tras declarar la emergencia internacional, el comité de expertos expresó su decepción por los retrasos a la hora de recibir financiación. 

El organismo internacional estimó que, entre febrero y julio, eran necesarios 98,4 millones de dólares (86,8 millones de euros) para poder financiar su respuesta. No lograron recaudarlos. Según apuntan fuentes de la OMS, solo recibieron 48,4 millones, menos del 50%. Faltaban otros 50. “Además de esos costos operativos, también estamos trabajando en los países vecinos -Ruanda, Burundi, Uganda, Sudán del Sur- para mejorar su preparación. Ese coste se estima en 70 millones de dólares al año y para ello nos falta el 40% de los fondos necesarios”, sostienen. En este momento, se encuentran cuantificando los recursos necesarios para los próximos seis meses. “Esperamos que asciendan a un total de cientos de millones”.

“Es hora de que el mundo tome nota y redoble nuestros esfuerzos. Necesitamos trabajar juntos en solidaridad con la RDC para poner fin a este brote y construir un mejor sistema de salud”, sentenció este miércoles el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

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