¿Cómo blindar mejor las aulas andaluzas frente a la Covid? “Más gasto en medidores CO2 y menos en gel hidroalcohólico”
Vaya por delante que haber entrado en riesgo bajo y que estén desapareciendo muchas de las restricciones con las que llevamos conviviendo desde hace más de año y medio por la pandemia no significa que el coronavirus no siga ahí. Y aunque ya se haya abierto el debate sobre la relajación de medidas en los colegios, no conviene olvidar que la mayoría de alumnos no están vacunados y que hay que seguir trabajando para hacer seguras las aulas.
Dicho lo cual, en este terreno es en el que se desenvuelve el colectivo VentilANDo, que nació el pasado mes de enero fruto de la inquietud de profesores, investigadores y docentes por aplicar en los centros educativos las mejores herramientas para luchar contra la Covid. “La iniciativa surgió de una charla informal entre especialistas en calidad ambiental en Twitter”, recuerda uno de sus promotores, Miguel Ángel Campano, y es que si algo nos ha demostrado el conocimiento de la pandemia es que la clave está en los aerosoles, que como se transmiten por el aire hacen que una correcta ventilación sea fundamental.
Campano, profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSA) de Sevilla, concreta que el objetivo de VentilANDo es “buscar la aplicabilidad directa de la evidencia científica en la práctica diaria en los colegios”. ¿Y qué nos dice esa evidencia científica? Pues además de incidir en lograr una ventilación cruzada en las estancias, que es mejor gastarse el dinero público en medidores de CO2 para monitorizar la calidad del aire que en tanto gel hidroalcohólico. “Con el dinero que se gastó la Junta de Andalucía el curso pasado en estos geles se podrían haber comprado los medidores de CO2 necesarios”, lo que protegería mejor a los escolares.
Una mala calidad del aire
El problema añadido es que el punto de partida es malo de por sí, porque incluso sin que irrumpiera la Covid la calidad del aire en las aulas andaluzas ya dejaba mucho que desear por la cultura tan asentada de tener las ventanas cerradas. “Las mediciones indicaban hasta 2.000 partes por millón de CO2, cuando lo recomendable es entre 900 y 1.000”, una cifra por cierto que se rebajó hasta 700 con la llegada de la pandemia. Es decir, que hasta hace nada nos movíamos en niveles que eran el triple de lo que ahora se considera necesario.
Los centros educativos, apunta Campano, ya saben más o menos lidiar con la cuestión de la ventilación, con la que hay que alcanzar un equilibrio que pasa por no abrir las ventanas por completo, “así quitamos el exceso de CO2 y de partículas en suspensión, pero metemos en el aula polen, ruido y, llegado el momento, también frío”. “Es preferible abrir un poco cinco ventanas que solo una de par en par”, ya que así se consigue la famosa ventilación cruzada “que barre mejor el aula y no crea un fondo de saco”.
Guías prácticas para la comunidad educativa
Para resolver las dudas de la comunidad educativa, VentilANDo (junto a su equivalente nacional, Aireamos) colabora en la edición de un documento práctico que elabora Javier Pérez, responsable de la web Prevención docente y que a su condición de profesor de instituto añade las de químico y máster en prevención de riesgos laborales. La propia cuenta en Twitter de VentilANDo compila hilos informativos y vídeos divulgativos en los que se detallan las mejores prácticas.
¿Las claves? Miguel Ángel Campano apunta que lo ideal es sumar capas de protección, aunque resume en tres los pasos fundamentales: ventilar de manera correcta, un uso adecuado de mascarillas ajustadas y un equipo de filtrado HEPA sin añadido, aunque esto último es poco menos que una fantasía en nuestro sistema educativo. Así que por lo menos debería haber medidores de CO2, algo que recomiendan las principales asociaciones científicas y que a su juicio debería incluirse en los protocolos, porque “no puedes saber si un aula está bien o mal ventilada hasta que se mide; es como conducir con una venda en los ojos”.
Si a esto le unimos que se ha producido “un abaratamiento y una democratización de estos equipos”, volvemos a la cuestión inicial, la que lleva a “echar números para ver el dineral que se ha gastado en los colegios andaluces en gel hidroalcohólico”. Así que sí, “lo prioritario tendría que ser centrar el gasto en lo que dicta la ciencia para ser más eficientes”, y si ya sabemos que la clave está en los aerosoles, pues blanco y en botella: menos invertir en gel hidroalcohólico y más en medidores de CO2, que incluso vendrían bien aunque no hubiese coronavirus si tenemos en cuenta la mala calidad del aire que siempre se ha respirado en nuestras aulas. Aunque eso, como se suele decir, es otra historia...
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