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Andalucía mira ya al próximo otoño con las reservas hídricas bajo mínimos en la peor sequía meteorológica del último medio siglo

El embalse de La Viñuela (Málaga) en febrero de 2022

Carlos Puentes Luque

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Andalucía arrastra la peor sequía que se recuerda desde, al menos, los años 70. Así lo indican los principales indicadores de seguimiento de situaciones de escasez hídrica. Tanto los parámetros relativos a las precipitaciones como la evolución temporal de las reservas de agua apuntan a que la mayor parte del territorio andaluz se enfrenta de manera casi continuada desde mediados de la pasada década a una situación de severo estrés hídrico. Y las perspectivas, lejos de mejorar, apuntan a un verano que podría dar la puntilla a todos aquellos sectores que de un modo u otro dependen del agua.

Sin perspectivas de lluvias en un año para olvidar

Ni a corto ni a medio plazo los principales modelos meteorológicos dibujan un cambio de patrón que desvíe el rumbo de colisión al que se dirige la región. Abril, un mes tradicionalmente lluvioso, no espera ningún episodio de precipitaciones generalizadas o ni tan siquiera aisladas al menos hasta su última semana. Algo que deja a mayo y junio, cuya media de precipitación acumulada no llega a los 50 litros por metro cuadrado, como las últimas dos balas de la recámara para recuperar reservas antes de que la comunidad se adentre en la larga campaña de regadíos y consumo veraniego.

Y es que salvo por el episodio de abundantes precipitaciones de la primera quincena de diciembre de 2022, el actual año hidrológico no ha tenido otros periodos húmedos con los que recuperar reservas. De hecho, el actual curso se sitúa hasta el momento en valores entre un 25 y un 50 % por debajo de lo normal en la mayor parte de Andalucía según datos de la Agencia Estatal de Meteorología. Un dato que sube incluso al 75 % por debajo de lo normal en buena parte del extremo oriental y la franja costera mediterránea. En resumen, un año pésimo en cuanto a lluvias que se enmarca en un ciclo ya de por sí extremadamente seco.

La sequía más intensa y duradera desde los años 70

De ello da buena idea el Índice de Precipitación y Evapotranspiración Estandarizada (SPEI por sus siglas en inglés), recogido por el sistema de monitorización y seguimiento de sequía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). A través de diferentes parámetros climáticos permite comparar periodos temporales amplios de manera homogénea en el territorio. Así, el SPEI dibuja al actual ciclo seco, cuyo inicio sitúa en el otoño de 2016, como el más intenso y prolongado de al menos los últimos 50 años en la mayor parte del interior andaluz y algunas zonas de la costa tropical granadina. Se salva tan solo el extremo oriental, beneficiado en parte por el aumento de episodios de lluvias torrenciales asociadas a DANAs en el Mediterráneo.

La actual sequía supera ya en intensidad y duración a la de la primera mitad de los años 90, al menos en la mayor parte de la Depresión del Guadalquivir, que es además el principal reservorio hídrico de la región. De hecho, la situación en los embalses de dicha cuenca se sitúa a un escaso 25 % a falta de dos meses del inicio de la campaña de regadíos. En términos absolutos supone poco más de 2.000 hm³, unos 400 menos que hace un año. Esto supone que “por quinto año consecutivo, las aportaciones recibidas a los embalses de la Cuenca no permitan recuperar el volumen que se desembalsa durante la campaña de regadío”, según el Presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), Joaquín Páez.

Algo que no ocurría desde 1995, cuando la capacidad de almacenamiento no era tan potente como la actual. Ante esta situación, la propia Comisión de Desembalses de la CHG ha determinado un recorte de dotaciones de persistir la actual ausencia de precipitaciones. El desembalse que se maneja es de 375 hm³, y una dotación máxima de 700 m³/ha para los cultivos de mayor consumo, lo que equivale a un 60 % menos de lo habitual en un periodo normal.

Las reservas andaluzas a menos del 30 %

Y la situación en el resto de cuencas hidrográficas no es mucho mejor. La del Guadalete-Barbate se sitúa a menos del 30 % de su capacidad mientras que la Cuenca Mediterránea Andaluza se va al 37 %. Sólo la Cuenca del Tinto, Odiel y Piedras se acerca al 70 % de su volumen, debido en parte a las abundantes precipitaciones de diciembre, pero en especial por su escasa capacidad de almacenamiento. En global, las reservas andaluzas rozan tan solo el 30 % de volumen total cuando comenzamos abril, casi seis puntos por debajo de la misma semana del pasado año, y menos de la mitad de las reservas medias de la última década.

Ni el volumen de agua almacenada ni las previsiones meteorológicas a medio plazo auguran nada bueno durante los próximos meses. Desde marzo, los embalses andaluces han vuelto a su situación de decrecimiento, anticipando en más de dos meses el periodo de pérdidas que suele situarse a comienzos de junio. Desde ahora, y probablemente hasta el próximo otoño, Andalucía se verá obligada a lidiar bajo el fantasma de las restricciones al tiempo que afronte la temporada de mayor consumo de un recurso cada más escaso.

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