La crisis del Ayuntamiento de Granada acaba con Ciudadanos fuera del Consistorio
Ciudadanos es historia en el Ayuntamiento de Granada. Los naranjas encaran sus últimos días con grupo político en el Consistorio situado en la Plaza del Carmen, después de que la estructura orgánica de Cs haya solicitado la baja definitiva del exalcalde Luis Salvador y del concejal José Antonio Huertas. Tras la expulsión de ambos, solo falta que el pleno ordinario del mes de septiembre lo ratifique y ponga punto y final a Ciudadanos en el Ayuntamiento de la ciudad de la Alhambra.
Este último episodio de Cs en la capital granadina es el resultado de un relato que ha estado cargado de historias en las que los naranjas han tenido voz y voto desde el principio. De hecho, han llegado a gobernar Granada junto al Partido Popular en los dos últimos años y ha sido precisamente ese bipartito el que ha acabado por desatar una de las mayores tormentas que se han cernido sobre el Ayuntamiento desde la llegada de la democracia. Naranjas y populares pasaron de compartir mandato a ser enemigos íntimos y destrozarse mutuamente el Gobierno municipal, desencadenando una crisis institucional que ha acabado con Ciudadanos fuera del Consistorio.
El inicio la tempestad
Para entender el orden de los acontecimientos más recientes hay que viajar hasta finales de mayo cuando Sebastián Pérez, concejal hasta entonces del PP, cumplió se amenaza y exigió que se cumpliera el pacto que, presuntamente, habían sellado entre populares y naranjas para que hubiese una alternancia en el puesto de alcalde a los dos años de mandato. “Si el PP no encuentra los votos, los encontraré yo”, llegó a decir abriendo la puerta a favorecer una moción de censura en la que el PSOE saliese victorioso. Así, después de anunciar que dejaba el partido que había llegado a gobernar durante una década en Granada, Pérez provocó un terremoto cuyas réplicas duraron más de un mes y acabaron con el Gobierno municipal y con el grupo político de Ciudadanos.
Primero porque el PP, que hasta ese momento había evitado pronunciarse sobre el supuesto pacto de alternancia, recogió las palabras de Pérez y las hizo suyas para evitar verse en una moción de censura que ganasen los socialistas. Así, comenzaron una carrera de hostigamiento al alcalde Luis Salvador, con el fin de que se marchase cuanto antes y dejara su puesto a un edil de los populares por el supuesto acuerdo de 2019 que siempre ha negado el propio Salvador. Como el regidor no se marchaba, ni tenía previsto hacerlo, todos los concejales del PP y dos de Cs dimitieron a primeros de junio para dejar ingobernable la ciudad.
Lo que vino después fueron una serie de episodios de cruces de declaraciones e intenciones con el mismo telón de fondo: Luis Salvador no tenía pensado irse. De hecho, por entonces, en el PSOE negaban con la boca pequeña que pudieran llegar a gobernar dadas las circunstancias y llegaron a decir que con Salvador no irían “ni al tranco de la puerta” si tuvieran que acordar un cambio de gobierno con él. Sin embargo, a pesar de esas palabras, entre finales de junio y la primera semana de julio, todo se resolvió precisamente de esa forma: con un acuerdo entre Salvador y los socialistas para que el primero dimitiera y le dejase su sitio al exalcalde del PSOE, Francisco Cuenca.
El acuerdo menos esperado
Aquella maniobra la intentaron frenar por tierra, mar y aire las direcciones nacionales y andaluzas de Ciudadanos, llegando a deslegitimar públicamente a Luis Salvador y presionando para que se volviese a un pacto imposible con el PP. Imposible porque el exregidor no tenía pensado volver con quienes le habían abandonado y porque ya no confiaba en sus superiores dentro de Cs. El propio Salvador lo ha reconocido así a este diario en varias ocasiones. Él y Huertas se sintieron tan solos que abrazaron la política del PSOE y en julio le dieron el gobierno y acabaron compartiendo mandato.
Aquello terminó por dinamitar los débiles puentes que había entre las direcciones de los naranjas y sus dos ediles díscolos. Paradójicamente, en todo este relato, en Ciudadanos apenas le dieron importancia a que habían tenido dos tránsfugas que se habían ido del gobierno municipal y habían dejado de pertenecer al grupo municipal cuando se produjo la dimisión en cascada para forzar la renuncia de Salvador. En Cs centraron sus esfuerzos en presionar a Salvador y a Huertas sin éxito, hasta que recurrieron a la expulsión definitiva del partido.
El exalcalde y el concejal dejaron de pertenecer al partido a finales de julio, a pesar de que ambos habían impugnado esa decisión. De hecho, Luis Salvador llegó a anunciar en elDiario.es Andalucía que se reservaba la opción de ir a los tribunales en este mes de septiembre, salida que ha finalmente ha desechado “porque no merece la pena y puede suceder que los jueces no entren en el asunto y parezca que la dirección tenía razón cuando no ha sido así”. Por lo que solo cabía esperar a que Cs diese el golpe definitivo y anunciara la expulsión de ambos al Ayuntamiento, provocando así la desaparición de los naranjas de un Ayuntamiento al que llegaron en las elecciones de 2015 y en el que siempre habían tenido cuatro concejales.
Seis años de relevancia
Cuando se haga efectivo el adiós de Ciudadanos del Consistorio en el último pleno del mes de septiembre, atrás quedarán seis años en los que han sido pieza fundamental de la política local. Nada más aterrizar, en 2015, fueron quienes permitieron que un PP debilitado pudiera mantener la alcaldía tras un pacto polémico en el que obligaban al entonces alcalde, José Torres Hurtado, a irse unos meses después. Casi de forma premonitoria, el regidor se acabaría marchando en abril de 2016, aunque no por la presión de Cs, sino por la investigación de la “Operación Nazarí” que provocó la detención de Torres Hurtado y de buena parte de la cúpula de Urbanismo.
Sin alcalde durante unas semanas, los naranjas se postularon como muleta política y coquetearon con lo que quedaba del PP y con el PSOE, para darle la alcaldía a cualquiera de los dos. Al final, los socialistas, con Francisco Cuenca al frente, se llevaron el gato al agua y el mandato al zurrón, viviendo tres años de gobierno muy difíciles. El apoyo de Ciudadanos fue apenas puntual y en el PSOE no tuvieron margen para gobernar por estar en clara minoría al tener solo 8 de los 27 ediles que componen el pleno del Ayuntamiento de Granada. Los naranjas jugaron su papel entonces y lo repitieron de cara a las elecciones municipales de 2019.
Con Luis Salvador de regreso al Ayuntamiento de Granada, tras una excursión de dos años al Congreso de los Diputados y quedarse sin sitio ante la pérdida de votos de los naranjas, pasó lo más inesperado. Siendo la tercera fuerza política en votos, Cs logró la alcaldía en un bipartito inusual con el PP que le doblaba en concejales. Un pacto vía WhatsApp entre las direcciones nacionales de ambos partidos hizo posible lo imposible. Comenzando en junio de 2019 un mandato que ha durado dos años y en el que la inestabilidad -pandemia de COVID-19 mediante- ha sido la tónica dominante.
Ahora, sin mandato y sin concejales, el grupo político dejará de existir y solo quedará por liquidar las cuentas municipales de Ciudadanos. Los despachos que tenían en el Ayuntamiento se quedarán sin uso y tendrán que justificar cómo han gastado en este tiempo la asignación municipal que tenían como partido en el Consistorio. No se esperan grandes sorpresas, según dicen fuentes de la organización consistorial, ya que la inspección no es demasiado estricta. Lo que sí se vislumbra es que esta pueda ser la última vez que los naranjas estén en el Ayuntamiento de Granada. Sin estructura local y en clara decadencia en el resto del país, las posibilidades de lograr concejales en los comicios de 2023 son escasas.
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