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“Hacer series, publicidad o doblajes es ir perdiendo partículas de uno mismo como actor”

Giraldillo de honor a Vicent Lindon /foto: SEFF 2016

Amalia Bulnes

Tierno y fiero -esa combinación improbable que bien conseguida, hace a las personas irresistibles-, magnético pero distante. Podría ser el 'retrato robot' de Monsieur Vincent Lindon, caballero de las artes cinematográficas francesas, actor de causas perdidas, eterno seductor y diletante en casi todas las artes de persuasión.

Conocida a última hora su participación en el Festival de Cine Europeo de Sevilla de esta edición, la visita de Lindon a la ciudad del Guadalquivir se ha dejado sentir en cada una de sus apariciones, en todos y cada uno de sus comentarios, en su sonrisa -tan ancha como sincera- y en su agradecimiento constante por el premio que recogió este viernes durante la gala inaugural: el Giraldillo de Honor a toda su trayectoria.

Empecemos por lo de fiero porque llegó el actor ganador de la pasada edición de Cannes con un recelo más que palpable: rehuyendo fotos y focos (¡en una rueda de prensa!), argumentando con demasiadas explicaciones su rechazo a los teléfonos móviles encendidos en la sala donde iba a compartir un rato de charla con la prensa -“el exceso de comunicación mata la comunicación”, dijo- e incluso llamando al orden a personas del auditorio que murmuraban al oído mientras él mismo hablaba.

Pero estas maneras de divo, que han incluido peticiones expresas de no hacer entrevistas para televisión, duraron apenas unos minutos, el tiempo de inspeccionar el terreno y hacerse un juicio, suponemos. A partir de ahí y hasta su despedida -está terminando el montaje de su próxima película, basada en la vida del escultor Auguste Rodin, y la visita ha sido fugaz-, todo ha pasado a convertirse en una exhibición de buen humor y simpatía.

Pero también de sinceridad, pese a lo políticamente incorrectas que puedan parecer sus opiniones. Es el caso del proyecto que ha dejado momentáneamente aparcado en Francia para venir a España estos días: Rodin, de Jacques Doillon, donde se mete en la piel de un genio indiscutible de la escultura, pero muy discutido en lo humano, por cuanto su relación con la también escultora Camille Claudel pudo estar cargada de dominación y abuso de superioridad.

“Puede ser que Rodin no fuera un hombre maravilloso, también dicen lo mismo otros deportistas de Rafael Nadal y sigue siendo Nadal, un número 1. Mire, existen 43 museos Rodin en el mundo, y ninguno dedicado a Camille Claudel”, dijo sin ambages. Para rematar: “A lo mejor Auguste Rodin no fue un ser humano excepcional, pero esto fue por el simple hecho de no tener la hipocresía de hacerle creer a sus mujeres que ellas eran más importantes que su trabajo. No puso nunca nada a la altura de su ambición por convertirse en el mejor escultor del mundo. Y para conseguir eso, seguramente hizo sufrir a su alrededor”.

Hay una escena de la película que quiso traer a la conversación. Es un diálogo entre Rodin y Cezanne, donde el primero asegura al pintor impresionista: “La belleza sólo se puede encontrar en el trabajo. Sin eso, todo está perdido”. ¿Puede aplicársele a usted, a su paso por el cine, esa frase?

Vincent Lindon es, sin duda, más terrenal, y asegura que “el trabajo no es siempre lo más importante, a mí me gusta vivir mi vida”, pero sí el derecho a tener uno digno. Así lo ha revindicado en películas de alto compromiso social, como fue la icónica La crisis, rodada hace más de veinte años con un mensaje “ciertamente profético”, o la última, La ley del mercado, por la que fue premiado en Cannes y donde se pone en la piel de un parado maduro de larga duración: “Me da una inmensa pena la gente que pierde su trabajo, sin el cual es imposible brillar en sociedad, se pierden las herramientas para estar orgulloso de uno mismo y para que tus hijos te miren con respeto”.

Protagonista de Welcome, Mea Culpa o Pater, reconoce que los premios conseguidos con su papel de desempleado en La ley del mercado (2015), el César al Mejor Actor y el Premio del Festival de Cannes, le han hecho “llorar de emoción”. Algo imprevisible con lo que nunca hubiera soñado. No en vano, atesora un pequeñísimo palmarés a pesar de su extensa filmografía, compuesta por más de 60 películas realizadas a lo largo de 25 años. “Si hubiera sabido de antemano el impacto que iba a tener este trabajo, no hubiera podido hacerlo, me hubiera quedado paralizado. Es mejor trabajar desde la inconsciencia, porque mi miedo al fracaso sería si no, mucho mayor”.

A una pregunta de si aceptará en algún momento hacer series para televisión, con tanta aceptación por parte del público actualmente, ha contestado con un no rotundo (“No un 'no por ahora'… Simplemente, no”), añadiendo que lo que le gusta del cine es que “una película puede contar cuarenta años en dos horas, mientras que las series cuentan un año en un año”. Esta manera de estirar las historias “frenan la capacidad de soñar, de imaginar, porque todo lo dan masticado al espectador. Y para mí, el cine sigue siendo un sueño, una caja de sorpresas, de suspense”.

Y es que, si una consigna ha quedado clara en este paso de Vincent Lindon por España, “donde sólo he estado tres veces: En Sevilla, Bilbao y Madrid”, es que el actor quiere mantener íntegras las cualidades que entiende que hacen grande su profesión: dedicarse, exclusivamente, al cine. “Si empiezas a meterte en publicidad, a poner tu voz para el doblaje de dibujos animados o de un spot, vas perdiendo partículas de ti mismo, de tu 'yo actor'. Te haces una traición. Luego vuelves al cine y el espectador ya espera otra cosa, se va a sentir defraudado. Pero no quiero criticar nada ni a nadie, todo depende de la elección de uno. Y yo prefiero aparecer menos”.

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