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Cañada Rosal, la aldea sevillana que votó defender la República con los franquistas a las puertas

Trabajos en la fosa de Cañada Rosal para exhumar uno de los cadáveres localizados.

Antonio Morente

16 de julio de 2021 21:24 h

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Hace unos días todo un secretario de Estado (el de Memoria Democrática, Fernando Martínez) visitaba el municipio sevillano de Cañada Rosal para conocer los trabajos que se desarrollan en la fosa común con víctimas del franquismo, que se localizó y abrió por primera vez el pasado mes de junio. ¿Y qué hacía tan alto cargo en una localidad de tan sólo 3.400 habitantes, qué singularidad tiene este proyecto? Pues como ocurre con las pequeñas historias, de especial no tiene nada y a la vez lo tiene todo, porque aquí se escribió el duro relato de lo que entonces era una aldea que, con los franquistas a las puertas, votó en asamblea mantenerse en defensa de la II República. Aquella utopía duró una semana.

Las arqueólogas que trabajan sobre el terreno han encontrado por ahora dos fosas comunes y le siguen la pista a una tercera. El escenario es lo que hoy es un pequeño parque pero que durante décadas fue el emplazamiento del cementerio municipal, que se clausuró en 2001 y se demolió en 2004. Una de las fosas, de forma circular, no se ha tocado para centrar así los trabajos en la segunda, donde se han localizado ya restos de 10 personas. En total, y si nos atenemos a los testimonios orales, en el antiguo camposanto podría haber un mínimo de 60 personas.

Escenario de represión en la comarca

Porque Cañada Rosal es una gota en el mar de fosas comunes que hay todavía por terminar de abrir en España, pero en su intrahistoria tiene sus singularidades. En este enclave se dan tres circunstancias especiales, la primera de las cuales es esa estéril lucha por la República cuando la zona ya estaba en manos franquistas. La segunda es que, al ser un enclave de acceso complicado, los relatos señalan que desde municipios cercanos venían camiones con prisioneros que eran fusilados en la propia tapia del cementerio para luego ser arrojados a las fosas con cal. Y eso nos lleva a la tercera, y es que sobre el papel no se descarta que aquí pueda localizarse a alguna de las Niñas del Aguaucho, jóvenes de entre 16 y 22 años de la cercana Fuentes de Andalucía que fueron vejadas, violadas y asesinadas por un grupo de franquistas y cuyo rastro nunca se ha encontrado pese a que se ha excavado en varios puntos buscándolas.

“Sería una satisfacción y una alegría encontrar a estas criaturas para enterrarlas de manera digna, porque eso en Fuentes lo tienen grabado a fuego”, apunta José Antonio Filter, historiador y cronista local cuyas investigaciones han servido de base para los trabajos ahora en marcha. La arqueóloga Carmen Romero, que junto a las también arqueólogas Inmaculada López e Inmaculada Carrasco trabaja en la fosa, apela a la prudencia a pie de fosa, pero coincide en que “descartarlo no lo podemos descartar”. 

Municipios franquistas desde el primer día

Cuando se produce el golpe de Estado hace justo ahora 85 años Cañada Rosal era una aldea, una pedanía de La Luisiana (se independizó en 1986), a cinco kilómetros mal contados de distancia. El municipio madre estuvo en manos franquistas desde el primer día, como también ocurrió en la gran ciudad de esta zona de la Campiña sevillana, Écija, con una importante dotación militar. Aquí se establece una difusa frontera, porque a la misma veintena de kilómetros que está Écija lo está Palma del Río, ya en la provincia de Córdoba, en manos republicanas. Allí la resistencia fue más dura, pero también la represión. “En Palma del Río se cebaron, fue atroz”, apunta Filter.

En general, la barbarie franquista fue muy dura en estos alrededores. Así lo apunta el propio proyecto de intervención arqueológica en Cañada Rosal, que no descarta que entre las “numerosas víctimas” que pudieron ser arrojadas a estas fosas se encontraría la “enorme cantidad de huidos de muchos de los pueblos de la Campiña que se refugiaron en el campo, y que regularmente eran buscados por cuadrillas de falangistas a caballo y con perros”. Pero por ahora lo dicho, se han localizado diez cadáveres, aunque en esta campaña de excavaciones sólo se van a poder exhumar cuatro cuerpos y habrá que esperar a que lleguen más fondos.

La fase en la que se está ahora cuenta con una subvención de 15.000 euros, un dinero que pone la Secretaría de Estado de Memoria Democrática y que llega a través de proyectos presentados a través de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). El lugar se dignificó en 2005 con un monolito en homenaje a las víctimas en lo que fue un primer paso, “es importante que como pueblo y sociedad que no tengamos fosas de la vergüenza y personas enterradas vilmente. Teníamos que haber hecho mucho antes”, reflexiona el alcalde carrosaleño, Rodrigo Rodríguez Hans, del PSOE, partido por cierto al que pertenecen los 11 concejales del Ayuntamiento.

Comité de Defensa de la República

Pero volvamos a 1936, cuando en Cañada Rosal han arraigado con fuerza las ideas de izquierda, algo nada extraño en una comarca con grandes latifundios y jornaleros con penosas condiciones de vida. Así que cuando se produce el golpe militar se forma un Comité de Defensa de la República, mientras la Guardia Civil abandona el puesto rumbo a la cercana Fuentes de Andalucía. Allí no se pega ni un tiro: se requisan víveres y pertrechos para resistir, se retiene a las personas más conservadoras de la aldea pero se las libera al poco e incluso se oculta al cura, Enrique Ramírez, en una finca a las afueras no vaya a ser que vengan de otros pueblos milicianos con los ánimos exaltados y pase lo que nadie quiere.

Hay que recordar que las cercanas La Luisiana, Écija y gran parte de esta zona están en manos franquistas, así que el 23 de julio (tres días antes de la festividad de la patrona, Santa Ana) se vota en asamblea si se va a plantar batalla cuando llegue el momento. El resultado es que sí, pese a las voces que advierten de que es mejor no resistirse. “La verdad es que visto hoy tiene una chispa de inocencia pensar que podrían resistir con cuatro escopetas”, reflexiona Filter.

“Gentes de orden, abran la puerta”

Y no lo hicieron, claro. Se pusieron barricadas y patrullas, puro trámite para los dos camiones con falangistas y guardias civiles que aparecen el 25 de julio. Los más significados políticamente huyen, la mayoría rumbo a Palma del Río, y las crónicas cuentan que la resistencia más encarnizada la pone uno al que llaman El Maquinista, al que dan caza en una zona que todavía hoy se conoce como Chaparro del Maquinista. Las fuerzas franquistas entran en Cañada Rosal a tiros y al grito de “gentes de orden, abran la puerta. Patria, pan y libertad”. Matan a un anciano ciego que estaba en la puerta de su casa, Palmero el Viejo, y otros dos, Rivera y Baena, cuyos cuerpos son quemados en la plaza del pueblo.

La toma de la aldea se ha cobrado cuatro vidas. Entre los vencedores está el cabo Moyano, guardia civil del puesto de Cañada Rosal que había huido a Fuentes de Andalucía, donde acabaría de comandante del puesto para dirigir la represión en la comarca, que fue especialmente dura a partir de septiembre de 1936. De ahí que elija el cementerio carrosaleño como epicentro de las purgas, ya que conoce bien la zona.

Una aldea en llamas

Aunque casi no ha habido batalla, acaban quemando más de un centenar de los chozos que forman buena parte del humilde caserío. Unos dicen que es la chispa de un proyectil, otros que el cabo Moyano le prende fuego a todo lo que puede, ciego de ira cuando se comprueba que en esa semana de exaltada defensa de la República se habían sacado imágenes y enseres de la iglesia para quemarlos, un incidente por cierto del que se apunta como incitadores a milicianos llegados de Palma del Río. Dicen en el pueblo que el cabo Moyano acabó en la indigencia y perturbado, y que muchos años después se le llegó a ver deambulando por aquellas tierras.

Y así acabó esa “pequeña utopía de libertad y defensa de la República en Cañada Rosal”, resume José Antonio Filter. A partir de septiembre es cuando empiezan los fusilamientos en serie en aplicación del bando de guerra, tantos que, entre muertos y huidos, “los grandes propietarios se quejan porque se quedan sin mano de obra para recoger la aceituna”, apunta Carmen Romero. 

“Esto es algo al margen de ideologías, partidos y debates, es una cuestión humanitaria, de reconocimiento de derechos humanos y libertades”, resume Rodrigo Rodríguez al hablar de una fosa cuya apertura, asegura, no ha creado tensiones en un municipio fundado en 1769 dentro del proyecto de Carlos III para revitalizar la zona con colonos que llegaron de seis naciones: Alemania, Francia, Italia, Austria, Países Bajos y Suiza. Aquí se asentaron sobre todo alemanes, por eso hasta un 30% de los carrosaleños tienen al menos algún apellido como Ruger, Hans, Filter o Hebles. “Este siempre ha sido un pueblo muy reivindicativo, que ha luchado por su identidad”, recuerda José Antonio Filter, de ahí la lucha hasta conseguir su independencia en 1986… y esa utópica defensa de la República hace ahora 85 años.

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