Miguel Ángel Mainar: “Las instituciones públicas son poco respetuosas con la labor de los profesionales de la comunicación”
Miguel Ángel Mainar comenzó trabajando en El Día, su amplia trayectoria profesional está ligada al mundo campo, a la agricultura, la ganadería y los pueblos. Define su trabajo como crítico, arriesgado y comprometido. Aboga por huir de los lugares comunes, sobre todo en el mundo agroalimentario, y pide al sector que deje al periodismo sacar a la luz la riqueza que encierra en su capa más profunda. Al periodismo le pide valentía, que se respete y se mantenga firme para recuperar un crédito que se ha visto amenazado tras un tiempo durante en que quizás “hemos reblado más de la cuenta”.
¿De dónde le viene la llama del periodismo?
Llegué al periodismo por la afición a escribir y en ese momento de crisis que muchos jóvenes tienen a la hora de elegir un camino. Me asenté sobre el escaso espacio en el que me sentía a gusto y algo seguro. La llama vino después; en parte, por el primer contacto con la vida periodística en la facultad, pero, sobre todo, con el primer trabajo, en el periódico El Día, donde me encontré con colegas que vivían la profesión y te dejaban y animaban a vivirla. No sé si existen ambientes como aquel en estos momentos, espero que sí.
Ha dedicado una buena parte de su labor profesional a visibilizar, a través del periodismo, la agroalimentación y el papel que este sector juega en el territorio. ¿Por qué?
Nadie llega al periodismo agroalimentario voluntariamente. Lo agro no tiene la mejor imagen y los jóvenes, los de entonces y los de ahora, salen corriendo cuando se les menta el campo. En las ambiciones de los jóvenes periodistas tiene cabida el reporterismo de guerra, la información deportiva, política, el reportaje social… pero no he conocido a ninguno que piense en el periodismo agrario. Lo que ocurre es que cuando eres el último en llegar a una redacción te toca ocuparte de ámbitos poco solicitados, y si además eres de pueblo, te gusta el campo y te mueves con comodidad entre agricultores y ganaderos, ya no te apea nadie de ahí, salvo que tú mismo renuncies. Algunos no solo no renunciamos, sino que nos enganchamos cada vez más, porque el agrario es un mundo amplio, con muchas cosas por descubrir e historias muy interesantes si no se naufraga en el bucle de la política agraria, la siembra, la cosecha, el lobo que viene (en sentido real y metafórico), las subvenciones y las tractoradas.
¿En qué momento cree que está este tipo de información dentro de los cánones de importancia de la sociedad?
Hay una cierta paradoja, porque la sociedad apenas tiene interés por la información agraria, pero se entretiene mucho con ella. Cuando los periodistas salimos del bucle, nos encontramos con mucha gente dispuesta a seguir lo que contamos, hay algunos programas de televisión que lo demuestran todos los días. Y esto es una buena señal porque indica que la sociedad urbana quizá esté menos alejada del campo de lo que pensamos. Hay que continuar explorando ese camino, aunque, y aquí hay otra paradoja, es el propio sector agrario, el más beneficiado por esta conexión con el público, el que nos mantiene en el bucle y no nos deja sacar a la luz tanta riqueza como tiene en una capa más profunda.
Este año ha sido ganador en la 14ª edición de los Premios Periodísticos convocados por la Asociación de Periodistas Agroalimentarios de España (APAE) ¿qué significa este reconocimiento?
Yo hago varias lecturas. La más obvia es la satisfacción por ver tu trabajo recompensado. A partir de ahí, que sean compañeros y expertos del sector los que te premien es una satisfacción añadida, porque sus lecturas son más profundas y su criterio está mucho más formado. Y en un terreno más íntimo me provoca reflexiones un poco dolorosas, porque he dedicado la mayor parte de mi vida profesional a la comunicación y, justo cuando no llevo ni un año de vuelta al periodismo, recibo dos premios; no puedo evitar preguntarme cuánto me he podido equivocar.
El artículo ganador ha sido “Diálogo y filosofía para los problemas del campo”, publicado el 15 de marzo de 2024 en la revista Tierras, ¿cuál es el objetivo de este artículo y de los que escribe Miguel Ángel Mainar?
El reportaje sale de esa necesidad de salir del bucle a la que me refería y a la obligación del periodismo de ofrecer a la sociedad nuevas perspectivas. El texto se escribe cuando agricultores y ganaderos están movilizándose, de nuevo y con mucha fuerza, contra la política agraria. Volver a hablar de tractores, de carretas cortadas, de tablas reivindicativas y de negociaciones no me parecía nada original ni atractivo para el público. Me centré en encontrar otro punto de vista y llegué a una conclusión: si todo el mundo dice que el problema agrario es muy complejo, vamos a ver cómo se afrontan los problemas complejos. Esto me llevó a la filosofía y los filósofos y a plantear algo que a algunos les pareció inaudito: no intentemos resolver el problema solo con políticos y agricultores, incluyamos a especialistas en desentrañar situaciones complejas. Las personas a las que llamé me ayudaron mucho a desarrollar esta idea y a salir del bucle. Creo, además, que así ofrecía también a los agricultores una nueva forma de afrontar sus problemas. En general, este es el objetivo de mis textos, que suelen ser críticos, porque de lo contrario no estaría haciendo periodismo, y arriesgados, pero comprometidos con un sector que admiro y quiero y al que pretendo ayudar huyendo de lugares comunes y peligrosísimos (para el propio sector) del tipo “pobrecito agricultor”.
Ha vivido momentos profesionales complicados, en su opinión ¿se reconoce y respeta el trabajo de los profesionales de la comunicación desde las instituciones privadas?
Las instituciones públicas, en general, pero también con sus excepciones, son muy poco respetuosas. Aunque sería más correcto decir que lo son quienes se ponen al frente de ellas. Lamento decirlo, pero los políticos piensan más en su partido y su supervivencia que en las instituciones que gobiernan y el bienestar de los ciudadanos. Desde fuera, lo vemos todos los días, y los que hemos tenido la oportunidad de estar dentro, aunque haya sido poco rato, también lo hemos visto, con más crudeza, si cabe. A los profesionales de dentro, los que llevan la comunicación, se les respeta mientras se mantienen fieles, prietas las filas, pase lo que pase. A los de afuera se les respeta muy poco; en todo caso, se les teme cuando tienen detrás una cabecera poderosa. El problema es que no se trata de una falta de respeto a tal o cual persona o gremio, cuando no se respeta a un periodista que hace bien su trabajo se le está faltando el respeto a la sociedad, a las personas que utilizan ese trabajo, esa información, para tomar decisiones importantes para su vida. Nuestra democracia tiene un problema grave en este aspecto.
¿Y en la parte privada?
En el mundo privado la situación es más equilibrada. Por un lado, existe menos presión pública y, por otro, la visión cortoplacista de la política está mucho menos presente. No hay tanta asfixia y eso permite pensar con más claridad y encontrar mejores soluciones para los problemas. Incluso la crítica, aunque no siempre, es bien valorada y utilizada como herramienta de mejora. La política, sin embargo, aplasta el pensamiento crítico, lo cual no deja de ser otra paradoja, porque sin él no existiría. Pero este es otro tipo de política, claro.
¿Qué está haciendo bien y qué es todavía necesario hacer desde la profesión para afianzar el crédito del periodismo y su valor para la sociedad?
Lo que debe hacer es respetarse a sí misma, plantarse cuando lo que acabo de comentar ocurre y dar ejemplo. Si no te respetas, no te respetarán. El crédito, que se pierde pronto, como todo el mundo sabe, solo se gana sufriendo, manteniéndose firme cuando las cosas pintan contrarias. Es en esos momentos cuando la gente ve con claridad en quién se puede confiar y en quién no. A la profesión le va ahora muy mal en muchos aspectos, solo cabe no reblar. Si nos paramos un momento a preguntarnos si estamos reblando y nos comprometemos a contestar con sinceridad, ya estaremos haciendo algo bien.
¿Un periodista nace o se hace?
La vocación nace y la profesión se hace.
¿Piensa en retirarse o su voz se seguirá escuchando una vez que haya llegado el momento de jubilarse?
La jubilación es otro premio, así que espero ganarlo y no querría tardar mucho. Otra cosa es dejar de escribir, lo que no creo que ocurra. Y si alguien quiere leer, por pequeña que sea la voz, se oirá.
Un consejo para aquellos que vienen detrás y que se plantean explorar nuevos terrenos dentro del periodismo.
Dar consejos no es una de mis virtudes, pero alguien dijo que el periodismo no es para cobardes. Los que vengan detrás tendrán que ser más valientes que los que salgamos porque no se lo vamos a dejar fácil, creo que hemos reblado más de la cuenta.
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